La túnica inconsútil
Primera edición: 2021
© 2021 Santiago Arellano Hernández
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ISBN E-book: 978-84-18467-47-9
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SANTIAGO ARELLANO HERNÁNDEZ
La túnica inconsútil
El Corazón de Jesús
en la Pasión de Cristo
Tejedora de ensueños,
hilandera de amores,
en el telar de mi alma
úrdeme con primores
el Corazón que amas.
In memoriam de
don Tomás Lamarca,
de su discípulo
Santiago Arellano Hernández
A mi María, mi madre, que me quiere ¿como a su hijo? Bueno, casi, que ya es decir. (Es por mi inutilidad)
A Schola Cordis Jesu que me desveló la hondura teológica y me enseñó a enamorarme de un Corazón que tanto ha amado a los hombres.
Y a la Hermandad de hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y en ella especialmente a su fundador don Antonio Pérez-Mosso, al que tantos le debemos tanto por su magisterio doctrinal y su excepcional ejemplaridad en su vida ordinaria.
INCIPIT
1 de junio de 2020
San Justino, mártir y María Madre de la Iglesia
FECIT
2 de febrero de 2021
La Presentación
Prólogo
Fue Don Tomás Lamarca quien me asentó mi afición de escribir poesía. Tuve la gran suerte de conocerlo en Schola de Barcelona. En los años 60. Se enteró de que estudiaba Filología Hispánica y se me ofreció como tutor. En su despacho qué sazonadas tertulias, en modo alguno académicas, pero profundas y certeras, adecuadas al joven veinteañero que en tantas cosas tenía que perder el pelo de la dehesa. Guardo profundo agradecimiento. Se enteró de que tenía la afición de escribir poesía. Qué maravilla. Las comentábamos como si fueran textos clásicos. Cómo se reía cuando le contaba los sudores que me había costado tal rima y los apuros cuando al encajar cierta rima se me chafaba la unidad temática que me bullía en mi corazón. No importa que no logres obras inmortales. Escribe que te hará bien a ti y a los tuyos. Y mantuve la afición a lo largo de los años. Estos versos son posibles porque obedecí a Don Tomás, por eso se los dedico en deuda de gratitud.
Como escribí en otra ocasión «nunca he pretendido escribir poesía como incursión competitiva con movimientos y estilos artísticos que mi afición y mi trabajo han puesto con inmenso placer entre mis manos. Soy un lector atento y agradecido, no un creador de la palabra. No he pretendido ser poeta, como sí he pretendido ser un buen profesor, un discreto padre, un enamorado de mi familia y de mi esposa, un apasionado hijo de Navarra, de España y de la Europa cristiana, y que por sobre todo he aspirado a ser un buen hijo de la Iglesia Católica, a quien le debo todo: el fundamento del Amor como razón de vivir, mi visión de la vida y mis Esperanzas, en medio del caos, de las incertidumbres y del barullo contemporáneo».
Poeta no, de ninguna manera. No soy digno de tan excelso privilegio. Sí soy una persona que confiesa que he vivido y que he anotado alguna vez mis emociones. Desde muy joven hice mía la confesión de Don Miguel de Cervantes, el viejo amigo inseparable de mis horas también de soledad y de tristeza, «yo que me afano y me desvelo por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el cielo». Él, tan humilde, lo decía con cierta ironía, ante el esplendor de sus contemporáneos. Yo lo digo porque es verdad. Nunca he pretendido hacer arte y menos solemne. Lo que os presento en esta obrilla, tienen raíces antiguas en mis horas de adoración nocturna, y en mis vigilias y horas santas ante el Santísimo, que me han aflorado en estos aciagos tiempos de pandemia, y no por culpa del coronavirus sino de una bacteria que me ha tenido abatido y que me ha brindado la ocasión de encontrarme con la experiencia del dolor físico, prolongado y desesperante. Es desde ese dolor donde ha surgido la creación de este poema. Mayoritariamente lo he escrito entre las tres de la mañana y las seis, a vuela pluma. El dolor me arrojaba de la cama pues no me dejaba dormir. Noches en que no había manera de que surgiera ni una palabra y noches en que de un tirón surgía lo que aparece escrito. Por eso en general no he corregido cuando en ciertos pasajes se perdía la rima asonante de los pares o me surgía un dodecasílabo camuflado. Este poema expresa el consuelo que hace que el dolor tenga sentido y te purifique en la esperanza. Es asombroso lo que supone ponerte en manos de la Virgen cuando atraviesas el sendero de la cruz y más aún cuando descubres una cruz que está sustentada en el amor de todo un Dios. Toda la Pasión de Cristo es el retrato sublime de Jesucristo que muestra su Corazón como expresión cabal de su amor. El poema, como dice el subtítulo, es el Corazón de Jesús en la Pasión de Cristo.
Este poema ha nacido como oración. Cumplirá buen fin si os ayuda a rezar, a contemplar a Dios enamorado de los hombres. Así sea.
Pórtico
Evocación.
A la inmensa ternura de María conmigo
Viene la luz, y sin presencia apenas,
forma y color devuelve a toda cosa,
blancura a la azucena; y a la rosa,
señorío y fragancia a manos llenas.
Sopla la brisa y sobre las arenas
el ardor de la tarde se reposa,
y, en vuelo a contraluz, mi Mariposa
viene sin tiempo y llega solo a penas.
Sin que surja la luz nos iluminas.
Sin que sople la brisa nos oreas
y a mí, mariposilla, me fascinas.
Y puesto que en tu Hijo me recreas,
madre consoladora de mis penas
rompe ya para siempre mis cadenas.
En clave de la obra.
El corazón de todo un Dios,
del hombre enamorado
No busquéis melodía en mi salterio,
que es solo voz del alma, paz que asombre
en sombra silenciosa, sin renombre
y así cantar Tu Amor y mi cauterio.
Solo el Amor explica este Misterio:
el Verbo hijo de Dios se hizo Hombre.
nace de una mujer, le pone un nombre
y libra nuestro ser del cautiverio.
Prometiste implantar reino divino.
Te avalaban el cielo y tus prodigios
y anunciaste vencer muerte y destino.
¿Y qué prueba alegaste o qué vestigios?
Un madero, tres clavos y una lanza,
Tu Corazón atravesado y mi esperanza.
En el umbral.
María viste al Niño Dios
Las mujeres judías fabricaban las telas para la familia. La lana que usaban se obtenía de los rebaños.
Referente a este proceso, el libro de los Proverbios en su tributo a la madre ideal lo describe así: «Aplicó sus manos al huso, y sus manos tomaron la rueca» (Prov 31,19).
Los expertos afirman que la túnica inconsútil de Cristo era de lino. No hago cuestión. A Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, he preferido, por licencia sentimental, vestirlo de lana, sin excepción de la túnica que las hacendosas y delicadas manos de María la iban a tejer con la finura, elegancia y textura del lino. ¿Quién es si no la madre ideal?
María en Nazaret
¿Cómo te vestiré,
cómo, mi Niño?
Con el huso en mis manos
hile la lana
y con la rueca, rueca
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