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López Vela, Adriana Leonor, autor
Los fantasmas de Armero, o el quinto elemento: crónicas desde el cuerpo / Adriana Leonor López Vela -- Medellín: UPB, 2020.
274 páginas : 17 x 24 cm.
ISBN: 978-958-764-832-4 (versión e-pub)
1. Imaginarios urbanos – 2. Armero (Tolima, Colombia) – Relatos – I. Título
CO-MdUPB / spa / rda
SCDD 21 / Cutter-Sanborn
© Adriana Leonor López Vela
© Editorial Universidad Pontificia Bolivariana
Vigilada Mineducación
Los fantasmas de Armero, o el quinto elemento: crónicas desde el cuerpo
ISBN: 978-958-764-832-4 (versión e-pub)
Primera edición, 2020
Escuela de Educación y Pedagogía
Maestría en Literatura
Gran Canciller UPB y Arzobispo de Medellín:Mons. Ricardo Tobón Restrepo
Rector General:Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda
Vicerrector Académico:Álvaro Gómez Fernández
Decano Escuela de Educación y Pedagogía:Guillermo de Jesús Echeverri Jiménez
Editor:Juan Carlos Rodas Montoya
Coordinación de Producción:Ana Milena Gómez Correa
Diagramación:Geovany Snehider Serna Velásquez
Corrección de Estilo:Eduardo Franco
Dirección Editorial:
Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2020
Correo electrónico: editorial@upb.edu.co
www.upb.edu.co
Telefax: (57)(4) 354 4565
A.A. 56006 - Medellín - Colombia
Radicado:1894-02-09-19
Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito, sin la autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
Agradecimientos
A Javier, Pablo y Alejandra.
A María Lopera Rendón, por su luz, paciencia y buen humor.
A Hernán Darío Nova, por su acompañamiento y su buena disposición, siempre.
A quienes, amablemente, compartieron su experiencia, su testimonio, su saber, su tiempo.
Prólogo
Ahí están, en cuerpo y alma, los fantasmas
Esta es la tierra que pisas
“Yo estoy seguro de que ahí hay almas”
La tierra Primer elemento
La casa está habitada
“Es que la niña Omayra sí ha hecho favores”
“La niña no murió en ese sitio exactamente, no”
El agua Segundo elemento
Lugares de Armero
Bajo el samán de Los Fundadores
“Nosotros a Armero volvemos cada año”
El cementerio municipal
El aire Tercer elemento
El silencio del cementerio I
Sin nombre
En el umbral
Nomeolvides
El silencio del cementerio II
Adiós a los muertos
Ni un responso por estos muertos
Akasha o el registro de las cosas y los hechos
“Nosotros en Armero, ese tema no se habla”
Las muertes del padre Pedro María Ramírez
El sacrificio del padre Pedro María
No hubo tal maldición a Armero
El fuego Cuarto elemento
“Sí hay gente que ha recibido milagros”
“De mi casa encontré solo las baldosas”
Hospital San Lorenzo
“Alma Landínez, ella fue la que tuvo la idea de la lluvia de flores”
“Ellos decían que sentían espíritus, como cosas extrañas”
El éter Quinto elemento
Portales
Bibliografía
Filmografía
Notas al pie
Ana C., Rodrigo C., Andrea Paola N. 13 de noviembre de 1985 . Leo las losas que reposan aquí y allá bajo los árboles en este paisaje yermo. La hojarasca forma una cubierta blanda sobre la tierra. No son tumbas, son lápidas: el que sobrevivió puso un recordatorio en lugares en los que creyó que sus familiares cayeron. Un ritual sagrado el de dibujar en la memoria el recorrido que pudo hacer el cuerpo. Y devastador. Lara B., Alicia B., Jorge, Pedro, José, Dora, Sara; toda una familia yace bajo un árbol voluminoso muy cerca de lo que, calculo, una vez fue el Parque Infantil, eso es, calle 11 con carrera 21. Una trocha en dirección a la acequia y nadie más en medio de un paisaje somnoliento. Corre una brisa suave y cálida que ondea el prado abundante en gramíneas que sobrepasan mi cintura. Camino en dirección al oeste, es decir, en dirección al Ruiz. No sé por qué dicen que Armero ya no existe. Ni Google Maps lo ubica: una mancha verde cercada por un círculo rojo. Yo lo he visto, lo veo allí y existe, y se puede tocar y ver, y oler, y escuchar y sentir. Está vivo. ¿Por qué insisten en que está muerto?
Prólogo
Los fantasmas de J. J.
Las primeras historias que escuché de Armero y sus fantasmas fueron contadas por J. J. el 20 de junio de 2015. Ahí empezó todo. Aquel viaje —aquella visita, en el tiempo en que se dio, en las circunstancias en que se dieron— fue el primero de una serie de eventos sincrónicos que culminaron en este trabajo.
De Armero no sabía nada, o casi nada: la avalancha, los muertos, la agonía de Omayra y la visita del papa. No más. Iba con la familia para Girardot; estaba de duelo. Nos detuvimos en el Centro de Visitantes, dos hombres conversaban bajo la sombra de un árbol, al lado de la carretera, frente a la casa que estaba adornada con dos pancartas, carteleras, afiches y fotografías. Uno de los dos hombres era J. J., quien, al cabo de un tiempo, se puso en disposición de los visitantes que iban llegando. De las primeras cosas que dijo, recuerdo, fueron cifras como “había 4600 casas, de las que quedaron 196 según el último censo que hizo el IGAC, que es el Instituto Geográfico Agustín Codazzi”, o “1500 muertos en Chinchiná, 25 000 en Armero”, y, así, datos y más datos. Hasta que comenzó a hablar de los fantasmas.
Durante la estancia y el recorrido por la zona céntrica de las ruinas experimenté sensaciones de las que hablo en Ahí están, en cuerpo y alma, los fantasmas. Así que no fue difícil relacionar lo vivido con la idea de las presencias. J. J. me prometió videos y fotografías, y testimonios que confirmarían sus historias. Antes de irnos le pedí sus datos: dos correos y dos teléfonos que garabateó en una talega pequeña de papel craft .
Al tiempo, cursaba la Maestría en Literatura y estaba por presentar la propuesta del trabajo de grado; el tema de mi interés era la crónica. Con el hallazgo de Armero, preví que lo observado en los vestigios de esa ciudad en ruinas podría convertirse en la pieza creativa del trabajo final. Lo que entrego aquí es, apenas, el producto creativo, las crónicas. El asunto, los fantasmas en Armero; el enfoque, sin embargo, me resultó problemático: ¿cómo darle altura a un asunto tratado casi siempre como un espectáculo circense? Esta pregunta gravitó en torno al trabajo varios años.
El siguiente paso fue un barrido de prensa y un rastreo bibliográfico con el fin de saber qué material documental había hasta ese momento para valorar el enfoque y trazar una ruta. Lo hallado reforzó lo problemático del enfoque, particularmente en lo que tenía que ver con el momento de la tragedia y, más aún, la agonía de la niña Omayra Sánchez. Era, además, paradójico: aquí fue cuando se empezó a desvelar la dicotomía entre lo sagrado y lo profano que me condujeron a los textos de Mircea Eliade (1998); Sabidurías invisibles , de Douchan Gersi (1993); y “La muerte: el viaje hacia una nueva existencia”, del libro La piel como superficie simbólica , de Sandra Martínez Rossi (2011). Lecturas que me ayudaron a comprender las dinámicas culturales y las ritualidades alrededor de la muerte.
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