PARADIGMA
Primera edición: abril 2021
ISBN: 978-607-8773-09-1
© Cristina Harari
© Gilda Consuelo Salinas Quiñones
(Trópico de Escorpio)
Empresa 34 B-203, Col. San Juan
CDMX, 03730
www.gildasalinasescritora.com Trópico de Escorpio
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Distribución: Trópico de Escorpio
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Diseño editorial: Karina Flores
Ilustración de portada: Alexandra Haynak en Pixabay
HECHO EN MÉXICO
Quizá todos nuestros amores no sean más que
simples ilusiones y símbolos…
Quizá tú y yo no seamos más que meros paradigmas,
y esta tristeza que a veces nos envuelve nazca
de la desilusión de nuestra búsqueda,
cada uno a través y más allá del otro,
vislumbrando momentáneamente, y de vez en cuando,
la sombra que dobla la esquina
un paso o dos antes que nosotros.
Evelyn Waugh
Llegar primero es lo único que importa, y en esa carrera loca de cientos de miles que lo intentan, el instinto, ese rasgo primitivo de sobrevivencia, es lo que guía el trayecto.
Desde un principio se establece el reto, una batalla, la naturaleza débil superada por el más fuerte. Salen al unísono, en estampida y, aunque todos se encaminan a la misma meta, solo uno tendrá éxito. La movilidad está regida por el ímpetu de seguir adelante, una fuerza involuntaria que arrastra hacia la fecundación.
La primera manifestación del gen egoísta, un vestigio arcaico que faculta la subsistencia, manifestado a veces de manera visible, presente como una sombra no reconocida.
En ese líquido viscoso, el instinto de preservación lo catapulta hacia el objetivo para fundirse y permanecer en esa oscuridad creadora. Después de penetrar la membrana surgirá el proceso de replicación: atcg… ttga… cgat… gatc… y así hasta completar el patrón.
Aún duda si ese bebé debe nacer, las condiciones no se prestan. El médico de guardia dijo que el embarazo podía seguir su curso normal. ¿Normal? y, cómo sabe si esto puede llamarse así. Un crío sin padre, y las implicaciones legales que tendrá en un futuro, ¿quién en su sano juicio querría traer hijos a este mundo?
Grecia mira a su hija en esa cama, parece como si solo estuviera dormida. Trata de adivinar lo que podría estar pensando si tuviera conciencia de lo que sucede y el accidente no hubiera ocurrido.
El episodio del secuestro de la Rusita fue el detonador. Ella intentó hacer algo, se había involucrado de más, de otra manera no se explica la angustia que vio reflejada en el rostro de su hija, como si se hubiera tratado de alguien de su familia o una amiga cercana.
Y por si fuera poco, la situación comienza a complicarse con la noticia del embarazo. Si de ella dependiera, la joven se libraría de la carga que representa traer a un hijo que no fue planeado, porque de seguro ese ser en formación era producto de un acto irreflexivo o de una violación. Y lo que debe significar ser ultrajada de esa manera. Decide ir en busca del neurocirujano, no quiere poner en riesgo la vida de su hija.
—Gracias por recibirme, ¿doctor?
—García Cisneros, ¿en qué puedo ayudarla?
—Soy mamá de la joven hospitalizada en el cuarto 201. No sé bien cómo empezar, pero apelo a su buen juicio y asumo que comprenderá que, como responsable de mi hija, no puedo permitir que sufra una situación que puede y debe controlarse ya, de inmediato.
—El coma inducido es la mejor manera de prevenir que la inflamación dañe algunas partes del cerebro, aunque tengo entendido que ya se ha ido reduciendo el sedativo y es posible que su hija despierte por sí misma, pero debemos tener cuidado debido al traumatismo craneal que sufrió y esta es la única forma de observar y controlar un daño permanente, algo que no hemos descartado.
—No me refiero a eso, doctor García. El médico que nos atendió primero, no recuerdo su nombre, dijo que está embarazada y como apenas regresó del extranjero, sabrá Dios si alguien abusó de ella y lo que quiero decirle, pedirle, es que como usted comprenderá, resulta necesario detener ese embarazo sin peligro para ella.
—Eso no es posible, señora Quiroga…
—Cáceres, soy divorciada.
—De acuerdo, como le decía, creo que en primer lugar eso debe platicarlo con ella, después de todo ya es mayor de edad y sería imprudente y falto de ética suspender la gestación que está algo avanzada.
—¿Cómo?
—Después del primer trimestre es riesgoso un aborto y solo si la vida de la madre peligra es posible contemplar el procedimiento que, desde luego, no sería factible, no a menos de que un médico lo dictaminara así y no es el caso.
De modo intempestivo, Grecia se levanta al tiempo que entre dientes deja escapar un “gracias” sin mucho convencimiento y sale al pasillo que ahora le parece un laberinto. ¿Hacia dónde está la habitación?
Entonces ella lo sabía desde antes y dejó que continuara. Luego desecha el pensamiento. No, se dice, ella siempre ha sido muy cuidadosa, aunque su ingenuidad pudo haberla llevado a cometer un acto de supuesto amor. Tal vez Azucena no ha pensado siquiera en la posibilidad de un aborto… La mujer ignora la realidad. Soy la única persona que está a su lado, podría persuadirla si tan solo pudiera escuchar, y si encontrara las palabras correctas.
Grecia trata de convencerse a sí misma de que ese “problema” tiene solución, porque la verdad resulta demasiado cruda; ella entenderá razones, lo único que desea es ahorrarle sufrimiento, no es tarde para subsanar errores. No puede esconder la verdad, en sus manos estuvo que llevaran una mejor relación, ahora no es tiempo de mentiras, la falsedad nunca ha sido un recurso para ella por graves que sean las circunstancias, pero ¿no será demasiado tarde?
Cuidar de ella, aconsejarla, ¿le habría hecho caso? Siempre fue una chiquilla rebelde, aun cuando formaban una familia, a partir de la separación todo se fue a pique. De adolescente ni lo intentó, todo las separaba: el internado y la maestría que ella misma tomó en derecho internacional. El alejamiento de Julián, la beca en el extranjero, brechas que se fueron abriendo y que nadie pudo revertir, aunque sí, lo admite, gran parte de la culpa es suya.
El trato entre ellas se volvió aún más hostil cuando fue de visita al internado, ya tenía varios años lejos y tratar de convencerla de que regresara a vivir con ella fue un intento fallido. La forma de pensar, de conducirse era tan distinta que hizo imposible un acercamiento. La vida sigue adelante y nadie puede cambiar el pasado. Recuperar a su niña de esa pesadilla es lo único que importa, no es demasiado tarde, no puede serlo. El amor de una madre debe ser recibido, valorado. No, se dice, no hay pretextos, no estuve cerca y el resultado lo tengo frente a mí. Pero no soy la única culpable, ¿o sí?
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