Las transformaciones que tuvieron lugar en Harper pueden, en un primer momento, ser imputadas a sus nuevos propietarios. Luego de que Rupert Murdoch hubiese comprado la empresa en 1987, la editorial se comprometió rápidamente con la dirección que desde entonces nunca ha abandonado: comenzó a privilegiar los libros más comerciales, en particular los relacionados con las industrias del espectáculo controladas por Murdoch. El color político del catálogo también cambió, por lo que ya no se encuentran libros sobre los Kennedy u otros liberales, sino las Mémoires del coronel Oliver North y Newt Gingrich. Murdoch trajo de Gran Bretaña su propio equipo de asalariados y reemplazó a los que trabajaban desde hacía tiempo en la editorial.
La historia de Simon & Schuster y de su evolución es más compleja y se extiende por un amplio periodo. En sus Mémoires, Michael Korda es muy ambiguo en relación con estas transformaciones. Salvo algunas excepciones, entre ellas Graham Greene, que era un viejo amigo de la familia y un amor de infancia, y el novelista texano Larry McMurtry, Michael Korda se interesa por los autores de bestsellers muy rentables, por ejemplo, Harold Robbins, Irving Wallace y Jacqueline Susann. Continuó lógicamente con los bestsellers políticos escritos por Richard Nixon y (en cierta medida) por Ronald Reagan.
Michael Korda elabora un retrato increíblemente despectivo de estos autores sobre los que reposa cada vez más el éxito económico de la empresa. Según él, siempre reclaman algo, se visten de manera vulgar, en Londres no saben dónde mandar a hacer zapatos a la medida y tampoco conocen las direcciones de los buenos restaurantes, temas que Korda domina muy bien. Por otro lado, Michael Korda estima que estos libros, en el futuro, serán los únicos de valor, dado que la edición es cada vez más dependiente de la industria del espectáculo, y que las modas y valores de Hollywood se hacen dominantes. Los libros de estrellas harán o desharán las editoriales y Michael Korda, con su jefe Richard Snyder, cuenta con la primera opción.
Tiempo después, Simon & Schuster fue reemplazada por Viacom, que posee Paramount Pictures, y, durante algún tiempo la editorial también tomó el nombre de Paramount Books. Por más que Michael Korda describa de manera objetiva las presiones económicas engendradas por tales transformaciones, él sigue, no obstante, muy apegado a la idea de que esos son los libros en los que los editores deberían concentrar sus esfuerzos, y está orgulloso de los éxitos conseguidos con ellos, más que de sus relaciones con sus autores. Se permite, en un momento dado, hacer una crítica feroz a Harold Robbins, uno de sus primeros autores de éxito. Robbins había escrito una primera obra literaria prometedora, a la manera de las novelas proletarias de los años treinta, y también había sido publicado por Knopf.
Como la mayoría de las personas cuyos libros se venden muy bien, Robbins estaba decepcionado pues pensaba que ese éxito no era merecido. En las entrevistas siempre tomaba una bocanada de aire y se apresuraba a defender sus libros frente a las críticas, pero la verdad es que despreciaba a sus lectores y se despreciaba a él mismo por satisfacer así sus gustos.
Hoy, en la edición, parecería que solo los autores tuvieran vergüenza de vender muchos libros. Los editores toman simple y llanamente ventaja de las tendencias ineluctables.
[...]
La edición universitaria: ¿un modelo alternativo?
Dada la amplitud de las transformaciones que sufre hoy el sector comercial de la edición cabe preguntarse si las editoriales universitarias pueden constituir una solución alternativa. Un gran número de ellas ha puesto sus esperanzas en la edición de libros que ya no son publicados por los grandes grupos porque no gozan de una gran cobertura promocional174 (midlist); logran así ganar dinero al tiempo que salvan del olvido algunos libros importantes. No obstante, la situación es hoy aún más complicada. El sector no lucrativo de la edición está, en efecto, sometido a imperativos comerciales muy restrictivos, que pueden a veces conducir, de facto, a su privatización.
Pareciera inevitable que el modo de funcionamiento de los grandes grupos se extenderá un día a las editoriales universitarias. Después de todo, ¿no se han cerrado departamentos universitarios enteros por falta de clientela? Puesto que el sistema de enseñanza mismo está sufriendo tales presiones, ¿cómo podrían tener inmunidad las editoriales universitarias?
En un artículo del Times Literary Supplement, que dio lugar a un vívido debate en Inglaterra, incluso en la Cámara de los Lores, sir Keith Thomas planteó la cuestión del lugar de las editoriales universitarias en el mercado actual. Sir Keith Thomas, historiador reconocido, preside el comité financiero de Oxford University Press y formó parte del comité que decidió poner fin bruscamente a la publicación de libros de poesía contemporánea en esta editorial. Su artículo es, por una parte, engañoso. Describe Oxford University Press como una editorial mediana, mientras que su cifra anual de ventas, de alrededor de quinientos millones de dólares, la clasifica entre las editoriales más grandes de su categoría. El total de las ventas de Oxford University Press supera el de todas las editoriales universitarias estadounidenses juntas. El catálogo de Oxford comprende un gran número de libros muy rentables económicamente, y las gigantescas capacidades comerciales de esta editorial le permiten obtener ganancias nada despreciables. Sir Keith Thomas afirma también que la Universidad de Oxford está en derecho de esperar un «retorno consecuente» por parte de su editorial, la cual, a lo largo de los últimos cinco años, le ha transferido alrededor de dieciséis millones de dólares al año. Teniendo en cuenta esta situación real, la decisión de interrumpir la publicación de libros de poesía fue juzgada, en muchos casos, como arbitraria y mezquina. Otras reestructuraciones dentro Oxford University Press tuvieron como efecto la supresión de las colecciones de bolsillo de alto nivel intelectual tales como Opus, el cese de las publicaciones en la serie Modern Master y la marginalización de Clarendon Press, su otro sello editorial. Varias de las cartas publicadas en las páginas del Times Literary Supplement (tls), algunas escritas por anteriores trabajadores de Oxford University Press, criticaron fuertemente estas decisiones tomadas por el editor. Los bárbaros ya no estaban solo en las puertas de la editorial, estaban indiscutiblemente al interior.
Para justificar estas decisiones, sir Keith Thomas se refiere, en el artículo mencionado, a algunas transformaciones bastante conocidas: la concentración cada vez más grande de la propiedad de las editoriales y de las librerías, la presión económica que de allí resulta y que hace que los editores sean forzados a otorgar descuentos aún más importantes a los almacenes, la dificultad de ser competitivos en un mercado de cuasimonopolio. Estos asuntos son fundamentales para un editor de la talla de Oxford University Press, mucho más que para las pequeñas editoriales universitarias estadounidenses. Pero el hecho de que Oxford University Press produzca ganancias destinadas a sus propietarios muestra un problema que se hace cada vez más crucial para una buena parte del mundo académico.
Es evidente que, como Oxford, las editoriales universitarias estadounidenses tienen dificultades a causa de los costos de publicación de obras de investigación, que constituyen, en principio, la esencia de su producción. En un artículo publicado en New York Review of Books, Robert Darnton presenta algunos argumentos convincentes en favor de la publicación en línea de tales obras, teniendo en cuenta la caída vertiginosa de las cifras de venta (que pueden no superar los doscientos ejemplares) y la crisis de las bibliotecas, cuyos fondos se destinan cada vez más a la compra de revistas académicas (estas también están casi completamente sometidas a un monopolio, y una revista puede costar hasta 16 000 dólares al año).
Читать дальше