Donaldo Christman - Fuego salvaje
Здесь есть возможность читать онлайн «Donaldo Christman - Fuego salvaje» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Fuego salvaje
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Fuego salvaje: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fuego salvaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Fuego salvaje — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fuego salvaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Había muchas preguntas en su mente, la mayoría referentes al colegio adventista cercano a la ciudad de San Pablo. Por otro lado, los Barbosa conocían tan poco acerca de las creencias y las normas de la iglesia que casi hasta medianoche cada minuto fue dedicado al estudio de las verdades de la Biblia.
Tal como Alfredo lo suponía, emplearon más de dos días en encontrar la casa de la familia Asunción. El padre había fallecido, dejando solas a su esposa y a su hija Aurea, de 16 años.
–¡Por fin llegaron, señor Matías! –exclamó Aurea–. Esta es la visita que usted nos ha estado prometiendo tanto tiempo.
–Y esta vez no he venido solo. Aquí están el pastor Ruf y el pastor Rhodes.
–Apenas los vi tuve la seguridad de que ellos eran los pastores que usted nos había dicho que vendrían. Pero, ¿quién es el joven que está allí, bajo el árbol? Vino con ustedes, ¿verdad?
–Oh, ese es un joven amigo que yo traje para ti, Aurea –repuso bromeando el señor Matías, quien era, para Aurea, casi como un padre. El rostro de Aurea se sonrojó un tanto mientras procuraba aparentar indiferencia. Alfredo era tan tímido para tratar con extraños, especialmente con señoritas, que inmediatamente se había separado de los tres hombres. La curiosidad de Aurea era demasiado fuerte. Con un almohadón bajo el brazo, caminó hasta el plátano a cuya sombra se había recostado Alfredo para descansar.
–El suelo es un poco duro. Aquí tienes un almohadón, que ayudará un poco –le sugirió amablemente.
–Estoy bien, no necesito el almohadón –replicó, huraño, Alfredo.
Ella se quedó a poca distancia, tratando de entablar una conversación. Pero él se negaba a entrar en tema. No era que no le interesase, sino que nunca había hablado con señoritas fuera del círculo de su familia.
–Alfredo es un buen muchacho, Aurea. ¿No conseguiste relacionarte con él? –le preguntó más tarde el señor Matías, en un tono medio burlón.
–Yo hice mi parte, pero él no quería hablar –repuso la niña riendo entre dientes–. Quizás una buena cena lo haga sentirse mejor.
Ni una buena cena, ni una noche de descanso ni un abundante desayuno pudieron ahuyentar la timidez de Alfredo. Durante el día y medio que estuvo en la casa de los Asunción, se volvió tan invisible e inaudible como pudo.
–Alfredo, ¿no te agrada Aurea? –le preguntó el señor Matías mientras hacían el viaje de regreso–. Realmente es una niña preciosa... ¡y buena!
–¡Es una señorita hermosa! –exclamó Alfredo–. Pero ahora no puedo pensar en chicas. ¡Debo pensar en una educación! Quizás algún día nos encontremos otra vez; quién sabe...
Capítulo 2
ALFREDO SE ENROLA EN EL EJÉRCITO
El trabajo en la granja aumentaba y Alfredo estaba ocupado, demasiado ocupado como para siquiera tener tiempo de practicar lo que había aprendido en sus seis meses de estudio. Sin embargo, no había olvidado su meta de ir a la escuela adventista cercana a San Pablo. El correo no llegaba regularmente, porque no había servicio postal oficial en esa parte del país; solo cuando alguno de la familia podía ir a Campo Grande era factible conseguir diarios y revistas. Entre estas, compraban la Revista Adventista , por la que Alfredo obtenía informes adicionales del colegio al que ansiaba asistir.
Cierto día, hallándose de visita en Campo Grande, vio un regimiento del Ejército que desfilaba en la calle principal del pueblo. Toda la población, unas diez mil personas, habían ido a verlo y vitoreaban a su paso.
“Esto es lo que yo necesito”, pensó, mientras su corazón latía al ritmo del de los jóvenes soldados. “Es hora de que me una al Ejército. Quizá me resulte más fácil observar el sábado allí que en casa, donde hay tanto trabajo”.
