Ciudades en el Caribe
Un estudio comparado de La Habana, San Juan, Santo Domingo y Miami
Haroldo Dilla Alfonso
Portada
Índice
Presentación. Cuatro ciudades en su salsa
Carlos García Pleyán
Introducción
Capítulo I Una historia de fronteras
La economía mundo y los imperios en la historia urbana del Caribe
Para una tipología histórica: ciudades enclaves, desarrollistas y de servicios
Capítulo II Santo Domingo: la suerte cambiante de la Ciudad Primada
El breve apogeo del siglo XVI
Las razones de los retrocesos: el costo de la desconexión
El empobrecimiento generalizado y la ruralización
La ciudad que olvidó sus murallas
El siglo XIX: la ciudad del pasado ido
El lento despertar del siglo XX
La ciudad de Trujillo (1930-1961)
La imperfecta construcción de la metrópoli postrujillista
Las dos ciudades: pasarelas y callejones
La modernidad epidérmica: los problemas estructurales de la ciudad contemporánea
Capítulo III San Juan: la ciudad y sus muros
La ciudad fortaleza: San Juan como pivote geopolítico/militar del imperio
La ciudad sobre sí misma: la lenta evolución de la ciudad enclave
La lucha social por el espacio en la ciudad amurallada
El desafío de la isla: las rivalidades interurbanas
La ciudad desperezada y los inicios de la ocupación norteamericana: des y reterritorialización
Entre la nostalgia y el desorden: la explosión urbana y las ciudades de los automóviles
De arrabales y caseríos: las políticas de viviendas y la pobreza urbana maquillada
La ciudad inviable: pobreza, inseguridad y desastre ambiental
Capítulo IV La Habana: la ciudad arrogante
La aldea industriosa: la proeza urbana de fines del siglo XVI
Las flotas y el despegue urbano
Clases y colores en la ciudad portuaria
La ciudad golosa: la expansión del hinterland productivo de la metrópoli
Los desasosiegos de la ciudad elegante:obras urbanas y necesidades crecientes
La ciudad que saltó sus murallas:el negocio inmobiliario del glacis
Las leyendas de La Habana republicana
La ciudad en crecimiento en la primera mitad del siglo XX
La ciudad en busca de su perfil:los grandes proyectos urbanísticos prerrevolucionarios
La revolución contra la ciudad: del hombre nuevo al buen salvaje
La “ciudad socialista”: sus planes, sus realidades
La ciudad rota: la crisis de los noventa y el empobrecimiento
Los retos de La Habana: debilidades y potencialidades para su futuro
La Habana/Miami
A modo de conclusiones: economía y geopolítica en el futuro urbano del Caribe
Bibliografía citada
Notas
Acerca del autor
Créditos
Contraportada
Presentación
Cuatro ciudades en su salsa
Carlos García Pleyán
Es posible que este libro tenga un principio insospechado y un final impredecible, como nos cuenta Haroldo en su prólogo, pero de lo que estoy convencido es que el trayecto entre ese inicio inesperado y ese desenlace imprevisible es un sugestivo y divertido viaje —donde no faltarán piratas, castillos, flotas, murallas y contrabandistas— que merece la pena recorrer.
Resulta curioso que las cuatro ciudades caribeñas analizadas también hayan tenido un principio insospechado —el colonialismo ibérico no esperaba lo que encontró— y un futuro impredecible. No puede ser de otra forma para centros urbanos sujetos desde su fundación a vectores económicos, políticos y culturales fuera de su alcance. Su común condición fronteriza explica en buena parte su propia historia. El área del Caribe viene siendo, desde hace siglos, una zona de acercamiento y separación, de contacto de lo diverso, de fricción, de mezcla, amalgama y mestizaje. Se trata de lugares nada aburridos, donde la sorpresa, el sobresalto y lo imprevisto se hace cotidiano. La aptitud para saber colocarse con sentido de oportunidad en ese territorio de cruce y de paso y la habilidad de aprovechar y gestionar las ventajas de su ubicación ha sido lo que ha fijado buena parte de las fortunas y los infortunios de esas ciudades. Dilla lo codifica oportunamente como un proceso de intermediación, es decir de metabolización de los intercambios con el exterior, que será clave en su historia.
