Los estudios que asumen la noción de una economía basada en el conocimiento, hacen énfasis en el capital humano, y en las características sectoriales del conocimiento, su intensidad y dinámicas. [2]Lo anterior bajo el supuesto de que las trayectorias y los regímenes tecnológicos forman los sistemas de innovación con una lógica y dinámica diferente que las que ejercen los factores geográficos o económicos. Estas perspectivas conciben la innovación como un proceso sistémico resultado de la recombinación de las dinámicas económicas del mercado y de la innovación basada en el conocimiento y de la gobernanza (Cooke y Leydesdorff, 2004).
Actualmente, existe la percepción de que el progreso técnico es el factor determinante del crecimiento económico a largo plazo, y con ello, de la mejora de la calidad de vida. Las actividades de investigación y desarrollo son la mayor fuente de producción de conocimientos e ideas que sustentan dicho progreso. La innovación depende cada vez más de la habilidad para utilizar el nuevo conocimiento producido, y combinarlo con el bagaje que tienen las empresas. Para tal fin, las capacidades para aprender por medio de la interacción son el factor clave para la innovación. El conocimiento nuevo y comercialmente útil es producto de la interacción y aprendizajes entre varios actores de un sistema de innovación (UE, 2001). En este marco, surge un nuevo enfoque que concibe la innovación como un proceso interactivo que involucra a todos los actores significativos de un sistema de innovación: empresas, universidades, institutos de investigación públicos y privados, gobiernos locales y federales, sociedad civil, y donde el elemento distintivo es la colaboración de los agentes para la construcción de redes (De Bresson y Amesse, 1991; Bianchi y Bellini, 1991; Lam, 2002; Cimoli, 2005).
Dentro de los diversos actores vinculados a la innovación, esta investigación se enfoca exclusivamente en las relaciones establecidas entre el sector científico y el industrial. En el contexto de la economía basada en el conocimiento, es cada vez más significativa la influencia del sector científico sobre los procesos de innovación en cuanto proceso canalizador de nuevos conocimientos y tecnologías. La investigación científica se ha convertido en un factor clave de desarrollo y competitividad industrial en la actualidad. La mayoría de sus contribuciones se orientan a industrias que recogen resultados de investigación en gran parte de los insumos que utilizan; especialmente en ciertas disciplinas y sectores, como las ciencias de la vida y las disciplinas relacionadas con los materiales y la informática (Yusuf, 2007). [3]
Esas experiencias de vinculación expresan evoluciones sociales que reflejan procesos de gobernanza a partir de la construcción de redes. Especialmente, en experiencias de asociaciones público-privadas para la innovación, donde el sector científico y el empresarial construyen acuerdos institucionalizados que presentan una activa participación de los involucrados, coinversión de recursos, objetivos comunes y, en ocasiones, a instancias gubernamentales (OCDE, 2004).
Redes como forma de alianzas entre organizaciones y de gestión del conocimiento
Las redes productivas y de conocimiento son la forma de organización privilegiada en los actuales sistemas de innovación. Las redes dan cuenta del nuevo rol de la cooperación, la coordinación y la competencia en el desempeño económico. La competencia y eficiencia globales son generadas por redes de organizaciones disímiles, públicas y privadas. Ante los niveles crecientes de especialización y cambios en las condiciones de mercado, a las empresas les es difícil generar todo el conocimiento pertinente de forma individual. Para reducir riesgos y acortar los tiempos en que llevan un producto al mercado, las empresas se especializan, apoyadas cada vez más en el conocimiento y el know-how complementario de otras organizaciones (Cimoli, 2005).
Los agentes de una red como grupo que genera aprendizajes comunes, buscan reducir costos de información y coordinación, y contribuir a economías de escala: externas a las empresas individuales, e internas en relación con la aglomeración de las empresas en el área (Bianchi y Bellini, 1991). Como resultado, se institucionalizan las reglas y rutinas internas de gestión de esas alianzas (Dogson, 1996).
Los estudios de economía política definen una red como un grupo interactivo de agentes vinculados a la innovación, que se basa en una división externa del trabajo sin comando jerárquico (Bianchi y Bellini, 1991). De modo similar, Adler (2001) plantea que además de las formas de mercado y de jerarquía, las organizaciones pueden asumir la forma de comunidad que descansa en el mecanismo de la confianza. Las tres formas están presentes e interrelacionadas en las actividades económicas. Pero sólo la confianza permite coordinar la generación y difusión de conocimiento, dentro y entre organizaciones, con lo cual, y dado el creciente peso del conocimiento en la economía, debería esperarse una mayor relevancia de estos mecanismos basados en la confianza. [4]
Características de las redes ciencia-industria
Una red se define en términos de vínculos e interacciones de conocimiento. En las redes ciencia-industria, existe una alta complejidad en los conocimientos intercambiados, que les exigen una interacción directa (Balconi y Laboranti, 2006).
La posibilidad de explotar el conocimiento, implica su flujo. Por eso, son ejes clave de estímulo al desarrollo económico, en donde las relaciones ciencia-industria pueden cumplir un rol crucial. Gracias a las derramas (spillovers) del conocimiento, otros actores pueden explotar conocimiento nuevo, y a la vez, acelerar el crecimiento económico. Las actividades de investigación y desarrollo tienen para las empresas un carácter crucial en el estímulo de las habilidades de identificación, asimilación, absorción y explotación del conocimiento de otras organizaciones. Ya que a mayor nivel de actividades de investigación y desarrollo, se da un mayor nivel en las capacidades de absorción y conocimiento a ser explotado. De esta forma, las empresas utilizan esas alianzas con el sector científico como un medio de expandir y complementar sus capacidades de absorción [5](Mueller, 2006).
El supuesto base de los intercambios de conocimientos entre ciencia e industria, es que la colaboración es la vía más favorable para la transferencia e intercambio de competencias. Por definición, el tipo de relación que se establece en las relaciones cooperativas ciencia-industria se caracteriza por contactos cara a cara que estimulan la transferencia de conocimientos centrales para la creación y desarrollo tecnológico: conocimientos orientados a la resolución de problemas, intangibles y no codificados dado su carácter específico, complejo y, en muchas ocasiones, tácito (Feldman, 2002). [6]
La experiencia del conocimiento intercambiado (que implica intercambios tangibles e intangibles de información, experiencias productivas, conocimientos y estrategias de desarrollo a futuro) da a las redes el carácter de espacio social (Bianchi y Bellini, 1991).
Como espacio económico, las redes también suponen intercambios intangibles. La complejidad de las relaciones establecidas en ellas explica la complejidad del producto que producen. A su vez, la mayor simplicidad en las tramas y la mayor presencia de componentes codificados, vuelve la red más vulnerable (Casalet et al., 2005), al disminuir las posibilidades de apropiación al productor. De esta manera, la circulación del conocimiento dentro de las redes depende de la complejidad de capacidades cognitivas y del tipo de protección construido (Erbes et al., 2007). [7]Esas formas mediante las cuales empresas, industrias e instituciones gestionan el conocimiento y desarrollan sistemas para fortalecer sus capacidades y competencias, son factores clave del desempeño económico y de negocios en la actualidad.
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