Santiago Arellano Hernández - La túnica inconsutil

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Arellano Hernández nos comparte en estos versos una bella y personal contemplación de la Pasión. Contemplación de alguien con corazón de poeta en fecundo diálogo con otros trovadores de las letras hispanas; contemplación de un hijo de san Ignacio, de quien mil veces ha entrado en las escenas evangélicas «como si presente me hallase».
Contemplación de un Adorador Nocturno que, de rodillas ante la Eucaristía, actualiza y revive los misterios de la vida de Cristo. Pero, sobre todo, contemplación de un devoto del Corazón de Cristo que ve en en la Pascua del Señor la gran obra del Amor victimado y ofrecido por nosotros. Una delicia literaria y devocional que nos introduce por los caminos de la Belleza en la búsqueda de Dios.

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la devanaba:

¿Cómo te vestiré,

cómo, mi Niño?

¡Como hijo de David!

Aun siendo pobre,

¡como hijo de carpintero,

entre pastores!

Que Tú has de ser Profeta

y Rey de Reyes

y Sacerdote.

¿Cómo te vestiré,

cómo, mi Niño?

Yo te vestí en la cuna,

¿te haré el sudario?

Y he de hacer de tus ropas

templo y sagrario.

Cuando todos te miren

verán mis manos

y exclamarán sin voces:

La que es su amparo.

¡Cuánto quiere a su Hijo

porque es su nardo!

Parte primera:

Comienzo de la vida pública

I

El nuevo Sí de María

Al alba fue, al alba se marcharon

dejaron Nazaret, ternura y nido

entraba en la misión de nuestra Madre.

Desde el alba del alba, su destino

quedó en su ser escrito para siempre.

Su Fíat inicial ratificó el camino

y, en las vicisitudes de los días,

vivir fue desvivirse por su Hijo.

Estar al tanto, en corazón guardarlo,

meditando en callado regocijo.

En cuerpo y alma por que, en cuerpo y alma,

el Verbo de Dios, en su útero bendito,

creciera como hombre verdadero

y por amor pudiera redimirnos,

restaurar la Alianza con su Padre

pagar lo impagable de un castigo

que hacía, del vivir, ir a la muerte,

y la nada o no ser su triste sino.

II

La voz y la palabra

Dejaste todo y fuiste con tu Hijo.

Siempre en penumbra y siempre a su lado

cumplió la edad, y le llegó su hora.

En Nazaret, dejó casa y trabajo,

sin volver añorantes la cabeza

ni mirar con nostalgia su pasado.

El Padre le encargó anunciar el reino

por caminos, ciudades y poblados.

En el Jordán bajó la voz del cielo

como trueno venido de lo alto

al escucharlo Juan bendijo a Cristo

y se humilló al besar sus pies calzados

indigno de soltarle las sandalias

mientras oímos: «es mi Hijo amado».

El grupo de elegidos fue creciendo

al calor de su pecho confirmados.

Tú le seguiste porque en uno estabais

desde la Galilea hasta el Calvario.

La Buena Nueva despertó a las gentes

de ensueño tantos siglos esperados:

los sordos oyen, los lisiados andan

la lepra huye de cuerpos desastrados

tiemblan despavoridos los demonios

al oír del perdón de los pecados,

se iluminan las sombras y tinieblas

por este Sol que baja de lo alto

túnica y turbante y manto de profeta

nunca en afectación engalanado.

No te vestí con pieles de camello.

Cetro fue tu cayado, gallardo el manto.

Con la ropa talar de los humildes,

un buen pastor y nunca un mercenario.

Nunca los valles oyeron voz tan bella

ni atónitos quedaron los collados:

es de los pobres el reino y la riqueza,

no son los ricos los bienaventurados

los limpios de corazón verán la gloria

los que ahora lloran serán los consolados

la mansedumbre heredará la tierra

y la pondrá al servicio del hermano.

Los justos hallarán su recompensa:

los que aman la justicia: serán hartos.

Benditos son los misericordiosos

la paz arrullará en sus descansos

los perseguidos serán los escogidos.

Hijos de Dios serán siempre llamados.

No temáis los insultos por mi causa

que el reino del amor ha comenzado

los hambrientos se saciarán de bienes

de desazón los ricos hastiados.

Es la Fuerza que libra del temor.

Por los santos profetas anunciado

vuelve la humanidad a la esperanza

a la paz de unos cielos recobrados.

Voz del Maestro que enseña en Galilea.

La buena nueva del amor sagrado

revela a un Padre que añora nuestra ausencia.

Y el retorno del hijo extraviado.

Es la Palabra que cumple la promesa.

Un Profeta en tiempos anunciado.

