DOMINGO 28º
DOMINGO 29º
DOMINGO 30º
DOMINGO 31º
DOMINGO 32º
DOMINGO 33º
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Solemnidades y Fiestas
2 de febrero: PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
24 de junio: NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA
29 de Junio: SANTOS PEDRO Y PABLO
15 de agosto: ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
14 de septiembre: EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
1º de noviembre: TODOS LOS SANTOS
2 de noviembre: CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
8 de diciembre: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Noticias biográficas de los Autores citados en las notas
En el transcurso de su vida monástica el P. Pedro fue escribiendo sus reflexiones sobre los Evangelios dominicales de los tres ciclos que actualmente celebramos en la liturgia. Fiel a su estilo coloquial, breve y conciso, sus meditaciones “jugosas”, nos transmiten siempre un mensaje de esperanza, saliendo al encuentro de las preocupaciones de nuestro tiempo.
Cuando ya llevaba algún tiempo en esa tarea, me pidió que colaborara con él, agregando, a continuación del texto evangélico, algún aporte de los autores de los primeros siglos de la era cristiana. Acepté con gusto el ofrecimiento. Y así vio la luz la sencilla obra que ahora presentamos.
El plural presentamos no es un error porque, aunque el P. Pedro ya no está físicamente entre nosotros, siempre tuvo el deseo de que, concluida la tarea, el trabajo realizado pudiera estar disponible para el mayor número posible de fieles.
A las reflexiones sobre los Evangelios dominicales, en un segundo momento, el P. Pedro quiso añadir algunos aportes para las fiestas o solemnidades que, en determinados años, se celebran el domingo.
Esta obra tiene algunas limitaciones que no conviene silenciar. La primera, no están presentes todas las grandes fiestas de nuestro calendario, por ejemplo, faltan las meditaciones sobre la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Segunda, nunca se le puso un título a esta obra. El que ahora se ha escogido, por tanto, es un agregado póstumo. Finalmente, algunas de las meditaciones puede que se repitan, o sean muy parecidas entre las de un ciclo y otro.
Las limitaciones creo que en modo alguno le quitan valor a este gran esfuerzo de una vida entera, que está en plena consonancia con otra importante obra del Autor, e incluso emparentada por el título: Tomando por guía el Evangelio , que guía e ilumina nuestras vidas .
Enrique Contreras, osb
JESUCRISTO, NUESTRA COMÚN ESPERANZA DE GLORIA
En memoria del P. Pedro Eugenio Alurralde, osb (14.01.1933 – 24.04.2020)
¡Cuántas veces escuchamos al P. Pedro utilizar esa frase, especialmente en la celebración de la Eucaristía! Ella sintetizaba el sentido de su vida: Jesucristo ; y la meta anhelada: llegar a la eterna felicidad anunciando la gloria del Resucitado1.
La vida monástica del P. Pedro se caracterizó por un deseo ferviente de dar a conocer el seguimiento de Jesucristo en la vida monástica, propagarla, irradiarla e implantarla en diversas regiones de América Latina.
Fue un monje extremadamente “móvil”; tal vez para el sentir de muchas personas: “un poco mucho”. Es muy posible que nunca hayamos comprendido ese secreto “ardor” que lo movilizaba, el mismo que experimentaron los discípulos de Emaús de camino con el Resucitado.
Poco tiempo después de su ordenación sacerdotal (10.12.1967), fue designado primer prior del Monasterio autónomo de Los Toldos (19.05.1968). Pero pronto comenzó a sentir que debía ponerse al servicio de otras Comunidades del Cono Sur: en 1974, fue a colaborar con los monjes de la Abadía de Cristo Rey (El Siambón, Tucumán); y en 1976, como prior de este Monasterio, inició la fundación del Monasterio de Nuestra Señor de la Paz (Calmayo, Córdoba); poco más tarde, en 1977, fue elegido primer abad del Siambón, concluyendo su servicio abacial el 13 de noviembre de 1978.
No habían transcurrido seis años, cuando, en 1984, fue designado prior de la nueva fundación de la Abadía de Los Toldos en Paraguay: Tupäsy María, donde trabajó con mucho empeño hasta 1992. En esta etapa su cuerpo comenzó a dar signos de cansancio y a pedirle que transitara un poco más despacio sus días en la tierra.
Sin embargo, todavía tuvo fuerza suficiente como para colaborar con el Monasterio de Calmayo, a partir de la segunda mitad año 2004. El esfuerzo y la entrega que puso en este nuevo servicio fue mucho mayor de lo que el P. Pedro dejó traslucir hacia afuera. Sin duda, el costo físico que tuvo que pagar resultaría determinante para los años que seguirían.
Durante estas “peregrinaciones”, que así las consideraba, casi espontáneamente surgía la pregunta de quienes lo rodeábamos: ¿son en verdad necesarias? Su respuesta, en cierta ocasión, fue: “ Como encadenado por el Espíritu, voy sin saber lo que me sucederá. Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan ” (cf. Hch 20,22-23). Lo llamativo es que lo dijo en el inicio de su peregrinación, en tanto que san Pablo lo afirmaba en su despedida de los presbíteros de Éfeso.
En los períodos que bien podríamos llamar de “sosiego”, fue escribiendo varios libros, más bien breves, en los que volcaba sus vivencias, sus experiencias personales y comunitarias. De entre ellos cabe mencionar su “versión extractada de la Regla de san Benito”, a la cual en un segundo momento añadió un comentario, y finalmente publicó en un pequeño libro: “Tomando por guía el Evangelio”, prologado por el Cardenal Eduardo F. Pironio. Esta obra conoció varias ediciones, y en cada una de ellas introdujo pequeñas modificaciones.
La muy especial atención que le dedicó al texto de nuestro Padre san Benito, es el signo preclaro de la preocupación constante, ya mencionada, y principal del P. Pedro, la motivación de su existencia: dar a conocer la vida monástica benedictina, propagarla, irradiarla; que hubiera más monjas, más monjes y más monasterios en nuestros países de América Latina.
Esa meta, si se me permite la expresión, lo “perseguía”. Y por ello siempre tuvo un aprecio del todo particular por la Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur, siendo uno de sus iniciadores, y su primer presidente.
Los últimos años de la existencia terrena del P. Pedro no fueron fáciles. La progresiva cuasi inmovilidad que le impuso su ajetreado físico fue onerosa para él, y por momentos le hacía sufrir, privándolo de su proverbial alegría y buen humor. Pero nunca le impidió seguir participando activamente en la vida comunitaria. Más bien fue como un gran retiro espiritual que lo preparó para el encuentro definitivo con el Señor.
Dejemos ahora que el mismo P. Pedro nos regale, a modo de herencia espiritual, la explicación de su pedagogía del camino :
«La vida del hombre es habitualmente un largo camino. El hombre es tierra que anda. Pero cuando este camino se encara con óptica de fe, se convierte entonces en peregrinación, y el cristiano en peregrino.
El camino de los peregrinos de Emaús tiene un carácter ejemplar para nosotros los creyentes. Y la presencia del Señor resulta iluminadora.
Somos una Iglesia pascual que peregrina en la fraternidad, y que se nutre de tres vivencias pascuales, claramente explicitadas por el Señor resucitado a través de sus palabras y de sus gestos.
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