Por su parte, los estudios sociológicos del teatro desarrollaron, según De Marinis, dos abordajes de larga trayectoria: un sociologismo mecanicista que se conforma con hacer de la creación teatral un reflejo de las condiciones sociales generales; y un idealismo de la estética pura o del formalismo que pretende reivindicar la total autonomía de la obra de arte respecto de la sociedad y de la historia. Alrededor de la década del 60, sin embargo, la sociología del teatro puede superar este doble obstáculo intentando establecer formas más fluidas entre las categorías en cuestión. Desde esta perspectiva, la sociedad es un conjunto dinámico de niveles cuyo funcionamiento histórico no es paralelo o convergente y sus lapsos de transformación tampoco son idénticos; se concibe como una estratificación transversal que permite explicar los fenómenos de supervivencia de contradicciones y conflictos entre un nivel y otro.
Los enfoques culturales de Pierre Bourdieu (1967, [1992] 1995, [1986] 1997) y Raymond Williams ([1977] 1980, [1981] 1982, [1989] 2002) ofrecen teorías complementarias. Ambos autores parten de un enfoque histórico sobre los modernos procesos de diferenciación de la esfera cultural respecto de otros espacios sociales, para analizar la interacción de los diferentes agentes e instituciones implicados (artistas, críticos, academias, museos, editoriales, público, etc.), así como las instancias específicas de creación, selección, consumo y legitimación de los proyectos artísticos y/o intelectuales desarrollados en un tiempo y lugar determinados.
Bourdieu define la noción de campo cultural como un sistema de fuerzas cuyas oposiciones, alianzas y estrategias respecto de la distribución del capital simbólico legitimado, su conservación o transformación, configuran la estructura específica del campo en un momento determinado. Esta dinámica dependerá, a su vez, de las pujas anteriores y del espacio de posibilidades por ellas creadas, como también de los factores externos (económicos, políticos, tecnológicos, ideológicos, etc.), mediatizados (convertidos, transformados en objetos de reflexión o imaginación) 16 por la estructura del propio campo. En la medida en que se trata de un campo relativamente autónomo, conocer las leyes específicas de su funcionamiento permite comprender tanto las relaciones internas como las que mantiene con las condiciones externas.
En el caso de la teoría cultural de Williams, esta lucha por la legitimidad y la distribución del patrimonio cultural se desarrolla como un proceso en el que una hegemonía dada debe ser continuamente defendida y renovada, a la vez que se encuentra resistida, alterada, limitada, por fuerzas opuestas y/o alternativas. Se trata de un proceso social total que incluye tanto la distribución desigual del poder y de los medios de producción como los sistemas de valores, significados y experiencias fundamentales que constituyen relaciones de dominación y subordinación particulares. No se descarta la dimensión consciente y articulada de ideas, creencias y formas de control dominantes (la ideología en sus acepciones más difundidas), sino que se incorpora en un análisis que procura comprender lo hegemónico en sus procesos activos y formativos pero también en los efectos significativos y transformadores de prácticas y discursos alternativos, y de oposición a estos procesos.
Para nuestro caso, el programa de experimentación audiovisual Di Tella , habrá que considerar, en primer lugar, su formulación y desarrollo institucional en el marco del proceso de modernización cultural de la época. Más específicamente, y en la medida en que el programa se centrará fuertemente en la actividad escénica, consideraremos la dinámica del campo teatral de la época, así como su tradición (según Williams, estrategias de selección y organización de significados y valores a la vez legítimos y vigentes), sus discursos dominantes y la formación de artistas emergentes (protagonistas de la cultura juvenil de los años 60 en general y de la escena artística del Di Tella en particular).
Asimismo, resulta central para el estudio del Di Tella no sólo la dinámica del campo teatral sino también la interacción e influencia con otras disciplinas artísticas, así como la articulación entre alta cultura , medios masivos de comunicación y cultura del entretenimiento; cuestión que requerirá, a su vez, revisar algunos de los tópicos planteados por las vanguardias artísticas de principios de siglo en torno a la relación arte-vida, arte-política y arte-tecnología, y su reelaboración por parte de las denominadas neovanguardias de los 60. En las (re)lecturas de las (neo)vanguardias en torno a la relación del arte y la sociedad y, consecuentemente, de la autonomía del campo artístico, la noción de sociedad del espectáculo (Debord [1967] 2008) sintetiza no sólo un umbral histórico en la relación espectáculo-mundo, sino también un punto de inflexión en los modos de producción, circulación y consumo de los bienes culturales.
Estas perspectivas sobre el espectáculo impactarán, como tendremos oportunidad de analizar, dentro y fuera de las prácticas y los discursos teatrales, como lo indica De Marinis (1997) en su estudio acerca de la relación entre teatro y ciencias sociales. Según el autor, la relación teatro-sociedad encuentra al menos dos ámbitos de reflexión en el contexto del desarrollo de las sociedades industrial y posindustrial: el estudio de los medios masivos de comunicación, para el cual la sociedad de la información se configura también como sociedad del espectáculo (producción de la realidad en términos de noticia e imagen espectacularizada); el campo de la antropología y la sociología, para los que la metáfora teatral explica tanto situaciones extracotidianas de la vida del hombre en sociedad (ceremonias, rituales, etc.), como las prácticas de la vida cotidiana (relaciones interpersonales, repertorio de identidades compartidas y tipificadas). Estos enfoques retroalimentan, a su vez, la práctica y la teoría del teatro contemporáneo, en la medida en que asumen la producción escénica ya no en los términos de la reproducción tradicional de la realidad, sino de producción de una realidad estética de igual o mayor grado de verdad. Los años 60 resultan un período fecundo en la formación y el desarrollo de estas ideas y el programa de experimentación audiovisual Di Tella , un objeto de exploración privilegiado para comprender algunas de sus implicancias culturales y teatrales. De ahí también que los territorios fronterizos propuestos por algunas de las acciones artísticas (fuertemente performáticas y teatrales) llevadas a cabo en el instituto adquieran gran visibilidad en la escena cultural, incluso como acciones políticas.
Reaparecerá, en este punto, la tensión entre institución y formaciones artísticas (Williams [1977] 1980) que reedita, a su vez, el proyecto de las vanguardias históricas y sus alcances en los programas estéticos y políticos de las neovanguardias de los años 60 (Bürger [1974] 1997). En este sentido, la relación entre la institución y estas formaciones artísticas emergentes resulta clave para la comprensión del alcance del programa institucional y sus límites ya que la crisis de los esquemas estéticos e ideológicos modernizadores de finales de la época no sólo tensionan la relaciones entre la institución y su contexto sociopolítico, sino que también modificará la actividad y los intereses de las distintas tendencias artísticas reunidas en el Di Tella hasta volver problemático el ejercicio de la propia actividad creadora dentro y fuera de la institución (Longoni y Mestman [2000] 2008).
Finalmente, la teoría de los discursos sociales (Verón, 1998, 2005) agrega una tercera perspectiva de análisis: la semiótica. En nuestro recorrido tanto De Marinis como De Certeau apelan a la idea de una semiótica histórica , de discursos históricos ligados a operaciones de sentido y definidos por sus funcionamientos sociales. Igualmente, el enfoque cultural de Williams redefine las nociones de cultura e ideología considerando un sistema complejo que incluye significados social e históricamente constituidos.
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