Se levantó y tiró de la cadena. Fue al salón, se sentó a la pequeña mesa desvencijada y encendió el portátil. Necesitaba completar los datos del siguiente encargo, pero antes de hacerlo entró en SexNordics BBS. Se metió en su galería de fotos y vio que tenía mensajes nuevos. Un imbécil de Dallas decía que su última foto de Sandra era falsa. Seguramente había buscado las marcas de nacimiento y ahora estaba convencido de que la niña de la foto no era ella. También le pedía otra foto de Sandra, pero más joven; una chica de trece años era demasiado mayor para su gusto.
Svärd sopesó el comentario de aquel tipo. Había ganado mucho dinero con las fotos de Sandra, pero no era suficiente. La demanda del rango de edad de cuatro a seis años había subido. Había locos que estaban dispuestos a pagar hasta cien euros por una foto de una niña de cuatro años desnuda en una pose sexy . Leyó el resto de mensajes y maldijo. Ninguno de aquellos cabrones estaba dispuesto pagar; solo eran imbéciles que querían descargarse las imágenes gratis, a quienes no les importaba que hubiera marcas de agua, porque lo único que querían era admirar su exquisita colección.
Entró en la cuenta del banco y revisó el saldo. Todo lo que tenía eran 258,54 euros. Maldita sea, con eso no podía pagarse ni un vuelo. Tenía que conseguir más dinero.
Se pasó una hora buscando guarderías en el barrio de Kungsholmen, en Estocolmo: había más de veinte. Entró en todas las páginas para ver cuáles estaban abiertas durante el verano y se sorprendió al encontrar siete. Redactó una carta para postularse como profesor sustituto y la mandó a las siete, junto con su diploma falsificado de la Universidad de Linné y un currículum inventado. Usó su antiguo nombre falso, Gustav Thordén. Estaba seguro de que alguna de aquellas guarderías haría las llamadas correspondientes para comprobar que todo era verdad. Pero, incluso si llamaban, les resultaría casi imposible encontrar a alguien durante las vacaciones. Y si estaban desesperadas por contratar a alguien, quizás se saltaran esa parte del proceso.
Después consultó la previsión meteorológica para el día siguiente en una página web: soleado y caluroso todo el viernes. Como era la temporada de vacaciones, las zonas de juegos estarían llenas de familias con niños pequeños. Cerró el portátil y se metió en la cama con una media sonrisa en los labios.
Karlskrona, 6 de diciembre de 1991
—Luego quiero que vayas corriendo a casa de mi madre. Mira qué ropa lleva, vuelve aquí enseguida y dime lo que has visto. Hantverkargatan 17 A, tercera planta. Podrás encontrarlo, ¿verdad?
Jenny suspiró por lo bajo. Aunque a regañadientes, admiraba a aquel jugador de fútbol a quien todo el mundo llamaba Piddle y que se había atrevido a retar a Peter. Miró a Piddle, que a su vez miraba a Peter con atención. Ya no bromeaba. En los últimos minutos, las mejillas se le habían enrojecido, el volumen de su voz había aumentado considerablemente y su tono se había endurecido.
Piddle, que en realidad se llamaba Per Johansson, era la estrella de Karlskrona AIF, el equipo de fútbol de la ciudad. Estaba allí porque era amigo de Affe, que iba camino de meterse de cabeza en la cienciología (aún no estaba convencido del todo, pero le faltaba poco). Piddle era popular entre la gente joven de la ciudad. Había estudiado en la Universidad de Växjö para ser maestro. Inteligente y atractivo, su futuro como jugador de fútbol prometía, lo cual no era muy común entre los jugadores de Karlskrona. A Jenny le caía bien, pero pensaba que aquella noche se podría haber dejado el pañuelo palestino en casa. Seguro que lo llevaba para provocar. Había oído a los demás hablar de él. Decían que era comunista. El comunismo no estaba nada bien visto entre los cienciólogos, de eso no tenía ninguna duda.
Affe jugaba en la liga juvenil de fútbol con Piddle y le habían encargado que captara su interés. Esa era la estrategia: conseguir que gente popular, inteligente y famosa de la ciudad sintiera curiosidad por el movimiento; luego otros los seguirían. La idea había salido del Centro de Famosos de Hollywood, dirigido con éxito por un grupo de cienciólogos durante más de diez años. Habían conseguido reclutar al actor favorito de Jenny, John Travolta, la primera estrella internacional en convertirse a la cienciología. Jenny casi se cayó de la silla cuando Stefan se lo contó. ¡John Travolta! Y el año anterior, Tom Cruise también se había unido al movimiento. Eso era importante, porque si ellos formaban parte de la cienciología, es que algo genial debía de tener.
Aquella noche estaban tomando té en el piso de Peter, situado en la calle Vallgatan. Los había invitado para celebrar que había alcanzado el estado TO III de la cienciología, thetán operante nivel tres. Eso significaba que estaba tres niveles por encima del primer nivel de oyente, llamado Claridad, y que por lo tanto ahora podría abandonar su cuerpo y actuar en el mundo material solo con la fuerza de su mente. A Jenny eso la inquietaba un poco. ¿Y si de pronto Peter aparecía en su casa cuando ella estaba a punto de ducharse o se dedicaba a sobrevolar su cama en mitad de la noche?
Había candelabros con velas encendidas en el suelo, una gran cabeza de Buda tallada en madera de nogal los miraba desde el escritorio, una impresionante lámpara de araña colgaba como un débil sol encima de una mesita de centro de estilo art déco , redonda y con las patas curvas. El salón parecía una tienda de antigüedades, un museo de la galantería de otros tiempos y de la burguesía sueca que había invadido la provincia de Blekinge a finales del siglo xvii.
En la mesita de centro había té de grosella negra y bocadillos, mermelada de moras de Robinson y el aperitivo favorito de Peter: quesitos de La vaca que ríe. En los altavoces sonaba Like a prayer , de Madonna. Diez personas estaban sentadas en el pequeño salón, algunas en el suelo y el resto repartidas entre el sofá de piel marrón y los sillones. Jenny y Stefan ya se sentían parte del grupo. Tras la primera noche en Ronneby, habían quedado varias veces con ellos para tomar café. En esas veladas, Jenny había aprendido mucho sobre la cienciología. Peter, y Mikael, Fredrik y Maria, que también eran agradables, inteligentes y sofisticados, le habían abierto un mundo completamente nuevo.
Aquella era la primera vez que alguien osaba contradecir a Peter, cuestionar lo que decía, y el salón enmudeció tras el reto de Piddle. Stefan bajó el volumen de la música. A Jenny le interesaba mucho saber cómo saldría parado Peter de todo aquello, aunque no creía que Piddle tuviera ninguna oportunidad. Todo el mundo estaba pendiente de Peter, que miró a Piddle con atención y sonrió.
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