Defensores de la libertad
Acostumbrados a la lectura religiosa de los Evangelios sobre las afirmaciones de Cristo tocante a la libertad, entendida casi siempre en términos de perdón de pecados y donación de nueva vida mediante la fe, se suele pasar por alto la novedad y radicalidad del mensaje cristiano en su día y en su mundo.
Tanto en la religión griega como en la romana la vida de los hombres estaba dominada por un destino que ni siquiera los dioses podían cambiar. Solamente los misterios de Osiris ofrecieron por primera vez al mundo grecorromano una salida individual al inquebrantable destino, enseñando que era posible resistirlo y abrir un camino de salvación. Esto explica su gran difusión por todo el imperio. El cristianismo va a ahondar en ese mensaje liberador frente a todo fatalismo religioso y astrológico de la época. Ireneo, y Orígenes sobre todo, son sus defensores más apasionados. El muy posterior debate teológico sobre la predestinación, la soberanía divina y el libre albedrío oscureció en el sector reformado la importancia y novedad del llamamiento a la libertad del cristianismo. El hombre es necesariamente libre por ser un sujeto moral por libre determinación divina.
De modo que Ireneo es el teólogo de la unidad de Dios, y de la unidad del designio de Dios sobre la creación a través de la redención de su Hijo y de la acción perenne del Espíritu en la Iglesia; pero es también el teólogo de la libertad del hombre y de la realización progresiva del designio de Dios en la vida humana, que de la infancia va caminando hacia la madurez gracias a la admirable pedagogía divina.
La primera edición impresa de Contra las herejías fue editada por Erasmo en 1526; está basada en manuscritos de la versión latina, bastante deficientes en algunas partes, corregidas por la edición de Feuardent, profesor de teología de París, publicada en el 1575, que conoció seis reimpresiones. En 1702 apareció la edición de Grabe, un erudito prusiano que utilizó las porciones griegas del texto de Epifanio, publicada en Oxford. Diez años después apareció la importante edición parisina del monje benedictino Massuet, reeditada en Venecia en 1724 y París en 1857 por Migne.
La edición alemana fue publicada el año 1853, mientras que en 1857 Wigan Harvey publicó en Cambridge una edición crítica inglesa, con la importante innovación de incluir el texto griego del Philosophoumena de Hipólito, recientemente descubierto, y tres nuevos fragmentos de una versión siríaca del texto griego de Ireneo, de la colección Nitrea de manuscritos siríacos del Museo Británico. Estos manuscritos tienen el interés de corregir la lectura de la bárbara versión latina, sin cuya ayuda hubiera sido ininteligible. Adelin Rouseau y Louis Doutreleau publicaron una edición crítica en francés (1965-1982), utilizando los fragmentos griegos que se conservan y la traducción latina que se hizo en el siglo V.
Sorprendentemente, España quedó descolgada de esta labor hasta hace bien poco, cuando Jesús Garitaonandia Churruca tradujo por primera vez en castellano Adversus Haereses publicada en cinco pequeños volúmenes por la Editorial Apostolado Mariano (Sevilla 1999), basada en la edición crítica de Rouseau y Doutrelau. Casi al mismo tiempo, Carlos Ignacio González, S. J., profesor de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, preparó una nueva edición, literalmente titulada Contra los herejes , publicada por la Conferencia del Episcopado Mexicano (México 2000).
Antes de esto, teníamos los magníficos trabajos de Antonio Orbe, que es, sin lugar a dudas, el mayor especialista de Ireneo en castellano. Suyas son las siguientes obras:
Parábolas evangélicas de San Ireneo , 2 volúmenes. BAC, Madrid.
Antropología de San Ireneo . BAC, Madrid 1969.
Cristología gnóstica . Introducción a la soteriología de los siglos II y III. 2 vols. BAC, Madrid 1976.
Teología de San Ireneo , 3 vols. BAC, Madrid 1985-1988.
Así como la edición bilingüe y crítica de:
Demostración de la predicación apostólica . Editada por Mons. Eugenio Romero Pose. Ciudad Nueva, Madrid 1992.
