William Gass - La suerte de Omensetter

Здесь есть возможность читать онлайн «William Gass - La suerte de Omensetter» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La suerte de Omensetter: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La suerte de Omensetter»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A finales del siglo XIX, el pueblo de Gilean, en el estado de Ohio, recibe a una familia de forasteros, los Omensetter. Desde el primer momento, sus habitantes admiran la magnética personalidad del cabeza de familia, Brackett, y la suerte que siempre parece acompanarlo. Sin embargo, su llegada no es bien acogida por todos. El reverendo Jethro Furber, en pleno proceso de degradación mental y espiritual, centra su odio en Brackett Omensetter. Una muerte acelera el enfrentamiento entre los dos hombres, narrado por medio de distintas voces que son testigos fieles de una brillante disquisición sobre la muerte y el sentido de la vida, sobre el bien y el mal. La suerte de Omensetter fue catalogada desde su publicación en 1966 como una novela cumbre de la narrativa estadounidense.
David Foster Wallace la consideraba una de sus obras favoritas de todos los tiempos, y
Susan Sontag siempre recordaba su admiración por
William Gass y por este libro, que describía como perfecto y extraordinario.

La suerte de Omensetter — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La suerte de Omensetter», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Omensetter hizo un emplasto de remolacha cruda machacada y lo ató con trapos a la herida y a las palmas de las manos. Henry notó que le fallaba la vista mientras los labios se le abrían y trabajosamente el aire se hacía hueco por entre sus dientes. Mat los observaba desde el umbral, en apariencia tranquilo; pero parecía llevar roto un botón de la camisa y un desgarrón en la manga. Entonces su cuerpo se ablandó. Ahora es entre Henry y el tétanos, dijo Omensetter; nada más que entre ellos. Me quedaré, dijo Mat, necesita compañía. Pero igual que unas cortinas Furber colgaba manifestándose, su oquedad, todos pudieron verla, hinchiéndose apenas, la pared de gasa, y titilando las leyes de Dios. Omensetter tenía en las manos manchas de remolacha. Le da lo mismo, dijo, menguando también su cuerpo. Le has aflojado las ropas a Lucy, estupendo, Henry oyó decir a Omensetter mientras sus pisadas se perdían en las escaleras, ahora está dormida. Mat cogió a Henry de la mano mientras Henry silbaba sin pausa como vapor.

Orcutt llegó al caer la tarde, arrancó el emplasto de la herida, le dio opio y acónito, le metió a la fuerza lobelia y pimiento en la boca, contempló las palmas vendadas pero no tocó las envolturas, esperó los vómitos. Watson dijo más tarde a Henry que en su opinión la mandíbula ya había empezado a aflojarse, y no se sorprendió cuando comenzaron los vómitos. Habría jurado que era un caso perdido, dijo el doctor Orcutt. El reverendo Jethro Furber vino a rezar y por la mañana la mandíbula se había aflojado. Edna Hoxie, la matrona, descarada, le pidió a Omensetter la receta y presumió ante todos de la facilidad con que la había conseguido.

3

Que Omensetter tenía un secreto ya nadie lo ponía en duda. El cotilleo no cesaba, la opinión se dividió, se politizó el ambiente. Cualquiera habría pensado que aquello era Francia. La propia salvación de Henry era el asunto central, y era frecuente que Henry se viera fastidiado hasta rozar el llanto, débil como todavía estaba, por los constantes interrogatorios, las ruidosas trifulcas, las alocadas conclusiones de sus amigos. Nada se les escapaba: la casualidad ahora se percibía como cálculo, las posibilidades remotas se llevaban a las bravas hasta lo probable, las hipótesis más endebles se hilaban hasta formar lanas para tapices, y cada conclusión era transmitida al pueblo igual que una enfermedad. Consignada al principio por casi todo el mundo a Dios y por tanto a la fe del reverendo Jethro Furber, y siempre por un grupo eso sí más reducido a la ciencia y de ahí a las habilidades del doctor Orcutt, la cura –salvo por unos pocos desperdigados que hicieron hincapié en la voluntad y la constitución del propio Henry– se adjudicaba ahora casi con unanimidad al emplasto de raíz de remolacha y a la suerte de Brackett Omensetter. ¿Pero a qué equivalía aquello? Aquello atribuía la cura a… ¿a qué? A Edna Hoxie le aumentó la clientela, Maggie Scalon sin embargo –soltera, enorme– se mofaba de la pregunta. Acaso no consigue siempre lo que quiere, dijo. Es feliz, a que sí, el hijodeperra. Dios, ojalá lo fuera yo.