La Historia del Señor entra en el mundo

la plenitud del tiempo ha comenzado.

María sigue al Hijo, siempre oculta,

siempre atenta a todos sus cuidados,

busca cobijo, dispone el alimento,

se encarga del vestir y del descanso

acompaña a su Hijo y hace posible

que el Evangelio extienda su legado

solo el amor tiene por recompensa

y dar amor al Hijo en amor dado

calladamente en su humildad sublime

sirve al Señor y sirve a su Reinado

«Padre nuestro» recita conmovida,

el Shemá que Jesús les ha enseñado

III

Subir a Jerusalén

Lo desveló en Cesárea de Filipo.

Desde el principio su Madre lo sabía.

Aquella espada que anunció el anciano

dejó en desvelo siempre su alma ungida.

Ha venido a ofrecerse en sacrificio

restaurar la alianza destruida

rescatar a los hombres de la muerte.

Y en la verdad, huir de la mentira.

Esto enseña Jesús con voz de Hombre

y lo confirma un Dios crucificado.

No anuncia ni ensueños ni embelesos

ni delirios de bien siempre anhelados

no palabras aladas como el viento

ni promesas a expensas de los años

no con abracadabras seductoras

ni con susurros dulces, hechizados

hizo real el reino para el hombre.

El sí son obras de un cielo recobrado.

El fíat sumió a Dios en carne humana

y desveló el camino necesario

para vivir aquí comprometidos

en un quehacer diario esperanzado

que hace del sufrimiento y de la muerte

cuota segura del cielo conquistado.

Adorador

«¡Sube a Jerusalén! Oh Jesús mío

no escuches el consejo envenenado

de quien llama locura ir a la muerte

y necedad morir vilipendiado».

Mundo

¿No es suficiente predicar el reino?

¿Por qué mostrar el pecho traspasado?

Cristo

El mismo Pedro razona humanamente

y a Satanás escucha malhadado.

No piensas como Dios sino como hombre.

Adorador

Gracias Señor, por siempre seas loado

cantaré sin cesar y eternamente

pues lo que a nuestro ser está vedado

lo ha hecho posible tu sangre derramada.

Con la cruz la verdad has rubricado.

Cristo muriendo en obediencia al Padre.

Narrador

«Nacer, crecer, morir. He aquí el destino

de cuanto el orbe desgraciado encierra;

¿Qué importa si al fin de mi camino

voy a aumentar el polvo de la tierra?»1

Dijo el poeta desesperanzado.

«Estáis en un error» dijo el Maestro

sois el don que mi sangre ha conquistado.

Adorador

Oh Madre de bondad, Señora mía

Reina y Madre, de todos los heridos,

no te quedaste al pie por los halagos

sino por ser la madre de tus hijos

previsora de todo, atenta a todo,

siempre al servicio del sagrado Vino

que alegra el corazón de los mortales

y los transforma en hijos adoptivos.

Tu condición de Madre dio su fruto,

fue tu maternidad la que lo hizo.

Consciente de tu ser, que era ser Madre

al engendrar el Hombre en un Dios Vivo,

al comprender que tu misión sagrada

era encarnar al Dios de un sacrificio

que siendo Altar, Pontífice y Cordero

traería el Amor a un corazón perdido

y la Esperanza en el aquí y ahora

al hombre que aún añora el Paraíso.

Desde entonces estas al pie de obra,

intendencia real de todo lo preciso

lo sublime lo tejen vuestras manos

haces que se resuelva lo imprevisto.

1. voy a aumentar el polvo de la tierra?»1 Dijo el poeta desesperanzado. «Estáis en un error» dijo el Maestro sois el don que mi sangre ha conquistado. Adorador Oh Madre de bondad, Señora mía Reina y Madre, de todos los heridos, no te quedaste al pie por los halagos sino por ser la madre de tus hijos previsora de todo, atenta a todo, siempre al servicio del sagrado Vino que alegra el corazón de los mortales y los transforma en hijos adoptivos. Tu condición de Madre dio su fruto, fue tu maternidad la que lo hizo. Consciente de tu ser, que era ser Madre al engendrar el Hombre en un Dios Vivo, al comprender que tu misión sagrada era encarnar al Dios de un sacrificio que siendo Altar, Pontífice y Cordero traería el Amor a un corazón perdido y la Esperanza en el aquí y ahora al hombre que aún añora el Paraíso. Desde entonces estas al pie de obra, intendencia real de todo lo preciso lo sublime lo tejen vuestras manos haces que se resuelva lo imprevisto. 1. A. Plaza, Hojas secas en Poesías, (Veracruz 1885), p. 121. A. Plaza, Hojas secas en Poesías, (Veracruz 1885), p. 121.

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