la devanaba:
¿Cómo te vestiré,
cómo, mi Niño?
¡Como hijo de David!
Aun siendo pobre,
¡como hijo de carpintero,
entre pastores!
Que Tú has de ser Profeta
y Rey de Reyes
y Sacerdote.
¿Cómo te vestiré,
cómo, mi Niño?
Yo te vestí en la cuna,
¿te haré el sudario?
Y he de hacer de tus ropas
templo y sagrario.
Cuando todos te miren
verán mis manos
y exclamarán sin voces:
La que es su amparo.
¡Cuánto quiere a su Hijo
porque es su nardo!
Parte primera:
Comienzo de la vida pública
I
El nuevo Sí de María
Al alba fue, al alba se marcharon
dejaron Nazaret, ternura y nido
entraba en la misión de nuestra Madre.
Desde el alba del alba, su destino
quedó en su ser escrito para siempre.
Su Fíat inicial ratificó el camino
y, en las vicisitudes de los días,
vivir fue desvivirse por su Hijo.
Estar al tanto, en corazón guardarlo,
meditando en callado regocijo.
En cuerpo y alma por que, en cuerpo y alma,
el Verbo de Dios, en su útero bendito,
creciera como hombre verdadero
y por amor pudiera redimirnos,
restaurar la Alianza con su Padre
pagar lo impagable de un castigo
que hacía, del vivir, ir a la muerte,
y la nada o no ser su triste sino.
II
La voz y la palabra
Dejaste todo y fuiste con tu Hijo.
Siempre en penumbra y siempre a su lado
cumplió la edad, y le llegó su hora.
En Nazaret, dejó casa y trabajo,
sin volver añorantes la cabeza
ni mirar con nostalgia su pasado.
El Padre le encargó anunciar el reino
por caminos, ciudades y poblados.
En el Jordán bajó la voz del cielo
como trueno venido de lo alto
al escucharlo Juan bendijo a Cristo
y se humilló al besar sus pies calzados
indigno de soltarle las sandalias
mientras oímos: «es mi Hijo amado».
El grupo de elegidos fue creciendo
al calor de su pecho confirmados.
Tú le seguiste porque en uno estabais
desde la Galilea hasta el Calvario.
La Buena Nueva despertó a las gentes
de ensueño tantos siglos esperados:
los sordos oyen, los lisiados andan
la lepra huye de cuerpos desastrados
tiemblan despavoridos los demonios
al oír del perdón de los pecados,
se iluminan las sombras y tinieblas
por este Sol que baja de lo alto
túnica y turbante y manto de profeta
nunca en afectación engalanado.
No te vestí con pieles de camello.
Cetro fue tu cayado, gallardo el manto.
Con la ropa talar de los humildes,
un buen pastor y nunca un mercenario.
Nunca los valles oyeron voz tan bella
ni atónitos quedaron los collados:
es de los pobres el reino y la riqueza,
no son los ricos los bienaventurados
los limpios de corazón verán la gloria
los que ahora lloran serán los consolados
la mansedumbre heredará la tierra
y la pondrá al servicio del hermano.
Los justos hallarán su recompensa:
los que aman la justicia: serán hartos.
Benditos son los misericordiosos
la paz arrullará en sus descansos
los perseguidos serán los escogidos.
Hijos de Dios serán siempre llamados.
No temáis los insultos por mi causa
que el reino del amor ha comenzado
los hambrientos se saciarán de bienes
de desazón los ricos hastiados.
Es la Fuerza que libra del temor.
Por los santos profetas anunciado
vuelve la humanidad a la esperanza
a la paz de unos cielos recobrados.
Voz del Maestro que enseña en Galilea.
La buena nueva del amor sagrado
revela a un Padre que añora nuestra ausencia.
Y el retorno del hijo extraviado.
Es la Palabra que cumple la promesa.
Un Profeta en tiempos anunciado.
La Historia del Señor entra en el mundo
la plenitud del tiempo ha comenzado.
María sigue al Hijo, siempre oculta,
siempre atenta a todos sus cuidados,
busca cobijo, dispone el alimento,
se encarga del vestir y del descanso
acompaña a su Hijo y hace posible
que el Evangelio extienda su legado
solo el amor tiene por recompensa
y dar amor al Hijo en amor dado
calladamente en su humildad sublime
sirve al Señor y sirve a su Reinado
«Padre nuestro» recita conmovida,
el Shemá que Jesús les ha enseñado
III
Subir a Jerusalén
Lo desveló en Cesárea de Filipo.