Para Henry su enfermedad era una dicha y una agonía que aún perduraba. Hubo días enteros de lluvia continuada y el agua rebosó de los recipientes. Se sentaba al sol con una manta sobre las rodillas y sentía la lluvia caer sobre las rígidas hojas estivales y volar desde los polvorientos canalones. Rogaba constantemente al zorro que lo perdonara, tan débil y postrado en su silla, tan desligado de su propia voluntad, como lo había estado durante los primeros días de su convalecencia. El brazo le salía disparado, apoderándose con el puño de un torrente de luz. Bueno, exclamaba con sorpresa, parece que sigue lloviendo. Lucy le chillaba, el sol le tamborileaba en el pecho. Su ojo todavía lo penetraba todo como una aguja –penetraba, se volteaba y luego emergía– y enhebradas en un cordel cual abalorios se colgaba al cuello las imágenes. Durante horas toqueteaba el aire de manera obscena, y cuando se movía, sentía que congeniaban. Le decía a su esposa: aquí está tu vulva, junto al hocico del beagle; o decía: aquí está tu sangre, negra como la corteza húmeda; o decía: aquí están las heces que moldean tus intestinos; y así continuó, hasta que ella le golpeó.

La crueldad no le trajo alivio, como tampoco la vista, y aun así pensaba a veces que su dolor podría no ser más que el dolor de su muda, pues con frecuencia parecía que estaba mudando como una serpiente las pieles de todas sus estaciones; sus grasas blancas y su carne roja se perdían en una marejada luminosa. La luz del sol lo lamía, ascendía sobre él y enseguida pedazos de sí mismo iban alejándose –la cabeza cual sombrero, las piernas cual leños–. Luego secaba cuidadosamente sus huesos con una toalla hasta que relucían. Formaban un hermoso árbol; no estaban tan mal. Henry no estaba preparado para alguien como Omensetter. Se había contentado con creer que viviría por siempre con hombres normales en un mundo normal; pero todos estos años había vivido consigo mismo como un extraño, y con todos los demás. De manera que con aquellos relucientes armazones imaginó que moldeaba una nueva arcilla fina y lisa por medio de la cual la vida se elevaba con ansias como esa humedad a la que el calor agrada. La semejanza con Omensetter era inconfundible; Henry había renacido ahora en aquel cuerpo danzante; se había unido a él como nadando te unes a un río; sin duda Lucy debió de haber visto… pero no le importaba que así fuera. Las percepciones ya no le perforaban los ojos –que retornaran sus agujas–; en su lugar, él se desbordaba vertiginosamente.

De aquel humor Henry pudo recordar la vez en que apiló una montaña en la carreta: las colchas y los cobertores, los juguetes, las herramientas y los utensilios, notar en la boca el sabor del metal. Las nubes vivían en el río; junto a él reposaba Gilean, el aire tan puro. Todas las casas a la vista eran dignas y todos los graneros estaban en bancales con arreglo al tiempo. Los árboles estaban preciosos y deshojados y las rodadas de las carretas relucían. En el camino cantaron Rose Aylmer . Luego contaron pájaros a ratos. Había anillos en el agua de los charcos al lado del camino y el aire estaba limpio como lo está tras la lluvia. Pensó que sería bueno para la salud del chico vivir junto al río, pescar peces y criar sapos, crecer con entusiasmo.

Pero su mujer venía y lo zarandeaba. La edad le había perfilado bellamente la mandíbula. Tenía los nudillos enormes. Hacía repiquetear las cazuelas y la cubertería en los cajones.

¿Qué te traes ahora? ¿En qué piensas?

En nada.

¿En nada? Tendrías que verte la cara. ¡En nada!

En nada.

En la gordita. Tendrías que verte la cara. En la gordita.

No.

¿Para qué vas al taller? Apenas puedes caminar y aun así estás siempre allá abajo, y con este tiempo cuando más calor hace. ¿De qué habláis? ¿Tott cuenta historias? ¿O anda sermoneándote el Furber ese, intentando pescar tu alma como si fuese el último pepinillo? Oh, ya sé lo que ha pasado. Que te has ido al infierno. Eso es lo que ha pasado.

No.

Es la gordita.

Tan en silencio se sentaba entre las sombras detrás de la fragua que las visitas apenas notaban que estaba allí. Parecía ser efecto de su enfermedad, pues tras un periodo de dolor y confusión pensaba que los ojos se le habían aclarado y que había mirado desde su cama como desde fuera del mundo. Había sido como imaginaba que sería ser invisible. Tenías los ojos abiertos. La gente te los miraba pero sin creer que vieras. Eran menos que un espejo, no más que unos ojos pintados. La enfermedad no era nada. Muchas veces se había esforzado en decir que podía oír. Dar de sí hasta hacerte pedazos no era nada. Muchas veces había intentado gritar puedo ver, puedo verte, siseando en su lugar. Luchar por respirar no era nada. Arder no era nada. Encerrado en una bota de carne que encoge, recordaba hora tras hora los rezos de Jethro Furber.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La suerte de Omensetter»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La suerte de Omensetter» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La suerte de Omensetter»

Обсуждение, отзывы о книге «La suerte de Omensetter» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x