Guillermo Hurtado Pérez - La Revolución creadora - Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana

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Esta investigación tiene dos propósitos intercalados. El primero de ellos es ofrecer una nueva versión de la historia de la filosofía mexicana durante la Revolución, en particular, del pensamiento de Antonio Caso y de José Vasconcelos. El segundo propósito es entender el efecto que tuvo la revolución sobre la filosofía del periodo y el que ésta tuvo sobre aquélla.

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…. en las escuelas oficiales (…) van minando esos nobles y optimistas sentimientos, y sembrando en sus corazones el desconsolador escepticismo, la fría incredulidad, el amor a lo positivo, a lo que palpan, a lo que ven, y cuando llegan a la edad madura, es lo único que llegan a considerar como real, y clasifican las palabras de patria, libertad, abnegación, entre la metafísica que acostumbran a considerar con cierto desdén.67

¿En qué basaba Madero su crítica al positivismo? De la referencia que hace a Francisco Vázquez Gómez se desprende que él conocía la polémica iniciada por aquél en los primeros meses de 1908.68 También es posible que Madero conociera las críticas de José María Vigil al positivismo (Vigil, por cierto, también había sido espiritista).69 Sin embargo, el rechazo de Madero al positivismo tenía otro origen, más hondo y personal. Esto lo pudo percibir Roque Estrada, uno de sus más estrechos colaboradores durante la campaña electoral de 1910. Según él, no era la razón o el cálculo lo que predominaba en la personalidad de Madero, sino la emoción. Es por ello que Estrada, que era positivista y socialista, pensaba que si bien Madero podía ser el hombre que congregara a los elementos contrarios al régimen, no podía ser quien dirigiera la etapa reconstructiva de la revolución.70 La emotividad del carácter del líder estaba nutrida no sólo por una tendencia psicológica, sino por una inclinación moral y metafísica muy lejana de la filosofía positivista.

No es ningún secreto: Madero fue espiritista.71 Se sabe que su contacto con los espíritus transformó su vida: lo alejó de los vicios, de la ociosidad, del egoísmo, le indicó una disciplina, lo motivó para ocuparse del bienestar de los demás, y, por último, le dio la tarea de salvar a su patria de la tiranía a costa de grandes sacrificios personales. Las virtudes políticas que propugnaba Madero estaban inspiradas en las virtudes morales dictadas por sus creencias espíritas. Madero, el político, no se entiende sin Madero el espiritista.

Hacia finales del siglo XIX, el espiritismo fue un movimiento muy extendido entre las clases medias de Europa y América, que rechazaba el materialismo de la ciencia contemporánea y que tampoco aceptaba de manera dogmática la existencia de Dios, del alma y de las normas universales de la moral. El espiritismo ofrecía lo que parecía ser una prueba de la existencia del espíritu, de las leyes morales y de la divinidad. La lista de los intelectuales y políticos latinoamericanos que se acercaron o simpatizaron con el espiritismo es muy larga y seguramente sorprendería a quienes desconocen el impacto que tuvo esta corriente. Del extremo norte al extremo sur del continente americano se formaron grupos que buscaban entablar contacto con los espíritus y se crearon clubes y asociaciones cuya finalidad era propagar la doctrina de una manera seria y organizada.72

La corriente espírita que seguía Madero, la más extendida en América Latina, era la fundada por Allan Kardec.73 Esta doctrina afirma que Dios creó a los hombres en la forma de espíritus antes de que tuvieran un cuerpo material. Los espíritus deben reencarnar varias veces para progresar moralmente. Los humanos encarnados podemos hablar con los espíritus y obtener consejos de ellos para nuestra superación moral que se entiende a partir del principio supremo del amor al prójimo. El espiritismo de Kardec pretendía ser científico, es decir, ofrecer experimentos verificables y repetibles de la existencia de los espíritus.74 Pero también pretendía ser una doctrina moral, es decir, ofrecer una cosmovisión que orientara a los seres humanos hacia su perfeccionamiento ético. El principio de la caridad era central para el espiritismo: ningún egoísta podía progresar; para ascender había que trabajar por el bien de los demás. En un plano político, el espiritismo era compatible tanto con el liberalismo, ya que adscribía a cada ser humano la capacidad de realizarse en libertad, como con el socialismo, puesto que propugnaba por una moral anti-individualista. Se ha señalado que Kardec recibió la influencia de Charles Fourier y Henri de Saint-Simon.75 Del primero toma la idea de la reencarnación y del progreso de la humanidad. Del segundo, la importancia de la ciencia en los asuntos humanos. La relación con el catolicismo fue más compleja. Si bien Kardec sostuvo enfáticamente que Jesucristo era el mayor modelo de la vida moral, el espíritu más alto y más puro que ha existido sobre la tierra, el Vaticano puso a las obras de Kardec en el índice de los libros prohibidos. Para la Iglesia, la doctrina de la reencarnación era inaceptable y las turbadoras experiencias de los médiums eran demoníacas.