Desde el principio su Madre lo sabía.
Aquella espada que anunció el anciano
dejó en desvelo siempre su alma ungida.
Ha venido a ofrecerse en sacrificio
restaurar la alianza destruida
rescatar a los hombres de la muerte.
Y en la verdad, huir de la mentira.
Esto enseña Jesús con voz de Hombre
y lo confirma un Dios crucificado.
No anuncia ni ensueños ni embelesos
ni delirios de bien siempre anhelados
no palabras aladas como el viento
ni promesas a expensas de los años
no con abracadabras seductoras
ni con susurros dulces, hechizados
hizo real el reino para el hombre.
El sí son obras de un cielo recobrado.
El fíat sumió a Dios en carne humana
y desveló el camino necesario
para vivir aquí comprometidos
en un quehacer diario esperanzado
que hace del sufrimiento y de la muerte
cuota segura del cielo conquistado.
Adorador
«¡Sube a Jerusalén! Oh Jesús mío
no escuches el consejo envenenado
de quien llama locura ir a la muerte
y necedad morir vilipendiado».
Mundo
¿No es suficiente predicar el reino?
¿Por qué mostrar el pecho traspasado?
Cristo
El mismo Pedro razona humanamente
y a Satanás escucha malhadado.
No piensas como Dios sino como hombre.
Adorador
Gracias Señor, por siempre seas loado
cantaré sin cesar y eternamente
pues lo que a nuestro ser está vedado
lo ha hecho posible tu sangre derramada.
Con la cruz la verdad has rubricado.
Cristo muriendo en obediencia al Padre.
Narrador
«Nacer, crecer, morir. He aquí el destino
de cuanto el orbe desgraciado encierra;
¿Qué importa si al fin de mi camino
voy a aumentar el polvo de la tierra?»1
Dijo el poeta desesperanzado.
«Estáis en un error» dijo el Maestro
sois el don que mi sangre ha conquistado.
Adorador
Oh Madre de bondad, Señora mía
Reina y Madre, de todos los heridos,
no te quedaste al pie por los halagos
sino por ser la madre de tus hijos
previsora de todo, atenta a todo,
siempre al servicio del sagrado Vino
que alegra el corazón de los mortales
y los transforma en hijos adoptivos.
Tu condición de Madre dio su fruto,
fue tu maternidad la que lo hizo.
Consciente de tu ser, que era ser Madre
al engendrar el Hombre en un Dios Vivo,
al comprender que tu misión sagrada
era encarnar al Dios de un sacrificio
que siendo Altar, Pontífice y Cordero
traería el Amor a un corazón perdido
y la Esperanza en el aquí y ahora
al hombre que aún añora el Paraíso.
Desde entonces estas al pie de obra,
intendencia real de todo lo preciso
lo sublime lo tejen vuestras manos
haces que se resuelva lo imprevisto.
1. voy a aumentar el polvo de la tierra?»1 Dijo el poeta desesperanzado. «Estáis en un error» dijo el Maestro sois el don que mi sangre ha conquistado. Adorador Oh Madre de bondad, Señora mía Reina y Madre, de todos los heridos, no te quedaste al pie por los halagos sino por ser la madre de tus hijos previsora de todo, atenta a todo, siempre al servicio del sagrado Vino que alegra el corazón de los mortales y los transforma en hijos adoptivos. Tu condición de Madre dio su fruto, fue tu maternidad la que lo hizo. Consciente de tu ser, que era ser Madre al engendrar el Hombre en un Dios Vivo, al comprender que tu misión sagrada era encarnar al Dios de un sacrificio que siendo Altar, Pontífice y Cordero traería el Amor a un corazón perdido y la Esperanza en el aquí y ahora al hombre que aún añora el Paraíso. Desde entonces estas al pie de obra, intendencia real de todo lo preciso lo sublime lo tejen vuestras manos haces que se resuelva lo imprevisto. 1. A. Plaza, Hojas secas en Poesías, (Veracruz 1885), p. 121.
A. Plaza, Hojas secas en Poesías, (Veracruz 1885), p. 121.
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