Aquí no es posible recordar todas las reuniones y congresos a los que tuve el privilegio de asistir durante mis años de docencia en Roma, y menos aún a todas las conferencias ocasionales y charlas que di en tantos lugares en Italia y en el extranjero, por no mencionar los cursos regulares impartidos también en Italia y en el extranjero. Debo ser muy selectivo y limitarme a mencionar solo los que tuvieron un significado especial o un impacto en mi propia carrera. No hay duda de que, en comparación con haber estado afincado en la India, el hecho de tener la residencia permanente en Roma me ofrecía muchas más oportunidades de responder a las invitaciones que me llegaban desde tantos lugares. Un ejemplo fue mi asistencia al simposio sobre «Cristianismo y religiones» organizado por la Facultad Teológica del Norte de Italia, en Milán, en febrero de 1992. Mientras estaba en Roma, Mons. Giuseppe Colombo, decano de la Facultad, vino personalmente a la Gregoriana para invitarme. En esa ocasión pronuncié una comunicación titulada «¿Formas de salvación o expresiones del “hombre religioso”?». Había publicado recientemente mi libro Jesus-Christ à la rencontre des religions (París, Desclée, 1989), que pronto fue traducido al italiano bajo el título Gesù Cristo incontro alle religioni (Asís, Cittadella, 1989, 1991). Este libro fue el primero de lo que se convertiría más tarde en una trilogía sobre la teología de las religiones. Mi comunicación en el simposio fue muy bien recibida, ya que contrastaba fuertemente con las opiniones bastante tradicionales expresadas por los miembros de la Facultad de Milán y con el enfoque lingüístico algo abstracto de su discurso sobre «religión» (en singular). Yo mismo estaba sorprendido –y también lo estuvo Mons. Colombo, que se sentó a mi derecha como presidente de la sesión– ante el aplauso entusiasta que recibí de los cientos de estudiantes que habían completado el aforo y habían desbordado el aula magna del Seminario de Milán. No hablé de «religión» en abstracto; tuve en mente las tradiciones religiosas concretas que nos rodean y nos preguntan qué significado tienen ellas para nosotros, los cristianos. El título de mi ponencia indicaba claramente lo que estaba tratando de decir: a saber, que debemos ir más allá de la visión de las otras religiones expresadas por grandes teólogos del siglo pasado, como Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar, para quienes esas religiones representaban, en el mejor de los casos, la expresión de la aspiración humana innata hacia lo infinito. La acogida que tuve en esa ocasión me animó a seguir la línea que, desde hacía tiempo, me había trazado para mí. Las actas del simposio se publicaron bajo el título Cristianesimo e religione (Milán, Glossa, 1992).
Otra ocasión que vale la pena recordar es la del seminario interdisciplinar organizado por la Facultad de Teología del Sur de Italia, sección de San Luis, en Nápoles, en 1996. El tema de la semana de estudio era el «universalismo del cristianismo». El estudio se centró en la teología de las religiones, que para entonces se había desarrollado en muchos escritos y que se estaba preparando ahora para una discusión amistosa, evaluación y crítica por parte del claustro teológico de San Luis. Realmente admiré la iniciativa de la Facultad, bajo la guía del P. Saturnino Muratore, de invitar cada año a un teólogo prominente para una semana de discusión sólida de su trabajo. Pensé que este era un ejemplo que otras Facultades teológicas harían bien en emular; para empezar, la Universidad Gregoriana, a la que pertenecía. Tales iniciativas pueden ser de gran ayuda en la promoción de la discusión teológica y la colaboración. Me encontré muy a gusto en San Luis, aunque, como era de esperar, las opiniones diferían entre los participantes, y la discrepancia de ciertos profesores sobre algunos puntos críticos se expresó de manera clara y sincera.