ALFONSO ROPERO
CONTRA LAS HEREJÍAS
LIBRO I
EXPOSICIÓN DE LAS DOCTRINAS HERÉTICAS
Prefacio
1. Hay quienes, rechazando la verdad, introducen falsos discursos y “genealogías interminables, más propias para promover discusiones”, como dice el apóstol, “que para la edificación de los planes de Dios, que se fundan en la fe” (1ª Ti. 1:4). Por una verosimilitud, dispuesta artificiosamente, seducen el espíritu de los necios y los cautivan alterando las palabras del Señor, haciéndose mal intérpretes de lo que ha sido expresado correctamente. Se hacen así causa de la perdición de muchos, apartándolos, con el pretexto de gnosis, de aquel que ha establecido y ordenado este universo; como si ellos pudieran mostrar algo más elevado y más grande que el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y todo lo que ellos contienen.
Por medio de su elocuencia atraen de manera especial sobre todo a los que son un tanto simples y tienen comezón de oír; después, sin preocuparse más de la verosimilitud, causan la ruina de estos desgraciados, inculcando pensamientos blasfemos e impíos contra su Creador a gentes incapaces de discernir lo falso de lo verdadero.
2. Porque el error no se manifiesta tal cual es, por temor de que, apareciendo desnudo, sea reconocido; sino que, adornándose artificiosamente de un vestido de verosimilitud, obra de modo que aparece a los ojos de los ignorantes más verdadero que la verdad misma, gracias a esta apariencia exterior. Como decía a propósito de esto uno mejor que nosotros: 1
La piedra preciosa,
La esmeralda, considerada de mucho valor,
Es avergonzada por imitación artística en vidrio,
Siempre que no está cerca el que tiene poder para demostrarlo y
Detectar el engaño astuto.
También, cuando una aleación de latón
Es mezclada con plata, el que no es entendido
¿Cómo lo podrá averiguar fácilmente?
Por tanto, para que nadie, por culpa nuestra, sea apresado como oveja por lobos, ya que el Señor nos ordenó guardarnos de éstos, suelen estar camuflados con la indumentaria exterior de piel de oveja (Mt. 7:15), y así hablan como nosotros, pero piensan de diferente manera, he juzgado necesario manifestarte, querido amigo, sus prodigiosos y profundos secretos, que no todos comprenden (Mt. 19:11), porque no todos tienen su capacidad; después de haber leído los comentarios de los discípulos de Valentín y haber profundizado en su doctrina. Informado así de estas doctrinas tú, a tu vez, las harás conocer a todos los que están contigo y les enseñarás a precaverse del abismo de la sinrazón y de la blasfemia contra Dios.
Referiremos breve y claramente, tal como nos sea posible, la doctrina de los que enseñan el error. Comenzaremos por Ptolomeo y las gentes de su entorno, cuya doctrina es la flor y nata de la escuela de Valentín y suministraremos, según nuestras modestas posibilidades, los medios para refutarlos, mostrando que sus pareceres son absurdos, inconsistentes y en desacuerdo con la verdad. No es que tengamos por costumbre consignar algo por escrito o que estemos ejercitados en el arte de escribir discursos; mas la caridad nos obliga a manifestarte a ti y a los que están contigo las enseñanzas cuidadosamente encubiertas hasta ahora, y así sus doctrinas quedarán manifiestas, por la gracia de Dios: “porque no hay nada oculto que no haya de manifestarse, ni secreto que no haya de saberse” (Mt. 10:26).
3. Tú no puedes exigir de nosotros, que vivimos entre celtas, y que la mayor parte del tiempo tratamos nuestros asuntos en dialecto bárbaro, ni el arte de la elocuencia que no hemos aprendido, ni la habilidad del escritor, que no hemos practicado, ni la elegancia de palabras, ni el arte de persuadir, que desconocemos; pero lo que, de manera sencilla, verdadera y en estilo vulgar, te hemos escrito con cariño, lo recibirás también con amor y lo desarrollarás por tu cuenta, como más capaz que nosotros, después de haber recibido de nosotros una especie de “simiente” y como unos simples “comienzos”, harás fructificar abundantemente en el oído de tu espíritu lo que hemos expresado nosotros en pocas palabras, y ofrecerás eficazmente a los que están contigo lo que tan pobremente hemos hecho conocer nosotros.
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