Otra personalidad importante de la iglesia local es Matías José Pérez de Hita, un presbítero de cerca de cincuenta años, antiguo alumno del Colegio de San Bartolomé y Santiago de Granada y canónigo de la colegiata antequerana desde el 18 de agosto de 1807[42] , que ejercía la dignidad de vicario eclesiástico.
El clero secular incluye a un buen número de presbíteros y entre ellos destacan los titulares o curas propios de las cuatro parroquias antequeranas: Miguel Jiménez, de Santa María; Francisco Galán, de San Sebastián; Pedro Ponce, de San Juan; y Francisco Martín, de San Pedro. Súmense también los correspondientes de las dos ayudas de parroquias: Juan Muñoz Pescador, de San Miguel; y Fernando Domínguez, de Santiago.
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El clero regular es, con diferencia, la entidad eclesiástica más presente en Antequera porque la mayoría de las órdenes religiosas tradicionales –tanto masculinas como femeninas– tienen casa en la ciudad. Franciscanos en sus profesiones observantes, terceros, capuchinos y alcantarinos; dominicos; mínimos; carmelitas en sus versiones calzados y descalzos; agustinos; y hospitalarios; tienen allí establecimientos por fundaciones pretéritas. De todos los inmuebles religiosos existentes en Antequera, hay algunos con un destacado protagonismo en la historia que se cuenta en las páginas siguientes, como es el caso del convento franciscano de San Zoilo, el hospital de San Juan de Dios y el monasterio de agustinas recoletas bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto.
La visión de la Antequera de principios del ochocientos quedaría incompleta sin atenderse a otro de los pilares fundamentales de la realidad local: la Justicia. Su administración corresponde en primera instancia al corregidor como justicia mayor de la
jurisdicción[43] , siempre con el asesoramiento del alcalde mayor y el concurso de una serie de instrumentos de carácter indagatorio y coercitivo. Las competencias del corregimiento llevan aparejadas la administración de justicia, que se extiende a toda la secuencia procesal desde la instrucción de la causa hasta la emisión de la sentencia, aunque con la obligatoriedad de ser elevada luego a la instancia superior –en este caso a la Real Chancillería de Granada– para la ratificación o no de la pena.
La actividad judicial en el juzgado antequerano es muy intensa durante aquellos primeros años del siglo porque se cuentan por decenas las causas incoadas, que están en curso de solución o pendientes de sustanciarse. Muchas de las sentencias del corregidor son confirmadas posteriormente por la Sala del Crimen de la Chancillería granadina, cuyos tribunales autorizan las ejecuciones de las condenas en la misma ciudad antequerana. Allí se consuman, al menos, dos penas de muerte durante esos años: Joaquín González, apodado el Tuerto y vecino de Antequera, ejecutado en garrote por muertes y robos conforme a sentencia definitiva del 21 de octubre de 1802; y Cristóbal de Montes, convicto de asesinato, ajusticiado en la horca por resolución firme del 9 de noviembre de 1803[44] .
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Es innegable el alto grado de delincuencia en las tierras antequeranas y a tenor de la cantidad de requisitorios –notificaciones circuladas por las autoridades judiciales de otras localidades– acumulados en aquel juzgado, bien puede hablarse de un auténtico universo criminal en la comarca. No cabe decir otra cosa cuando se comprueba que entre 1806 y 1809 pasan por el juzgado de Antequera las demandas de detención de ciento sesenta delincuentes en busca y captura, actuantes en solitarios o en cuadrillas y convictos o sospechosos del más completo repertorio de delitos: asesinatos, heridas, fugas, deserciones, asaltos, latrocinios, etc.[45] .
Gentes de mal vivir colman de peligro e inseguridad aquellos campos y entre los muchos malhechores que por allí andan deben incluirse a los cuatro sujetos, asociados en cuadrilla, que en abril de 1806 son reclamados por salteadores de camino[46] ; los dos facinerosos, llamados Antonio López y Andrés Escalera, requeridos en septiembre del mismo año por la justicia de Estepa como autores del robo y asesinato de un hortelano[47] ; y los siete delincuentes capitaneados por un tal Juan Pérez, alias Malos pelos, que habían perpetrado en abril de 1809 un sonado robo cerca de Archidona a viajeros tan insignes como el general Valentín Belvís de Moncada Pizarro, conde de Villariezo y capitán general del Reino de Granada, el brigadier Fernando Gómez de Butrón y el magistrado Vicente Cano Manuel[48] .