Antes de que terminara el día, Alfredo se había enrolado en el Regimiento de Campo Grande. No habiendo tenido oportunidad de asistir a ninguna iglesia adventista, conocía poco acerca de sus creencias, sin embargo renovó su suscripción a la Revista Adventista .
Equipado con una biblia y algunos libros religiosos, se dijo: “Ahora dispondré de más tiempo para estudiar y aprenderé a leer mejor”.
Aunque no era miembro de iglesia, deseaba contar a sus camaradas todo lo que sabía. Pronto, comenzó a leer a uno de sus compañeros la Biblia y los artículos de la Revista Adventista . Uno de esos artículos contaba el caso de un joven del Estado de Río Grande del Sur (el ahora pastor Emilio Azevedo) que, tras mucha insistencia, consiguió permiso para observar el sábado como el día de reposo ordenado por Dios.
“Si tengo que afrontar las mismas dificultades y aun más severas, no importa; estoy dispuesto a todo”. Fue su decisión y promesa ante Dios; obedecer su Ley y guardar mejor el día de reposo.
–Sargento, hay un asunto importante del que quiero hablarle –le confió a su superior poco tiempo después.
–Diga de qué se trata, amigo. ¿Qué es eso tan serio?
–Bien, yo no podré trabajar más en sábado. Es el día del Señor y voy a observarlo como mi día de descanso.
–Bien, hijo, esto es el Ejército; tú sabes. Si tenías ideas raras como esta, ni siquiera deberías haberte asomado por aquí.
–Sé que parece una locura, pero seguramente es posible que me den el sábado libre, ¿verdad? Todos los demás compañeros quieren que se les dé el domingo, de modo que yo trabajaré los domingos. ¿Qué le parece?
–No puedo prometer nada. Pero jugaré mi cabeza en tu favor y le hablaré al comandante sobre el asunto. ¿Está bien?
–Gracias por su ayuda. Apreciaré mucho lo que usted haga –contestó con un suspiro de alivio, como si el problema ya estuviese solucionado.
Y en realidad lo estaba. Desde entonces su nombre nunca apareció en la lista para trabajos o maniobras en sábado. Tenía permiso para salir del cuartel ese día, y generalmente lo pasaba en un bosque cercano leyendo la Biblia.
Algunas semanas más tarde, el sargento hizo formar a su Compañía para que el comandante pasara revista. Mientras los hombres estaban en posición de firmes y alertas, el comandante preguntó en voz alta:
–Sargento, ¿cuál de sus hombres me recomendaría usted como el más responsable? ¿En quién puede depositar usted toda su confianza?
Sin vacilación, el sargento señaló a Alfredo.
–Ese, comandante; es el mejor que tengo en todo sentido.
–Envíemelo después de un período de instrucción. Necesito un asistente.
Alfredo recibió las instrucciones, y pronto estuvo a las órdenes del comandante. Su trabajo consistía, principalmente, en alimentar, dar de beber, cepillar diariamente el caballo del comandante y estar cerca de la oficina del jefe en carácter de mensajero. Esto era para él un verdadero regalo. Era un trabajo fácil, que muchos de sus compañeros hubiesen querido tener. Sin embargo, no podía reunir el valor necesario para hablar al comandante sobre sus convicciones religiosas.
El sábado, todo el campamento recibió órdenes de ir de maniobras al campo. “¿Qué hago ahora?” se preguntaba Alfredo. Temprano por la mañana del sábado, tomó su Biblia, un poco de comida y caminó hacia los bosques. A la hora del almuerzo, Alfredo se arriesgó a ir al lugar de las maniobras para conseguir la comida. Pero no podía hacerlo sin que nadie se diese cuenta.
–¡Oh, protestante! ¡Qué hora de asomarte! –le gritó uno de sus camaradas cuando apareció en escena.
–¡No pudiste aguantar más! –bromeó otro.
Alfredo era muy conocido y apreciado. Pero la tentación de mortificarlo un poco era demasiado grande aun para sus mejores amigos. En feriados y ocasiones especiales siempre era un compañero muy buscado, porque los soldados pasaban de dos en dos para recibir sus raciones, y el que lo acompañaba siempre conseguía una doble porción de cerveza y de carne de cerdo, porque Alfredo no consumía las suyas.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Fuego salvaje»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fuego salvaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Fuego salvaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.