El espiritismo llegó a México en la segunda mitad del siglo XIX. Su principal divulgador fue el general Refugio González. En 1872, él tradujo El evangelio según el espiritismo de Kardec, fundó la revista La Ilustración Espírita e impulsó la creación de la Sociedad Espírita Central de la República Mexicana. En años posteriores, la doctrina espírita se difundió por medio de las actividades de la Sociedad, la publicación de la revista y la traducción de otras obras dentro de esta corriente, labor en la que participaron figuras como Federico Gamboa e Ignacio Mariscal. Fue muy comentada la polémica que tuvo lugar en el Liceo Hidalgo, en 1875, entre defensores y detractores del espiritismo. Entre los primeros destacaba el joven Santiago Sierra, hermano de don Justo, y José Martí, el intelectual cubano; en el grupo contrario estaba la plana mayor del positivismo oficial: Gabino Barreda, Justo Sierra y Francisco Pimentel. En el entorno político, los espiritistas se aliaban con los católicos contra el materialismo de los positivistas, pero también se aliaban con los positivistas, masones y protestantes contra la influencia del clero. Cuenta Vasconcelos que a principios del siglo XX, un grupo de sus amigos y él se interesaron en el fenómeno del espiritismo e incluso leyeron los libros de Kardec. Sin embargo, sus intereses no siguieron por allí y su maestro de psicología en la Escuela Nacional Preparatoria, Ezequiel A. Chávez, les recomendó estudios que desacreditaban al espiritismo.76

Madero dio a conocer sus creencias espíritas en varios escritos que han sido rescatados en años recientes.77 El compendio de dichas creencias es su libro Manual Espírita, publicado en 1911 y firmado con el pseudónimo de Bhima. Este libro está redactado con la misma estructura que el Libro de los espíritus de Allan Kardec, en forma de preguntas y respuestas. Madero dedica su obra a los jóvenes y a los obreros. A los primeros les repite lo que había afirmado en la sección sobre educación de La sucesión presidencial en 1910. Madero dice dirigirse a los jóvenes que no han “bebido en las fuentes impuras del materialismo” y en cuyos corazones “no ha hincado sus garras el desconsolador escepticismo”.78 Pero quizá lo más interesante, dado el contexto político, es el mensaje a los obreros. Lo cito:

Nos dirigimos igualmente al obrero, al desheredado de la fortuna, al que no encuentra consuelo en un culto que su razón rechaza; que no encuentra justicia en el materialismo, porque sólo le enseña el triunfo del más fuerte, el premio del más apto para la lucha, y él se considera el más débil, el menos apto en esa desenfrenada lucha por la vida, y no cree justo que su destino sea perecer después de una vida miserable y laboriosa.79

Obsérvese cómo en estas líneas Madero hace una dura crítica al culto —al católico, se entiende, no hace falta mencionarlo de nombre— así como al materialismo y al evolucionismo social de los positivistas.

Lo que hoy podría resultar más inquietante es que Madero parece pedir a los obreros que no se desesperaren por su triste situación. Los obreros no deben sufrir porque cuando conozcan la ley de la retribución entenderán que su vida “no se desarrolla en al miserable cuadro de una existencia terrestre, sino que tiene por tiempo la eternidad, por espacio el Universo.”80 ¿Pide Madero resignación a los obreros? ¿Acaso uno es el discurso del candidato presidencial que buscaba obtener votos y otro distinto el del maestro espiritista que pretendía cambiar conciencias? Cualquier respuesta tiene que matizarse. En la sección final del Manual Espírita, Madero recomienda a los obreros que no desesperen, ya que su situación presente es resultado de sus encarnaciones anteriores y esa condición no puede modificarse bruscamente. La violencia política no es la solución, sino el trabajo ordenado, continuo y perseverante. Pero a fin de cuentas, añade, las diferencias de posición en el mundo sólo importan si se asume la tesis materialista de que ésta es nuestra única existencia. Mas si se adopta la doctrina de la pluralidad de existencias y, además, la ley de la retribución del espíritu a través de las reencarnaciones, los pobres de hoy pueden confiar en la promesa de Jesús de que “los últimos serán los primeros”. Sin embargo, Madero no pensaba que los pobres debían caer en una resignación inmovilista. Los obreros podían cambiar sus vidas para bien por medio de la práctica de las virtudes. Por otra parte, en sus discursos políticos, Madero siempre insistió en que los problemas sociales y económicos de México tendrían que encontrar una solución legal dentro de la democracia. Ni su revolución, ni su gobierno prometieron jamás la realización inmediata de un paraíso en la Tierra.81

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