Cabe decir, por último, que la inseguridad que secularmente padecen las tierras de Antequera se agrava en 1808 con la ruptura definitiva del Antiguo Régimen y la Justicia, embotada por la crisis, no alcanza a controlar la delincuencia –lacra potenciada por la quiebra económica y social– pese al rigor de las sentencias.
[1]«... describir este país tan poco conocido entonces y tan interesante bajo muchos puntos de vista». Arnault, Antoine Vincent, Jay, Antoine, Jouy, Étienne de, et Norvins, Jacques. Biographie nouvelle des contemporains, ou Dictionnaire historique et raisonné de tous les hommes qui, depuis la Révolution française, ont acquis de la célébrité par leurs actions, leurs écrits, leurs erreurs ou leurs crimes, soit en France, soit dans les pays étrangers. Paris: Librairie Historique et des Arts et Métiers d´Émile Babeuf, 1820-1825. Tomo X. Pág. 206.
[2]«Esta ciudad está situada parte sobre una colina, parte en un llano, lo que la divide en ciudad alta y baja. Algunos han creído que fue edificada por los moros sobre las ruinas de la antigua Singilis, que no estaba lejana, aunque la mayoría de la gente la considera, con alguna probabilidad, como la Anticaria de los romanos. La ciudad se compone de cuestas y de bajadas; en la cima hay un castillo construido por los moros y que contiene el ayuntamiento y dos iglesias parroquiales, una de las cuales fue la sede de un cabildo colegial que ha sido trasladado a la ciudad baja. Ésta es llana, sin subidas ni bajadas, tiene un cabildo, dos iglesias parroquiales y varios conventos, aunque la ciudad alta está mejor habitada: la nobleza y la alta burguesía tiene allí su residencia. La ciudad baja está ocupada principalmente por labradores y artesanos. Antequera es la cabeza de un corregimiento: tiene un corregidor de capa y espada, un alcalde mayor y una población de alrededor de 14000 personas». Laborde, Alexandre de. Itinéraire descriptif de l´Espagne, et tableau élémentaire des différentes branches de l´administration et de l´industrie de ce Royaume. Paris: Nicolle, 1808. Tomo II. Pág. 96.
[3]Estrada, Juan Antonio de. Población general de España, sus reynos y provincias, ciudades, villas y pueblos, islas adjacentes, y presidios de África. Madrid: Imprenta de Andrés Ramírez, 1768. Tomo II. Págs. 21 y ss.
[4]Ponz, Antonio. Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella. Madrid: Imprenta de la viuda de Joaquín Ibarra, 1772-1794. Tomo XVIII. Págs. 147 y ss.
[5]Archivo Histórico Nacional. Estado. Legajo 62, G. «Contrata a favor de Guillermo Jacob para la importación de fusiles y municiones de guerra desde Inglaterra».
[6]«Sin embargo, la ciudad es muy grande y como parece ser de fundación antigua, abundan los edificios romanos y musulmanes, lo que le da una apariencia de gran esplendor. La fecha de su fundación es desconocida, pero se le menciona en los Itinerarios de Antoninus, [...]. El castillo [...] se encuentra en mejor estado de conservación que cualquier fortaleza musulmana de las que hemos visto hasta ahora y la entrada, llamada Arco de los Gigantes, es el modelo más hermoso que he visto de su arquitectura. [...]. Hay pocos lugares de Europa en los que los anticuarios, los botánicos y los geólogos encontrarían tantas cosas valiosas como en Antequera y sus alrededores». Jacob, William. Travels in the south of Spain, in letters written a. d. 1809 and 1810. London: Printed for J. Johnson and Co. St. Paul´s Church-Yard, and W. Miller, 1811. Págs. 311 y ss.
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