Guillermo Hurtado Pérez - La Revolución creadora - Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana

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La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta investigación tiene dos propósitos intercalados. El primero de ellos es ofrecer una nueva versión de la historia de la filosofía mexicana durante la Revolución, en particular, del pensamiento de Antonio Caso y de José Vasconcelos. El segundo propósito es entender el efecto que tuvo la revolución sobre la filosofía del periodo y el que ésta tuvo sobre aquélla.

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Es probable que la doctrina social de la Iglesia, además de las ideas de liberales, socialistas y anarquistas, haya contribuido a la conformación del clima de ideas que estuvo detrás de la redacción de la Constitución de 1917, pero de ahí a sostener que hubo una relación causal directa entre ambas, hay mucho trecho. Ni los liberales, ni los anarquistas ni los católicos tenían la fuerza para efectuar un cambio de régimen.

Hacia 1908, la mayoría de las voces apoyaban, por lo menos de dientes para afuera, la reelección presidencial de Díaz, pero discrepaban en torno a quién debía acompañarlo como candidato a la vicepresidencia. Por todo el país se organizaron grupos de apoyo para que el general Bernardo Reyes fuese candidato. El movimiento creció hasta adquirir una fuerza considerable. Sin embargo, los reyistas se quedaron sin candidato porque el general obedeció la orden de don Porfirio de salir del país. La estructura política del reyismo fue aprovechada luego por Francisco Madero, que logró convencer a numerosos reyistas de que apoyaran al Partido Anti-Reeleccionista.

La discusión sobre la cuestión democrática, en la víspera de 1910, fue intensa. En ella participaron intelectuales como Manuel M. Alegre, Luis Cabrera, Manuel Calero, Ricardo García Granados, Esteban Maqueo Castellanos, Querido Moheno, Félix Palavicini, Francisco de P. Sentíes y Emilio Vázquez Gómez.50 Todos estos autores defendían la necesidad de cambios; sin embargo, ninguno de ellos exigía un cambio radical, es decir, no eran revolucionarios. A fin de cuentas, estos autores seguían aceptando la tesis evolucionista de los positivistas oficiales —a pesar de que no simpatizaran con el grupo de los científicos—. Para ellos, México tenía que transformarse en una democracia moderna —tal como lo había reconocido el propio Díaz en su entrevista con Creelman—, pero para alcanzar ese fin había que preparar el camino para no perder la paz, el orden y el progreso alcanzados. Por ejemplo, todos ellos coinciden en la necesidad de dejar atrás los partidos personalistas o facciosos para dar lugar a la creación de partidos políticos modernos, planteados en torno a un proyecto nacional. Aunque si bien consideraban que México estaba listo para una elección abierta en 1910, pensaban que había que tomar reservas, por ejemplo, Calero y Moheno sostenían que el voto debería reservarse a quienes supieran leer y escribir. En otras palabras, lo que se buscaba era resolver de manera pacífica la alternancia a la muerte de don Porfirio, sin socavar el proceso evolutivo del porfiriato, al que no se le podía dejar de reconocer sus logros.

1.5. El pensamiento de Francisco I. Madero

Francisco I. Madero nació en el seno de una distinguida familia de políticos y empresarios liberales y se formó en prestigiosos colegios y universidades de México, Estados Unidos y Francia.51 Comenzó su carrera política en el ámbito de su estado, Coahuila. Su bandera era doble: la lucha contra la imposición del centro y a favor del sufragio efectivo y de la no-reelección. Al darse cuenta de que la única manera de lograr lo primero era mediante lo segundo, se lanzó de lleno en la política nacional para combatir la reelección de Díaz y de Ramón Corral. En algunas historias de la Revolución mexicana se ha tendido a subestimar el papel de Madero como un intelectual revolucionario. Sin embargo, Madero fue un político de altura, inspirado en ideas tomadas de sus lecturas históricas y filosóficas. No es que él pretendiera ser un historiador o un filósofo —jamás tuvo esas veleidades— pero su discurso adoptaba ideas provenientes de ambas disciplinas. Sólo una visión muy estrecha puede negarle a Madero el título de intelectual. Aunque no fue un literato o un erudito, escribió cientos de cartas, documentos y artículos rebosantes de ideas acerca del ser humano y de la sociedad, además de que fundó y participó en la edición de periódicos y gacetas en las que divulgó sus ideales políticos y sociales, y, por si fuera poco, escribió una de las obra clásicas del pensamiento político americano, La sucesión presidencial en 1910.

