Enrique Butti - Araca corazón callate un poco

Здесь есть возможность читать онлайн «Enrique Butti - Araca corazón callate un poco» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Araca corazón callate un poco: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Araca corazón callate un poco»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Narrar y narrar historias, noche tras noche, vence a la muerte, enseña Scherezade, pero en esta novela la protagonista narradora está tirada en el diván y es su amado quien le cuenta su vida llena de aventuras, ora maravillosas, ora pringosas e irritantes, sin que ninguno de los dos se atreva a interrumpir esta intimidad con otra suerte de acercamiento.

Araca corazón callate un poco — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Araca corazón callate un poco», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

(Se interrumpe con un falso ataque de tos y para arrancarse los escarpines y las medias y rascarse el pie de atleta que se contagió por caminar descalzo en el vestuario del gimnasio donde se inscribió para hacer pesas, y donde se peleó enseguida porque dice que a todos les daban unos aparatos pesadísimos y a él le dieron dos maracas. Espera que yo me agite o le pregunte algo sobre esa novedad de la filmación, pero me muerdo la lengua).

Retoma, resentido, y cuenta que las dos pobres hermanas, con apenas tres mucamas, se ocupan de la limpieza, de la administración y de todo lo demás, porque la madre hace un tiempito que se ha enclaustrado en su pieza. El gran palacete está lleno de pensionistas, así que toda esa gente entrando y saliendo, o haciendo cola para ir a los baños, resultaba desconcertante, sobre todo porque mientras se introducían en la casa la mosquita que lo guiaba no dejaba de saludar a los que se cruzaban, darles recados, cerrar una ventana, correr una cortina, recoger al pasar papeles o basuras dejadas en cualquier lado por los huéspedes. Había dos tipos de ocupantes, como la mosquita le explicó en la calle mientras se acercaban, preparándolo para ese escenario que indudablemente ella y su hermana se habían acobardado de presentarle antes y que alguna razón las obligaba ahora a revelar contra su voluntad; por un lado estaba la gente bien que paga por su alojamiento, gente de todas las edades que necesitaba un lugar familiar y de regular categoría para vivir o pasar una temporada, y por otro lado estaba el grupo de gente alojada por caridad, provocando siempre algún descalabro, tipo traerse poco a poco toda la parentela, o subdividir y subalquilar sus cuartos.

La mosquita Flor lo lleva por zaguanes y corredores. Golpea a una puerta, la entreabre, pide permiso para pasar con un amigo. Entran. Es un salón, una especie de comedor atestado de muebles y cajas.

Hay alguien en ese lugar en penumbras al que han ingresado.

La mosquita más hermosa.

Se levanta, tiende una mano de reina destronada. Marzolini nunca la había visto desprovista de sonrisa.

Contra la pared hay camas plegables que revelan su uso también como dormitorio.

(Pego un salto como si los resortes del sofá cama de Marzolini me hubieran dado una patada. No sé cómo me retengo de preguntarle: “¿Y vos vas a terminar usando esas camitas plegables, y para visitarte y charlar un rato voy a tener que ir al conventillo y tirarme arriba de unas colchas hediondas?” Enseguida disimulo y finjo bostezar. Él se crispa: Bueno seguimos otro día, es tarde. No, le digo, dale, así la próxima pasamos a otra cosa más interesante. No, dice él, se calza frenéticamente y se levanta rabioso, chocando contra la mesa de luz, haciendo caer el maldito velador y rasgándose los escarpines charolados y las calzas bordadas. Yo ya no puedo volver atrás y me voy despechada).

X

El Palacio Encantado

Pasan cinco días y me recibe con ese traje atildado de los ciclistas que modelan un bulto enorme. Me cocinó niños envueltos en hojas de parra y puré de banana con arrope de tuna.

Cuando terminamos de comer enciende su cigarrillo y vuelve a darle a la matraca con el conventillo al que acaba de entrar.

