Stefan Malmström - Secta

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Basada en hechos reales la cienciología desde dentro. Kalstrona, Suecia.Cuando los cuerpos de Viktor Spandel y su pequeña de cuatro años aparecen sin vida en su domicilio, la policía concluye que el hombre ha matado a su hija y luego se ha suicidado. Pero Luke Bergmann, el mejor amigo de Viktor, cree que se equivocan: sabe que Viktor jamás cometería un crimen así.Decidido a sacar la verdad a la luz, Luke descubrirá la oscura conexión de Viktor con la cienciología en los años 90, un vínculo que lo une a un reducido grupo de personas que ocultan un grave secreto. Y todas ellas corren peligro.Pero Luke tiene un pasado como jefe de seguridad de uno de los mayores capos de la mafia de Brooklyn, con el que tendrá que lidiar si quiere vencer a sus propios demonios y sobrevivir. Un 
thriller que se adentra en la parte más siniestra de la cienciología.

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Índice de con­te­ni­do

Ca­pí­tu­lo 1

Ca­pí­tu­lo 2

Ca­pí­tu­lo 3

Ca­pí­tu­lo 4

Ca­pí­tu­lo 5

Ca­pí­tu­lo 6

Ca­pí­tu­lo 7

Ca­pí­tu­lo 8

Ca­pí­tu­lo 9

Ca­pí­tu­lo 10

Ca­pí­tu­lo 11

Ca­pí­tu­lo 12

Ca­pí­tu­lo 13

Ca­pí­tu­lo 14

Ca­pí­tu­lo 15

Ca­pí­tu­lo 16

Ca­pí­tu­lo 17

Ca­pí­tu­lo 18

Ca­pí­tu­lo 19

Ca­pí­tu­lo 20

Ca­pí­tu­lo 21

Ca­pí­tu­lo 22

Ca­pí­tu­lo 23

Ca­pí­tu­lo 24

Ca­pí­tu­lo 25

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Ca­pí­tu­lo 28

Ca­pí­tu­lo 29

Ca­pí­tu­lo 0

Ca­pí­tu­lo 31

Ca­pí­tu­lo 32

Ca­pí­tu­lo 33

Ca­pí­tu­lo 34

Ca­pí­tu­lo 35

Ca­pí­tu­lo 36

Ca­pí­tu­lo 37

Ca­pí­tu­lo 38

Ca­pí­tu­lo 39

Ca­pí­tu­lo 40

Ca­pí­tu­lo 41

Ca­pí­tu­lo 42

Ca­pí­tu­lo 43

Ca­pí­tu­lo 44

Ca­pí­tu­lo 45

Ca­pí­tu­lo 46

Ca­pí­tu­lo 47

Ca­pí­tu­lo 48

Ca­pí­tu­lo 49

Ca­pí­tu­lo 50

Ca­pí­tu­lo 51

Ca­pí­tu­lo 52

Ca­pí­tu­lo 53

Ca­pí­tu­lo 54

Ca­pí­tu­lo 55

Nota del autor

Título ori­gi­nal: Kult

© Stefan Malmström 2019. All rights re­ser­ved. Ori­gi­nally pu­blished in the Swe­dish lan­g­ua­ge under the title Hjärntvät­tad in 2017. En­glish lan­g­ua­ge edi­t­ion © Stefan Malmström 2019

© de la tra­duc­ción: 2020, Alba Se­rra­no Gi­mé­nez

____________________

Diseño de cu­b­ier­ta y fo­to­mon­ta­je: Eva Olaya

Fo­to­gra­fía de cu­b­ier­ta: Shut­ters­tock

___________________

1.ª edi­ción: oc­tu­bre 2020

De­re­chos ex­clu­si­vos de edi­ción en es­pa­ñol re­ser­va­dos para todo el mundo:

© 2020: Edi­c­io­nes Ver­sá­til S.L.

Av. Dia­go­nal, 601 planta 8

08028 Bar­ce­lo­na

www.ed-ver­sa­til.com

____________________

Nin­gu­na parte de esta pu­bli­ca­ción, in­cl­ui­do el diseño de la cu­b­ier­ta, puede ser re­pro­du­ci­da, al­ma­ce­na­da o trans­mi­ti­da en manera alguna ni por ningún medio, ya sea elec­tró­ni­co, quí­mi­co, me­cá­ni­co, óptico, de gra­ba­ción o fo­to­co­p­ia, sin au­to­ri­za­ción es­cri­ta del editor.

«La noche ha caído en nues­tra tierra.

¡Las es­tre­llas la ilu­mi­nan, re­lu­c­ien­tes, bri­llan­tes!

Nues­tros mundos pe­q­ue­ños de­am­bu­lan, dis­tan­tes.

La os­cu­ri­dad parece no tener fin.

La os­cu­ri­dad y el cre­pús­cu­lo y la pro­fun­di­dad,

¿por qué? ¿Por qué los amo?

Aunque las es­tre­llas erren lejos.

La tierra es aún el hogar de la hu­ma­ni­dad».

Erik Blom­berg

Todos los per­so­na­jes que apa­re­cen en este libro —ex­cep­to los per­so­na­jes pú­bli­cos re­co­no­ci­bles— son fic­ti­c­ios, y cual­q­u­ier pa­re­ci­do con per­so­nas reales, ya estén vivas o muer­tas, es pura coin­ci­den­c­ia.

1

A Luke le tembló la mano cuando in­ten­tó meter la llave en la ce­rra­du­ra. Algo iba mal, muy mal.

—¡Abre la puerta de una vez! —gritó The­re­se, la ex­mu­jer de Viktor, de pie detrás de Luke y al borde de la his­te­r­ia. A las ocho y media de la tarde de un lunes, es­ta­ban ante la puerta del piso de Viktor, en la ter­ce­ra planta del número 30 de la calle Ala­me­dan, en el centro de Karls­kro­na.

