Además, algún otro “Polverigiani” intentaba “fare l’America” en esos lugares.
Pero... ¿¿¿Y la esposa??? Tarea difícil... aunque andaba por Polverigi alguna “ragazza” a quien interesar, porque “la stampa” estaba, y algo en vista ya había.
Seguro en su convicción de que ahí no se podía progresar rápido para realizar sus sueños, empezó a ocuparse “del lejano destino”.
Hacía unos años que había cumplido con “la patria”, en lo militar. Esa era una contra menos. Se acercó entonces hasta los Cuarteles Militares de Osimo, una comuna cercana a Polverigi, para pedir el certificado correspondiente, y sin querer se fue haciendo “carne” en él la idea de ir a la ARGENTINA. Tenía casi todo cumplimentado; había dejado su “ORGULLO TANO” en el cuarto de Dell’Industria 17 y retiró, con mucha vergüenza el “CERTIFICATO DI MISERABILITÀ”, porque él no se sentía ni miserable ni estaba en la miseria, solo quería “una familia con muchos hijos” y ahí no se podía; y ese certificado les permitía viajar con poco costo, y con un año de plazo para regresar si no se adaptaban, cuidados por el Gobierno de Italia hasta desembarcar en el país elegido. Además consiguió el Certificado de “BUENA CONDUCTA” y hasta un certificado de “SALUD” y uno “PENAL”, ahora... FALTABA LA ESPOSA, y contarles a Ottavio y Paolina; a los que era seguro no les iba a gustar mucho la decisión. Sobre todo a Ottavio. Paolina lo miraría con buenos ojos, aun sin aceptarlo del todo.
Intercambió correspondencia con la gente de Buenos Aires, y le “pintaron un panorama muy floreciente”, poniéndole como únicas condiciones, ¡¡¡QUE FUERA CAMPESINO Y QUE TUVIERA UNA ESPOSA!!!
Ottavio y Paolina lo iban a entender, no había otra forma, igual no se quedaban solos.
¡¡¡Ya está!!! Se dijo muy entusiasmado, ahora no hay salida, A BUSCAR LA ESPOSA.
Justo en la entrada del pueblito, viniendo de ANCONA, en Via San Giovanni 51, vivía un matrimonio con dos hijas muy lindas, y en sus recorridas las había mirado con bastantes ganas de entablar una relación. Eran “CONTADINAS” las dos; Erminia y Gina Martelli, eso venía justo a las pretensiones del “apuesto veinteañero”.
En las Fiestas del Santo Patrono (San Antonio, primer domingo de septiembre), intercambió un par de miradas con una de ellas, y alguna palabra de salutación hubo, situación que le había producido un “cosquilleo en la panza” demasiado evidente.
¿¿¿ENAMORADO??? Tal vez..., pero con el compromiso allá lejos, no eran tiempos para enamorarse.
Si no era con una, sería con la otra, pensaba. Había que animarse, y se dijo a sí mismo, “si me animo a ir tan lejos, ¿¿¿cómo no voy a poder proponerle matrimonio a una de las dos???”.
Con las mujeres no iba a tener muchos problemas porque “parla” no faltaba, pero no le gustaban nada las actitudes “intimidatorias” del “VIEJO MARTELLI”.
Él ya tenía una en vista, aunque las dos eran muy lindas, “vamos a ver cómo me arreglo con los padres”, se dijo.
En poco tiempo se animó y después de alguna “escaramuza verbal” se decidió (aunque no fue muy clara esa decisión); y se casó con Erminia, la mayor de las dos; soportando algunos entredichos con el “sesentón” padre de las señoritas en cuestión.
Se casaron el 13 de noviembre de 1910, y se embarcaron para la “PROMETEDORA ARGENTINA” el 14 de diciembre del mismo año. Antes de esos “días intensos y agitados”, existió esta historia “italiana” que estoy rescatando después de tanto tiempo.
Esta comenzó en 1886, el 27 de junio, con el nacimiento de Giovanni e Pietro (así consta en el “Atti di nascita”), mi abuelo; y tres años y medio, después, el 26 de enero de 1890, nació Enrica Erminia (también constancia del “Atti di nascita”), mi abuela.
Estos no eran los días en que festejaron sus cumpleaños en la Argentina, pues los dos fueron anotados un día después, o sea que el 26 había nacido Giovanni, y el 25, Erminia. Los dos en Polverigi y, por lo tanto, es casi seguro que las familias se conocían “del pueblo”.
Muchas cosas nos ocultaron, o no contaron, entre ellas los nombres Pietro el abuelo y Enrica la abuela. O tal vez era una costumbre italiana de aquellos años usar uno solo.
Los Marconi vivían a unas cuantas cuadras del Palazzo Comunale para el lado del cementerio, de Los Apeninos, Via Dell’Industria 17.
Mientras que Los Martelli, exactamente en el sitio opuesto, o sea para el lado de Ancona, del mar Adriático, en la ruta de entrada y también a unas cuantas cuadras de la comuna; Via San Giovanni 51.
¿¿¿Montescos y capuletos tal vez???
Si fue así, ¡¡¡no lo sé!!! Pero las cosas ocurrieron muy rápido y no lo suficientemente claras.


Se casaron el 13 de noviembre y se embarcaron el 14 de diciembre. Todo demasiado “de apuro”, ¿no?
En un mes ya no estaban en “la amada ITALIA”.
Y no solo que no estaban, sino que...
¡¡¡NO VOLVERÍAN NUNCA MÁS!!!
Lo de “UNOS AÑOS Y REGRESO”, creo que, por algo que sucedió en esos días, no fue ni considerado por Giovanni.
La “velocidad” con la que se realizó todo (trámites, documentos, pasajes y despedidas, y viaje de muchos kilómetros hasta Génova) hace pensar que “el hecho” es al menos CURIOSO.
Algo RARO hubo.
¿¿¿El MONTESCO Giovanni se “llevó” a la CAPULETO Erminia???
¿¿¿Sería por eso por lo que se fueron tan de prisa???
¿¿¿Hubo alguna “cuestión de familias”???
¡¡¡ALGO PASÓ EN ITALIA!!!
Ahora... ¿¿¿Qué fue lo que pasó???
¡¡¡CHI LO SA!!!
O tal vez tiene algún asidero lo que oí de las tías menores, y que no sé de dónde sacaron; dicho con muchos “susurros”, y como si fuera un “secreto” que había que guardar bajo “siete llaves”, pero que en medio de esta historia rescatada, tiene algún “destello” de realidad.
Contaban, entre suposiciones, que Giovanni se habría enamorado de Gina (la menor de las hermanas), quien sólo tenía 15 años, y por lo tanto, el señor Martelli no habría permitido la “relación”, por la diferencia de edad (9 años menor que “su pretendiente y casi una niña aún”). Olvidándose que él era 14 años mayor que María, su esposa; o... tal vez, por ese mismo motivo.
Como a Giovanni no le gustó “nada” esa decisión; entonces, le respondió casándose con Erminia, ya mayor, casi de 21 años, y llevándosela, lo más rápido posible, con rumbo a la Argentina, para no permitir que regrese nunca más.
Allá tenía los contactos para ir a trabajar en el campo, ya que él y Erminia eran “CONTADINOS” (campesinos). Y que se había comunicado con la gente de Buenos Aires, de acuerdo a lo leído en “el viejo periódico”; y precisamente le exigían solo eso.
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