Me recuerda que llegó a la pieza de las mosquitas muertas. Le ofrecen una silla, ellas también se sientan, y entre las dos le hablan de un hombre que llegó años atrás proponiéndoles alquilar con pensión completa un cuarto apartado, del cual extrañamente conocía todos los detalles, ofreciendo como pago una suma extraordinaria. La viuda le preguntó por qué no se instalaba en el mejor hotel de la ciudad, que le iba a salir más barato. Y el tipo le dice que no es para él, que se trata de un caso especial, de un artista que aspira a un aislamiento completo, que quiere trabajar y vivir sin ver a nadie, que él garantizaba que este hombre no iba a presentar ningún problema, que solo tenían que respetarle el enclaustramiento, dejarle la comida al lado de la puerta sin necesidad de entrar nunca porque él mismo se ocuparía de la limpieza, y yo -dijo este intermediario- voy a pasar regularmente para pagar el alquiler y traerle a mi amigo lo que necesite, ocuparme de llevar su ropa al lavadero, proporcionarle los materiales de su trabajo y recoger sus obras para venderlas.

En ese tiempo todavía no tenían ningún pensionista. Dos años antes había muerto el padre, un señor del cual lo único que conviene saber (así lo despacharon las zoncitas) es que había malgastado su vida y la fortuna de su esposa. (Me retuve: algún gen les habrá quedado). El palacete figuraba a nombre del hermano de la regenta, de ahí que se hubiera salvado del despilfarro.

Y las mosquitas le cuentan la historia de la casa. Una mansión edificada por uno de los ingenieros del Ferrocarril Francés, levantada en un terreno que entonces estaba en los lindes de la ciudadela, en medio de chacras y de los talleres del propio ferrocarril, propiedades todas que a la larga pasaron a formar parte también del terreno del francés que buscaba construir dentro de su casa una ciudad ficticia donde pudieran quedar resguardadas su mujer y las siete hijas. Las historias de malones y cautivas, y las historias de estupros en las rencillas civiles entre caudillos de la zona, que el ingeniero había oído en estas tierras salvajes, poblaban sus pesadillas. Le habían vaticinado una muerte próxima, que finalmente se dilató tanto como para que la casa se extendiera hasta lo incontrolable. En práctica la expandía con el mismo mecanismo con que se expandía su enfermedad y con la progresión geométrica con que se expandía su riqueza, que le permitía planificar un ala de la casa, encargarla, pagarla y (la enfermedad era cerebral) olvidarla, para emprender la planificación de otra y olvidarse, para comprar un terreno aledaño y seguir con su locura, ya olvidado incluso de la mujer y de las hijas, perdidas en el laberinto o huidas a Francia, según las distintas versiones resentidas de los vecinos a quienes la construcción iba desalojando en su avance. En el último estadio de su enfermedad, ya dilapidados los bienes y herencias europeas, el hombre recobró momentáneamente la memoria y llamó a su mujer y llamó a sus hijas, y le respondieron voces lejanas, ecos de voces, y las buscó, corrió en la dirección de la cual parecían provenir esas voces, corrió por los pasillos y abrió las puertas de los cuartos que se cruzaban en su camino y atravesó los patios y vestíbulos hasta que cayó rendido. Y apenas terminaba de caer cuando resonaban las voces llamándolo, el eco de los ecos, y nuevamente se largaba a correr por los lugares que había proyectado y visto crecer pero que nunca había habitado. Y así, cada vez que caía extenuado lo alzaba una ráfaga que atravesaba los corredores y azotaba las puertas trayéndole las voces, papá, papito, los gritos, ¡mon pére, Gustave mon amour! Lo encontraron, ya momificado, en un salón perdido, cuando el municipio se decidió a expropiar y subastar la propiedad.

El abuelo materno de las mosquitas muertas, un armenio llamado Kazan, que había llegado a la Argentina de adolescente, sin una moneda, y que había empezado lustrando zapatos y terminó siendo un exitoso comerciante, se había adueñado de ese despropósito en un remate comunal en el que no hubo otros postores por la falta de planos fehacientes y por el estado ruinoso de algunas alas.

El armenio legó la propiedad a su hijo mayor, el tío de las mosquitas, y cuando ellas y su madre viuda se hundieron en la miseria, el heredero les brindó hospitalidad. Las chicas todavía estudiaban en el secundario. Y de un día para el otro ese tío solterón se muere y el palacete pasa a ser de la regenta madre. Se proponen venderlo, y justo entonces aparece este hombre ofreciendo una suma que les bastaba para mantener la mansión y vivir decentemente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Araca corazón callate un poco»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Araca corazón callate un poco» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Araca corazón callate un poco»

Обсуждение, отзывы о книге «Araca corazón callate un poco» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x