Como la sesión se centraba en mi propia producción, me pidieron que presentara el tema con una larga comunicación y, posteriormente, que animara el debate y sacara las conclusiones al final. Mi comunicación se llamó «El universalismo del cristianismo: Jesucristo, el Reino de Dios y la Iglesia». Los miembros del claustro de la sección de San Luis de la Facultad de Nápoles tuvieron una comunicación sobre un tema relacionado con el tema principal de la conferencia. Aquí no hay lugar para mencionar todas las observaciones y sugerencias hechas durante las ricas y largas discusiones que siguieron. Baste citar las conclusiones que presenté al final del procedimiento:
Me parece que en algunos de los puntos que se han discutido hemos alcanzado una cierta convergencia, aunque no completa. La perspectiva de la teología de las religiones está cambiando rápidamente: de la problemática de la posibilidad de salvación para los demás hemos pasado a la de un papel positivo de las tradiciones en el misterio de la salvación; y hoy la pregunta es: ¿cuál podría ser el significado de esas tradiciones en el plan que Dios tiene para la humanidad? ¿Serían las tradiciones religiosas un signo en las culturas humanas de la profundidad del misterio divino y, al mismo tiempo, señal de la prodigalidad con la que Dios se está comunicando a la gente? En cualquier caso, parece que, en el futuro, la teología de las religiones está llamada a convertirse en una teología del pluralismo religioso.
Esto fue en 1996, un año antes de que yo publicara el sólido libro sobre el tema del pluralismo religioso que sería cuestionado por la CDF. Lo que sucedió en Nápoles muestra que ya estaba en posesión de lo que pronto expondría. Las actas del seminario interdisciplinar de Nápoles han sido publicadas en Mario Farrugia (ed.), Universalità del cristianesimo: in dialogo con Jacques Dupuis (Cinisello Balsamo, San Paolo, 1996).
En 1997 fui invitado a ser miembro de la Asociación Italiana de Teólogos, que acepté fácilmente. Extrañamente, yo era y todavía sigo siendo el único profesor jesuita de la Gregoriana que es miembro regular de la Asociación, que, sin embargo, fue fundada por dos profesores de la Gregoriana, los PP. M. Flick y Z. Alszeghy. Desde mi nombramiento he asistido regularmente a los congresos anuales de la Asociación, que siempre he encontrado estimulantes. El tema general del 26º congreso, celebrado en septiembre de 1997, en Troina, Sicilia, era «Cristianismo, religión y religiones». Una parte del estudio tuvo que ver con «la unicidad y la universalidad de Jesucristo y el pluralismo religioso». Por cierto, mi libro Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso acababa de ser publicado en la edición italiana: Verso una teologia cristiana del pluralismo religioso (Brescia, Queriniana, 1997). El consejo de presidencia de la Asociación pensó en pedirme que tuviera la conferencia principal sobre ese tema. Pero, sabiendo que yo había estado bastante enfermo, tenían miedo de que no pudiera asistir y decidieron que era más seguro pedírselo a otro cristólogo. Así es como, sin consultar conmigo siquiera acerca de mi eventual disponibilidad, confiaron la charla sobre la cristología y las religiones al P. Angelo Amato, profesor de Cristología en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Asistí al Congreso en perfecto estado de salud y estuve presente en todo su desarrollo.
La conferencia del profesor Amato me pareció muy negativa con respecto a la discusión sobre la teología de las religiones; señaló con insistencia unilateral las opiniones peligrosas que tenían los teólogos recientes, algunos de ellos católicos. El orador había traído consigo una copia de la edición italiana de mi libro y, sosteniéndola en sus manos, hizo referencia a ella durante su discurso. Aunque admitió que no había tenido tiempo de estudiarlo con seriedad, sin embargo expresó su opinión negativa al respecto. Pensé que yo debía reaccionar públicamente a sus alusiones y, durante la discusión que siguió, solicité la palabra para hablar. Hice una larga intervención improvisada en la que, entre otras cosas, observé que, si el P. Amato, en lugar de hacer teología de las religiones aisladamente en una universidad romana, fuera a pasar un tiempo a la India, permitiéndose estar expuesto a aquella realidad, probablemente regresaría con algunas de sus ideas cambiadas. Recibí un enorme aplauso de la audiencia.
Читать дальше