-Sarie, Yert no ha comentado nada a cerca de ello. Seguramente ha ocurrido algo en el futuro que... La verdad, no creo que darle vueltas ahora tenga mucho sentido.
¿Teip estaba convencido o tratando de conoce a Sarie? Sarie no era convencible, salvo por medio lógicos. Pues claro que lo tenía. No, desde luego a ella no la estaba convenciendo, pero a cambio sí notó que la mano de Ist se le colaba sinuosamente, casi serpenteante, ooooooh… ¡por la cadera!, y le apretaba con suave disimulo. Oh... y sí, deliciosamente... la cintura... Y... pues... bien sorprendida... Calló. Qué atrevido sinvergüenza... Ah, ¿que no? La mirada del riano demasiado obvia, ¿no? ¿Tan sólo se trataba de un “por favor, déjalo seguir, mujer”? ¡Ahora que ya estaba en punto ebullición! Por un momento se imaginó que... No, mejor no imaginar nada.
Qué equivocada. Por lo que se veía, las Matemáticas y la comprensión de la realidad de los fetichismos mentales masculinos, le discurrían a la ingenua por circuitos neuronales bien distintos y distantes. Ist –que naturalmente sabía la verdad nada profunda de su verdadera intención- después de la sutil faena, miró su manita, y se felicitó de su audacia. Dos motivos de acierto. El “a” era por lo de –también- adecuado de la maniobra. Eso del despiste y esas cosas. El “b”, por favor... el “b”... Pero Ist, lamentablemente también estaba obligado a no renunciar al punto “a”: ir hacia delante y que el viejo no se mosqueara y los dejase colgados, pues no en vano recién lo habían conocido y quedaba mucho por averiguar. No había tiempo que perder pues, y apremió a Teip, casi con mansedumbre de encantador gentil. Total ya el objetivo estaba cumplido; el verdadero objetivo. Menudo zorro, había conseguido la excusa perfecta para... tocarla... ¡Tocarla! ¡Tocarla, tocarla, tocarla! ¡¡¡Tocarla!!! Tocarla... Como fuera o como fuese.Tocarla... Formuló un millón de infinitas gracias al mundo que daba tanta felicidad con tan sólo un mal pensamiento y unos dedos repletos de yemas. Igual no estaba muy centrado en otra cosa. Evidentemente aquello si no era una necesidad imperiosa, un impulso incontenible, ¿qué, entonces? Y bueno, pues, eso, que había encontrado la excusa perfecta, y punto. Sarie era hermosa, preciosa... El Cielo en carne y hueso. Había necesariamente que tocarla. Punto. A Ist le temblaban las piernas como a un niño que hubiese cometido una feliz travesura. La verdad era que ambos se habían acompasado las miradas como quien juega al despiste tras una señal entre colegas en una partida de brisca ¿Para qué reproches? Igual daba, que Teip siguiera “con lo suyo”, prescindirían de ese punto por ahora. Y había cosas verdaderamente más importantes en las que pensar, por ejemplo: Yert estaba allí y no lo podían evitar. Seguramente si alguien más tuviera que aparecer ya lo habría hecho. Y si esto y si lo otro. Y si aquello. Qué tontería. Todo era novedad y el mundo se movía. Punto. La había tocado… Le había tocado…
Ajeno a la realidad “a”, y ante tanta aparente comprensión de los sentimientos encontrados que allí “percibía” –no sabía bien de qué carácter-, Teip inició la descompresión. No había tanto de qué preocuparse por lo del trazador, dudaba mucho que su padre hubiera dejado cabos sueltos. Por lo menos, los que no le interesase. Siempre se había tomado muy a pecho la seguridad en ese punto. Si esa situación se había producido era porque él seguro que lo había querido. Suponía. Pero tranquilidad, tenía gran fe en su inteligente padre.
