El archivo de Carnicelli fue comprado por la Biblioteca Luis Ángel Arango. En 1997, en una fugaz visita que adelantó José Antonio Ferrer Benimeli, el más importante historiador de la masonería a nivel hispano, a esa biblioteca, tuvo ocasión de ojear algunos documentos de ese archivo, la mayoría de ellos centrados en las logias caribeñas, especialmente las de Cartagena de Indias, y quedó sorpendido por la riqueza de información que allí había. Tiempo después, cuando emprendí mis investigaciones sobre sociabilidad, tuve la oportunidad de revisar el índice de documentos del mencionado archivo, y confirmé que la gran base de información se centraba en Cartagena, buena parte de ella poco consultada; lo referente a las logias bogotanas está, básicamente referenciado y trabajado, en los cuatro tomos de la obra de Carnicelli.
Ante la imposibilidad de consultar los archivos de la Beneficencia y de las logias, tuvimos que recurrir a la sistemática consulta de la prensa colombiana del siglo XIX, primordialmente a la bogotana, con énfasis en los periódicos, ora porque fueron fundados, dirigidos y editados por masones, ora porque podían contener información sobre la temática de interés. 2El mismo tratamiento tuvimos con las memorias de personajes y con los libros publicados en la época, como con los recientes.
La búsqueda giró en torno a los cuatro temas centrales objeto de investigación: la beneficencia, la caridad, la masonería y la filantropía, como en la del Lazareto, la Casa de Refugio o Beneficencia, el Hospital de Caridad, el Hospicio de Niños, la Sociedad de San Vicente de Paúl y las Hermanas de la Caridad. A unas y otras fuentes nos acercamos con la pregunta esencial: la posible relación de la masonería y la beneficencia, la que hemos tratado de resolver y que se encuentra presente, quizá diluida, a lo largo del libro. De manera general, a partir de la historia de las instituciones dedicadas a la beneficencia: la Junta de Beneficencia y los establecimientos; de manera particular, en la participación y figuración de algunos personajes que pertenecieron a la masonería y que prestaron su concurso o jugaron un papel importante en la organización, control y puesta en escena de la beneficencia como política pública.
El resultado es un estudio documentado, con un carácter, según uno de los pares evaluadores, enciclopédico o ilustrado, lo que es un tanto entendible, pues alguna parte de mi experiencia investigativa y de publicación ha girado en torno al siglo XVIII. Es así como la obra contiene seis capítulos: el primero aborda el desarrollo de los gobiernos liberales, desde 1849 a 1886, y su relación con la beneficencia.
El segundo hace un recuento de la Junta General de Beneficencia, teniendo en cuenta, como todo el trabajo, algunos antecedentes históricos, el arranque de la Junta, su carácter y sentido administrativo, su organización, las fuentes de financiación y la relación existente entre beneficencia y policía. Muestra el interés de la masonería por promover la beneficencia a través de la filantropía, así como la activa participación de algunos masones en la conformación del nuevo ente y en sus cuadros directivos. Finalmente, establecimos que varios de los miembros de la Junta eran médicos alópatas que mantenían un permanente enfrentamiento con los médicos homeópatas, por lo que trataron de controlar el ejercicio de la homeopatía en el Hospital de Caridad.
El tercero presenta un primer establecimiento dependiente de la Junta, base de la política de beneficencia impulsada a partir de 1869: el Lazareto de Tocaima o de Agua de Dios, teniendo en cuenta algunos antecedentes históricos, al igual que la organización definitiva del mencionado establecimiento.
El cuarto trata sobre la Casa de Refugio o de Beneficencia, que sigue la misma estructura del capítulo anterior, antecedentes históricos y coyunturales, la consecución y adecuación de sedes, su funcionamiento; hace particular énfasis en las contribuciones públicas que se adelantaron entre 1870 y 1873, con el fin de sostener el establecimiento, en las que se reflejan las importantes aportaciones hechas por los masones, así como en otras fuentes de financiación.
El quinto sigue la tónica de los dos capítulos anteriores, centrado en el Hospital de Caridad, comúnmente llamado San Juan de Dios, detallando los cambios administrativos que adelantó la Junta, los esfuerzos por obtener una adecuada financiación y el intento por consolidar el Hospicio de Niños, en el que fue particularmente importante la participación de los masones.
El sexto analiza el accionar de otras sociedades de caridad y beneficencia de carácter privado, muy influidas por la Iglesia católica y los conservadores, principalmente el de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Finalmente, se aborda el importante papel cumplido por la contratada comunidad de las Hermanas de la Caridad.
El estudio está acompañado de tres anexos: el primero es la lista de los 305 convocados para ser contribuyentes en la colecta pública para el sostenimiento del Asilo de Indigentes, promovida por la Junta General de Beneficencia, y verificada en 1870, en el que además de reseñar el contribuyente convocado, si contribuyó o no, se trató de determinar su profesión u oficio, su vinculación a la masonería y su filiación política. El segundo anexo es una continuación del primero, pues muestra el comportamiento de los aportes en los dos semestres del año de 1873.
El anexo tres es una tabla resumen de 356 personajes protagonistas, la mayoría de la vida política, económica, cultural y social entre 1845 y 1886, y de alguna manera mencionados en el libro. Reseña el personaje, su fecha de nacimiento y muerte, su profesión y oficios, pues siempre hay que tener en cuenta que los hombres del siglo XIX no solo tuvieron una profesión, o se dedicaron a un solo oficio, se multiplicaron. Se reseña la vinculación a la masonería, su filiación política y una breve biografía sobre su trasegar público. De algunos personajes solo pudimos encontrar una o dos noticias, de allí que falten datos.
Dadas las mencionadas dificultades para profundizar en los archivos de la Beneficencia de Cundinamarca y en los de la masonería bogotana, y ser la beneficencia y la masonería temáticas un tanto olvidadas por la historiografía colombiana, no nos atrevimos a hacer conclusiones, solo consideraciones finales, ya que en buena medida hemos adelantado una descripción aproximada del problema de la relación existente de la beneficencia y la masonería, que puede generar preguntas nuevas, posible temas de investigación y análisis.
José Eduardo Rueda Enciso
Profesor titular de la Escuela Superior de Administración Pública
Notas
1 La masonería en la Independencia de América (2 tomos, Bogotá: Artes Gráficas, 1970); Historia de la masonería colombiana. 1833-1940 (2 tomos, Bogotá: Artes Gráficas, 1975).
2Como es usual en las obras históricas, al citar la información proveniente de estas fuentes, tratamos de conservar la ortografía y redacción original.
Introducción
Por lo general, al abordar una temática nueva, el investigador comienza por leer la literatura existente sobre ella. Nuestro proceso, para el caso de la beneficencia, fue un tanto distinto; el desarrollo de la investigación realizada entre los años 2003 a 2010 nos arrojó una cantidad importante de documentación que cuidadosamente fuimos recopilando. Parte de ella, ordenada a partir de las instituciones que en 1869 pasaron a formar parte de la Junta General de Beneficencia: el Lazareto de Agua de Dios, la Casa de Refugio, el Hospital de Caridad y el Hospicio de Niños, fue incluida en los informes parciales y finales de la mencionada investigación. Otra parte de esa documentación no fue trabajada, en ese momento, y constituye una significativa parte del material que conforma el presente estudio.
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