Luke mal­di­jo. La llave no quería entrar.

—Debes de ha­ber­te eq­ui­vo­ca­do de llave —dijo Luke—. Esta no entra.

The­re­se lo agarró del brazo y trató de qui­tár­se­la.

—Dámela. Ya lo hago yo.

Luke apartó el brazo con brus­q­ue­dad.

—No, yo lo haré —le espetó, y al mo­men­to se sintió cul­pa­ble por la as­pe­re­za de sus pa­la­bras. No era justo ha­blar­le de ese modo a The­re­se. Tenía de­re­cho a que la pre­o­cu­pa­ción la con­su­m­ie­ra. Viktor ten­dría que haber lle­ga­do con Agnes, la hija de cuatro años de ambos, a casa de Luke para cenar a las seis de la tarde, y de eso hacía ya dos horas y media. Luke había lla­ma­do a Viktor cuando pasaba una hora de la cita, pero no le con­tes­tó. Una hora más tarde, Luke, pre­o­cu­pa­do, de­ci­dió salir de su cabaña y se di­ri­gió al piso de cinco ha­bi­ta­c­io­nes y 275 metros cua­dra­dos de Viktor, en un es­pec­ta­cu­lar edi­fi­c­io de la­dri­llo visto. Hacía tres años que Viktor, su mejor amigo, vivía allí. Desde que se había di­vor­c­ia­do de The­re­se.

Al llegar a la ter­ce­ra planta, Luke oyó música y pensó que Viktor es­ta­ría dentro con Agnes. Pero nadie res­pon­día al timbre. Tras llamar y apo­rre­ar la puerta du­ran­te diez mi­nu­tos, no le quedó más re­me­d­io que te­le­fo­ne­ar a The­re­se para pe­dir­le su llave.

So­na­ron cuatro tonos y The­re­se res­pon­dió. Se oía mucho ruido y con­ver­sa­c­io­nes de fondo. Estaba en una fiesta de tra­ba­jo y se mostró irri­ta­da y ner­v­io­sa cuando le pre­gun­tó si le podía traer su llave. Había dejado a Agnes con Viktor a las cinco de la tarde y todo le había pa­re­ci­do normal. Le dijo que le lle­va­ría la llave en­se­g­ui­da.

Cuando col­ga­ron, Luke pulsó el botón del as­cen­sor para man­dar­lo abajo, de manera que The­re­se no per­d­ie­ra tiempo su­b­ien­do por las es­ca­le­ras. Al cabo de diez mi­nu­tos oyó que el as­cen­sor se ponía en marcha y paraba en la ter­ce­ra planta. The­re­se apa­re­ció ante él. Iba muy arre­gla­da.

—No ten­dría que haber acep­ta­do la cus­to­d­ia com­par­ti­da. —Fueron las pri­me­ras pa­la­bras que sa­l­ie­ron de su boca—. Viktor apenas puede cuidar de sí mismo. ¿Cómo va a cuidar de una niña?

Mien­tras le daba la llave a Luke, siguió que­ján­do­se:

—Ya me ha es­tro­pe­a­do la noche. Es­tá­ba­mos ce­le­bran­do el mayor en­car­go en toda la his­to­r­ia de la em­pre­sa y justo íbamos a sen­tar­nos a cenar un menú de tres platos. Esta me la va a pagar, que le quede claro.

Unos mi­nu­tos des­pués, aq­ue­lla calma con­te­ni­da se había con­ver­ti­do en un pánico puro, vis­ce­ral. Era la pri­me­ra vez que Luke veía a una madre ate­rro­ri­za­da por la se­gu­ri­dad de su hijo, y le pa­re­ció la emo­ción más po­de­ro­sa de la que había sido tes­ti­go en toda su vida. In­clu­so au­men­tó su de­ses­pe­ra­ción por entrar al piso cuanto antes.

Ins­pec­c­io­nó la llave. Al prin­ci­p­io pen­sa­ba que era una de esas que fun­c­io­nan igual por las dos caras, pero ahora se daba cuenta de que quizás la había estado usando al revés. Le dio la vuelta y entró bien en la ranura. La giró y oyó el clic del ce­rro­jo. Empujó la pesada puerta y el sonido de la música le mar­ti­lleó los tím­pa­nos. Era jazz .

«Qué raro —pensó—. A Viktor no le gusta el jazz ».

En­cen­dió la luz del salón y entró en el piso, ele­gan­te y mi­ni­ma­lis­ta. Viktor no había re­pa­ra­do en gastos cuando se di­vor­ció de The­re­se. Había com­pra­do aquel in­m­ue­ble y lo había re­no­va­do casi por com­ple­to. Cocina nueva, baños por es­tre­nar, suelos res­t­au­ra­dos y una mano de pin­tu­ra: una re­for­ma in­te­gral. Había con­tra­ta­do a una em­pre­sa de de­co­ra­ción de in­te­r­io­res y le había dado vía libre. Le costó una for­tu­na, pero si al­g­u­ien podía per­mi­tír­se­lo era Viktor. El suelo del re­ci­bi­dor, de bal­do­sas cua­dra­das blan­cas y negras, pa­re­cía un ta­ble­ro de aje­drez. Las pa­re­des eran blan­cas, y sobre un pe­q­ue­ño se­cre­ter negro col­ga­ba una obra del ar­tis­ta de la pro­vin­c­ia de Ble­kin­ge Kjell Hobjer: un gran pez rojo que ocu­pa­ba prác­ti­ca­men­te todo el lienzo sobre un fondo azul bri­llan­te.

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