Sabemos que Madero redactó La sucesión presidencial en 1910 en seis meses con el propósito de que fuera un instrumento para su campaña política a nivel nacional. La obra fue impresa en diciembre de 1908 en San Pedro de las Colonias con un tiraje de tres mil ejemplares. A principios de 1909 Madero lo distribuye por correo a políticos, intelectuales y periodistas independientes. La primera edición se agotó de inmediato y Madero publicó una segunda edición corregida y aumentada.52 El libro tiene la estructura de un discurso clásico: exordio, narración, argumentación y peroración. Pero su dimensión retórica es más compleja. Aristóteles distinguía entre la retórica forense, la deliberativa y la epidéctica. Madero combina en su libro los tres estilos. Por una parte, se dirige al pueblo, lo invita a defender la democracia, a recobrar su dignidad. Por otra parte, se dirige a Díaz: lo alaba, reconoce sus méritos, lo juzga, lo critica e incluso lo amenaza. Puede decirse que la obra fue un éxito en el objetivo deliberativo mas no en el epidéctico. Madero convenció al pueblo, no a Díaz. Podríamos entonces preguntarnos: ¿a quién estaba dirigido en verdad el libro? ¿Al pueblo o al César? Me parece que aun cuando Madero se dirigía a Díaz, se dirigía al pueblo. La fuerza de su discurso a Díaz consiste en el carácter revolucionario de su discurso dirigido al pueblo. Un análisis retórico de La sucesión presidencial en 1910 también debe tomar en cuenta la manera en la que Madero utiliza la historia de México para sus fines. Su tesis es que el militarismo tiránico había sido una desgracia para México y que era tiempo de dejarlo atrás. Madero no fue un historiador; sus conocimientos de historia de México estaban basados en la lectura que hizo de México a través de los siglos.53 Sin embargo, en varias ocasiones Madero hace referencia a la historia de Roma y de Francia para ilustrar algunas de sus afirmaciones sobre las desgracias producidas por el poder absoluto.

La originalidad de La sucesión presidencial en 1910 consistió en su defensa a ultranza de la democracia. Madero rechazaba tajantemente la idea de que México no estaba maduro para la democracia efectiva. Según Madero, la democracia no tenía que esperar a que el proceso evolutivo transformara a los mexicanos. Los mexicanos debían luchar de manera pacífica por su libertad y acabar de una buena vez con la tiranía. Sólo en caso de que el tirano violara la voluntad popular, podría justificarse una lucha de otro tipo. Madero defendió que la alternancia tendría que ser decidida de manera democrática, no por un líder carismático, como Bernardo Reyes, ni por una élite ilustrada, como la de los científicos, sino por un partido político que decidiera en una convención su plataforma política. En Metahistoria, Hayden White ha retomado la distinción hecha por Karl Mannheim entre la idea liberal de que la estructura social será mejorada en un futuro remoto y la idea radical de que ese cambio tendrá lugar en un futuro inmediato.54 Los liberales se preparan para realizar la utopía, es decir, la aplazan, los radicales se sienten listos para realizarla, es decir, la precipitan. El discurso de los científicos, de Sierra, era un discurso liberal en ese sentido de Mannheim; el de Madero, en cambio, era radical. Es por eso que su discurso puede calificarse como revolucionario. Y lo era, no sólo en México, sino en el resto del mundo. En aquellos años, en los Estados Unidos, el país que se consideraba la cuna de la democracia moderna, la sociedad ponía muchas barreras al sufragio: los pobres, los negros, los inmigrantes, los marginados tenían obstáculos para votar. Madero, en cambio, luchaba por una democracia total. Por esa razón, debería ser incluido en la lista de los grandes promotores de la democracia de la historia.

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