Como resultado de esos intercambios en lugares y tiempos no siempre coincidentes, Dilla formula tres etapas en la evolución urbana de esos centros.
En un inicio “ las virtudes y las fortunas de las ciudades caribeñas dependieron de sus roles respecto a la frontera imperial y a los flujos de mercancías y valores en el sistema de flotas ”. Se trataba de enclaves cuyas relaciones y actividades tenían mucha mayor vinculación con las metrópolis que con los territorios donde se iban formando las sociedades locales. Fueron ciudades que vivieron del paso de las flotas, de los subsidios intercoloniales y cuya localización portuaria y morfología espacial estuvo condicionada por ese entorno.
Si las ciudades enclave fueron consustanciales al sistema imperial español, más tarde la ciudad desarrollista se expandió en el marco de la hegemonía norteamericana. Si bien las primeras eran ciudades pivote, estas se vuelcan al interior del país, hacia ese entorno extramuros hasta ahora devaluado: el “interior”. Sin dejar de aprovechar su situación estratégica se reinventan como puntos de articulación no ya comerciales sino de una industria agroexportadora. El crecimiento de las relaciones internas económicas, sociales y demográficas genera movimientos migratorios que las todavía débiles estructuras urbanas serán incapaces de asimilar adecuadamente. Con ello se expandirán la pobreza urbana y la desigualdad.
En la última etapa esas ciudades vuelven a alejarse de sus espacios nacionales, “ devienen partes del proceso de exclusión e inclusión selectivas del mercado mundial y producen una alta segregación a sus interiores ”. Devienen dramáticos los procesos de exclusión y fragmentación a lo interno de la ciudad, entre las zonas y los grupos conectados “al exterior” —por ejemplo, al turismo internacional— y las periferias (o los centros deprimidos) ocupadas por inmigrantes rurales.
Las cuatro ciudades han hecho este recorrido en el tiempo con suerte diversa. Santo Domingo fue una ciudad importante en el siglo XVI pero su crisis posterior la sumió en un largo silencio. San Juan fue la fortaleza colonial por excelencia. La Habana supo aprovechar con insistencia su localización geoestratégica. Ahora la ciudad —o la región— que lidera el entorno y se constituye en punto de referencia transnacional es Miami.
Llama la atención que a inicios del siglo XX, cuando la Habana rebasaba ya los 300 000 habitantes, San Juan no alcanzaba los 50 000, Santo Domingo todavía rondaba los 15 000 y Miami reunía tan sólo 2000 residentes. Hoy son todas “millonarias”. El crecimiento de estas ciudades en el siglo XX ha sido brutal y sus efectos no menos violentos. Basta cruzar la relativamente corta distancia que media entre la Milla de Oro y el barrio de La Perla en San Juan, entre Monte Barreto o Siboney y el barrio Romerillo en La Habana, entre la Plaza España y el barrio de Santa Bárbara en Santo Domingo, entre Fisher Island y el barrio de Liberty City en Miami, para medir la sorprendente proximidad espacial y el no menos llamativo distanciamiento social y económico.
Mi condición de habanero —adoptiva, pero ya cercana al medio siglo— hace que me haya deleitado recorriendo el centenar de páginas dedicadas a las descripciones y análisis de la que fue la “Llave del nuevo mundo”. La Habana ha sobrevivido al final de las flotas, al cese de los situados, a la epidemia de peste en el XVII, al asalto de los ingleses en el XVIII, a la ruina del imperio, pero después de medio siglo de incuria y malquerencia, de “ revancha de los habitantes del interior contra la soberbia habanera ” vuelve a ser no solo una ciudad rota sino cansada y en regresión demográfica. Necesita encontrar fuerza e inspiración. ¿Cuál será el precio que tendrá que pagar por su renacimiento y reinserción en el mundo del siglo XXI? ¿Sobrevivirá al inevitable y desigual diálogo que le espera con Miami?
Читать дальше