Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino». Mt 2,1-12
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«Reconozcamos, amadísimos, en los Magos que adoran a Cristo las primicias de nuestra vocación y de nuestra fe y celebremos con el alma alborozada el comienzo de nuestra feliz esperanza. Entonces fue cuando comenzamos a entrar en posesión de nuestra herencia eterna. Entonces se nos abrieron los misterios de la Escritura que nos hablan de Cristo, y la verdad (...) difundió su luz sobre todos los pueblos. Veneremos este día santísimo, en que se manifestó el autor de nuestra salvación, y adoremos omnipotente en el cielo al que los Magos veneraron recién nacido en la cuna. Así como ellos ofrecieron al Señor dones sacados de sus tesoros con una significación mística, del mismo modo saquemos también nosotros de nuestro corazón dones dignos de Dios. Aunque Él distribuye todo bien, sin embargo, busca el fruto de nuestro trabajo. El reino de los cielos no es de los que duermen, sino de los que velan y trabajan en los mandamientos de Dios. Si no invalidamos los dones hechos por Él mismo, mereceremos, por los bienes que nos ha dado, recibir los que nos ha prometido»10.
UNA TEOLOGÍA DE RODILLAS
Después de haber meditado en la “teología del pesebre”, sobre la que nos hablan las lecturas bíblicas del tiempo navideño, alzamos nuestra mirada de fe hacia el horizonte del firmamento, para contemplar admirados la lluvia de estrellas que lo pueblan.
Todos tenemos una estrella que marca un rumbo y da un sentido a nuestra propia existencia, a nuestro peregrinar por la vida.
En el Antiguo Testamento se nos habla de un personaje muy simpático, medio adivino y medio charlatán, a quien Dios convirtió en profeta de la esperanza; se llamaba Balaam. Con mirada penetrante y contemplativa, vio surgir el lucero brillante de la mañana, presencia anticipada del Mesías esperado.
Nosotros también debemos otear el horizonte de la vida, para poder como los reyes magos del evangelio, discernir los signos de los tiempos, y adorar de rodillas, el misterio de un Dios encarnado, que se nos manifiesta en la debilidad de un niño.
Dios habría podido entrar en la historia de muchas maneras. Como un gran sabio, un político triunfador, un gran hombre de ciencia, un artista o deportista famoso. Esto le habría suscitado admiradores, pero también detractores.
En cambio, qué hombre de buena voluntad, pobre o rico, puede rechazar la presencia de un Niño, que, con sus sonrisas y lágrimas, sin lugar a dudas cambiará nuestra vida y nos conducirá a partir de ahora, ¡por otro camino!
10. San León el Grande, Homilía tercera sobre la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo , 4 (trad. en: San León Magno. Homilías sobre el Año Litúrgico , Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1969, pp. 128-129 [BAC 291]).
«En aquel tiempo, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”.
Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios”.
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”.
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo» Mt 4,1-11
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«Nuestra vida en este destierro no puede estar sin tentación, ya que nuestro progreso se lleva a cabo por la tentación. Nadie se conoce a sí mismo si no es tentado ni puede ser coronado si no vence; ni vencer si no pelea ni pelear si le faltan enemigo y tentaciones. El que grita desde los confines de la tierra se halla angustiado, pero no abandonado. Este también quiso prefigurarnos a nosotros mismos, que somos su cuerpo, en su propio cuerpo, en el cual murió, y resucitó, y subió al cielo, a fin de que confíen los miembros que han de ir a donde precedió la cabeza. Luego nos transfiguró en Él a nosotros cuando quiso que le tentase Satanás. Se lee en el evangelio que nuestro Señor Jesucristo fue tentado por Satanás en el desierto. Cristo ciertamente fue tentado por el diablo. Pero tú eras tentado en Cristo porque Cristo tenía para sí la carne de ti; y de sí tenía para ti la salud; de ti para Él, la muerte; de sí para ti, la vida; de ti para Él, los ultrajes; de sí para ti, los honores; luego de ti para sí, la tentación; de sí para ti, la victoria. Si en Él fuimos tentados, en Él vencemos nosotros al diablo. ¿Ves que Cristo fue tentado y no ves que Cristo venció? Reconócete a ti mismo tentado en Él y reconócete también victorioso en El. Podía haber prohibido que el diablo le tentase; pero, si no hubiera sido tentado, no te hubiera enseñado, al ser tentado, el modo de vencer»11.
EL SACRAMENTO DE LA CUARESMA
La cuaresma es un tiempo de cuarenta días en el que peregrinamos, impulsados por el Espíritu de Jesús, hacia la meta de la Pascua. No es un fin absoluto, sino un trampolín que nos zambulle en la alegría de la resurrección y en la comunión con el resucitado.
Aunque nos cueste comprenderlo, la cuaresma es un sacramento, es decir una fuente de bendiciones y de gracias, que nos introduce de forma gradual, en un mejor conocimiento del misterio de Cristo. Y desplazando el pecado de nuestras vidas “gota a gota”, nos va humanizando y cristianizando.
Este caminar cuaresmal presenta una dimensión comunitaria y solidaria. Son cuarenta días dedicados a aprender a amar, amando a nuestros hermanos.
Iniciando el entrenamiento de la cuaresma, el evangelio de hoy nos muestra a Jesús acosado por el demonio de las tentaciones.
En la primera tentación, frente a un mesianismo barato y muchas veces demagógico, el Señor nos invita a alimentarnos con el pan de la palabra de Dios, para convertirla así en pan de la solidaridad.
En la segunda tentación, asediado por un triunfalismo fácil y barato, Jesús apuesta con su vida a un Dios que no defrauda; misterioso, pero no mágico.
En la tercera tentación, en lugar del servilismo obsecuente de aquellos que venden su alma a cualquier precio, el Señor nos propone la actitud abnegada del servidor sufriente, que no vino a ser servido, y tampoco a servirse de un Dios de bolsillo.
“Dios todopoderoso, concédenos que el sacramento anual de la Cuaresma nos conduzca a un mejor conocimiento del misterio de Cristo y a una vida cristiana más digna”.
11. San Agustín de Hipona, Enarraciones sobre los Salmos , 60,3 (trad. en: Obras de san Agustín , Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1965, t. XX, pp. 519-520 [BAC 246]).
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