Por mucho que dijera, aquello no terminaba de cuadrar en la cabeza de doña reparos, pero tampoco quería perder el hilo que se estaba desmadejando. Sí, mejor que continuase. No, si él continuaba, sin problema, y hasta les rogaba nuevamente que se le dirigieran sin tanto formalismo. “Tú” y no “usted”. A él le salía de forma natural. Lógico, tenía edad más que suficiente para ello. Total, que para él, cinco amigos. Contaba a Eti, sin duda. Para los tres recién llegados, aparentaba más, que seis; uno de ellos ese bien gordito, que en el fondo, no le estaba siendo tan irritable como lo recordaba. En fin, Gie volvió la mirada hacia Eti, que le lanzó la sonrisa más esplendorosa que se pueda ofrecer. Pura cortesía pastelera espolvoreada toda ella con azúcar envenenado, a su ver. O al menos a él le seguía pareciendo. Se veía que contaba para Teip como de la familia; eso, desde luego.
Teip abrió velas y comenzó a desplegar la historia. Todo comenzaba con una cuadrilla de buenos camaradas que iban juntos a todas partes. Los cuatro participaban en el experimento del control del tiempo, si bien era cierto que cada uno, a su modo, Aquella semana tan especial… Dart y Yert habían estado enfrascados en otros asuntos militares, una especie de ondas para paralizar el sistema de control de cohetes militares, o algo así. De todos modos, aquel experimento había fracasado.
-Y se reunieron con nosotros dos días después, cuando el nuestro ya era un éxito en toda regla.
“Yo pensaba que Yert era un zoquete” -comentó jocosamente Gie-. Sarie se adelantó a Teip, para confirmar lo que ella sabía que este le iba de algún modo a responder. Pudiera ser que, visto lo visto, no le hubiese gustado mucho la expresión vertida sobre él. Por si acaso, hizo de cortafuegos del bocazas ilustrándole con eficaz razonamiento, que aquel a quien se refería no podía ser cualquier desgraciado del mundo. Que analizara. Para abrir de boca, era General. Que pensara qué puesto en promoción hacía falta para obtener ese grado. Entre los diez primeros de su promoción, o lo que fuese, seguramente. Pues eso. Ahora Teip retomó la palabra.
-Bueno, nosotros copábamos los cuatro primeros puestos.
-Entiendo.
-Gracias por entenderlo Gie, pero es importante aclarar que no me refiero a una promoción “o algo parecido”.
¿Si no se refería a eso, a qué entonces?
-Gie, me refiero a un ranking, muy peculiar. Al de nuestro ya superpoblado planeta.
Comenzaba fuerte el hombre: copaban los cuatro primeros…, de una selección mundial. Más fuerte imposible. Dart y él eran nativos del lugar en que se encontraban. El proyecto de la máquina del tiempo era suyo, y por tanto se le había concedido desarrollarlo donde más me gustase ¿Dónde mejor que en donde vive uno? Bien, entonces, Yert, ¿era malvado? Tenía sus dudas ¿Codicioso? Nooo. Para nada ¿Gordo...? Un poquito. Esto último hizo que estallara en una carcajada riéndose su propio chiste.
-Sí, podía ser muchas cosas, ¡pero no era un zoquete!
Claro que no, sabía muy bien el terreno que pisaba. Cuidado con la idea que pudieran haberse formado de él. Sin el concurso de su brillantez muchos de sus trabajos, y de los otros tres, simplemente no habrían fructificado, o por lo menos se hubieran retrasado a saber cuánto. Él era como una maravillosa enzima catalizadora de las ideas ajenas, y sobre todo, un gran planteador de interesantes hipótesis. En ocasiones, cuando alguno de ellos se “atascaba” solía emerger del mar de la confusión mágicamente con su curiosa intuición al rescate, para hacerles ver precisamente la luz que ya les estaba iluminando. Simplemente les hacía tener fe en ellos mismos ¡Oh, muy bien, oh, magnífico!, pero, a ver, “¿todos estos años siendo los primeros?” -enfatizó Sarie, muy dispuesta a no perder el hilo, y la lógica, de la interesante historia.
-Querida Sarie, te gusta saber, ¿verdad? Todos estos... Siglos. No, no digáis nada, dejadme continuar. Todos estos siglos en nuest... sus manos, en realidad ¿Qué podía hacer una civilización que era transbordada continuamente para ser, digamos, “reprocesada” en Naves según las “necesidades”?
Cuántas cosas desconocían y cuántas creía saber. Quien salía de Ría, ya no regresaba. O los dirigían hacia otros sistemas planetarios o permanecían como nómadas errantes de nave en nave de por vida.
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