El cruce epistolar no ha cesado desde entonces; sin embargo, sí ha ido mutando, como es natural. De lo contrario corría el riesgo de perecer, como perecen aquellos árboles que resisten sin inmutarse temporadas de brisa, hasta que un día el viento ligero de verano arranca sus raíces para siempre.
De unos meses para acá, William empezó a lanzarme cada noche ráfagas de fábulas a través de WhatsApp, lo cual me causaba gracia, ya que no podía evitar imaginarme a este personaje, a quien creí muerto por su estilo de escritura ilustrada y mística, tecleando en su celular cada una de las fábulas que me enviaba, muy conectado con las nuevas formas de comunicación del siglo XXI. Era como imaginar a Diógenes escribiendo un tuit.
Hace poco supe que todas esas fábulas tenían un hilo conductor, y que harían parte de un libro que William estaba preparando de manera silenciosa pero constante, como se hacen todas las cosas intemporales y exquisitas. Recientemente empezó a enviarme, además de sus fábulas y reflexiones, ilustraciones que de sus narraciones hacía su talentoso sobrino José Hernández, quien había resuelto para la fortuna de los lectores, cambiar la porra por el lápiz como se lo ordenaba diariamente el gen artístico que corre incesante por sus venas, como corría por las de su ascendencia y corre hoy por las de su descendencia.
Una vez estuvo terminado e ilustrado el libro de fábulas, y teniendo en consideración que prácticamente me lo había leído completo, de noche a noche y por WhatsApp, William tuvo el amable gesto de pedirme escribir el prólogo, lo cual acepté encantado. Luego de aceptar, de manera unilateral me impuse una sola condición. El prólogo lo escribiría en mi celular y se lo enviaría por WhatsApp.
Ernesto Forero Fernández
De Castro
En Magilandia, un labrador era dueño de un perro viejo y cojo que le estorbaba, porque ya no cumplía con sus oficios de excelente cazador.
En sus tiempos de esplendor, el perro Hiperión cazaba siete zorras al día, para tranquilidad de las gallinas y suerte del labrador propietario del gallinero más numeroso de toda la región.
Antes de acostarse, con la matemática puntualidad de una larga vida, el labrador contaba sus gallinas, y todas las mañanas se percataba de las que habían sucumbido en las fauces de la zorra, aunque Hiperión a pesar de su vejez era aún temido por la insaciable fiera. Sin embargo, el labrador había decidido prescindir de sus servicios y liquidarlo, y así lo expresó una noche en presencia de una zorra que estaba escondida en un túnel que un topo le había construido.
Este perro es un viejo inservible. Voy a envenenarlo, ya que es una carga inútil que no me aporta nada, vociferó el labrador.
Al día siguiente, la zorra tan astuta como un calamar se camufló en su madriguera en espera del viejo Hiperión.
Cuando Hiperión, en cumplimiento de su deber, hizo su entrada al gallinero, la zorra, desde su madriguera le dijo con una voz melodiosa:
Hiperión, Hiperión, sé que no somos amigos, sé que me detestas por la fidelidad que prodigas a tu amo, pero debo advertirte que, tus días están contados, puesto que el labrador ha decidido envenenarte.
¡Mentirosa y perversa!, gritó Hiperión
Sí. Soy perversa, no niego mi condición, pero no soy traidora, demuestro lo que soy. En cambio, tú, Hiperión perecerás en las redes del ciego amor.
¡Pruébame que lo que dices es verdad!, ordenó Hiperión
De acuerdo. Escóndete, y espera a que tu amo constate el número de sus gallinas.
Trato hecho, asintió Hiperión
Al rato, el labrador entró a su gallinero, y al verificar que estaban incompletas, maldijo mil veces a Hiperión, y sin percatarse de los testigos ocultos juró: mañana voy al mercado y me compro un perro joven que acabe con esa zorra infeliz, y en cuanto a ti Hiperión, esta misma noche te enveneno. Dicho este juramento, cerró con violencia la puerta del gallinero y partió hacia su casa.
¿Oiste?, preguntó la zorra sin salir de su escondite
¡Sal!”, solicitó el perro
¡No confío ni en mi propia sombra!, exclamó la zorra
Eres sabia, dijo Hiperión, y con tristeza en el alma por la traición del amo al que había servido desde su niñez, le confesó a la zorra que podía quedarse, ya que él se marchaba para siempre.
Me voy, prefiero morir de vejez en un muladar que envenenado en el palacio de un ingrato.
Esa noche, la zorra invitó sus amigas y con hambre atrasada acabaron con todo el gallinero.
Al despertarse, el labrador, salió en busca de Hiperión, para cumplir su promesa. En vista de que Hiperión se bahía esfumado, corrió presuroso al gallinero, en donde sólo encontró un montón de plumas, y dando gritos se dio golpes de pecho por haber perdido al viejo amigo fiel.
El ingrato carece de memoria
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.