En enero de 1908, Francisco Vázquez Gómez publicó un folleto intitulado La enseñanza secundaria en el Distrito Federal. Las conclusiones a las que llegó allí eran las siguientes: el plan de estudios de la Escuela Nacional Preparatoria era antipedagógico, la ley correlativa era antipatriótica y, por lo tanto, se imponía una reforma radical. Con base en lo anterior, propuso, entre otras cosas, que se impulsara la creación de nuevas secundarias, favoreciendo, en especial, las escuelas libres, es decir, las instauradas por particulares; también afirmaba que la educación no debía perseguir fines políticos y que, siguiendo el espíritu de la Constitución de 1857, las escuelas deberían respetar las creencias religiosas.92 La mayoría de los alegatos de Vázquez Gómez no eran nuevos: la defensa de la educación libre había sido una bandera de los liberales desde hacía mucho tiempo —en 1875, por ejemplo, fue la bandera de un movimiento apoyado por Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano, Vicente Riva Palacio y Juan de Dios Peza— y las críticas al carácter dogmático y ateísta del positivismo en la Escuela Nacional Preparatoria se habían esgrimido desde tiempo atrás por Ezequiel Montes, Ignacio Mariscal y José María Vigil; sin embargo, el folleto de Vázquez Gómez causó un enorme revuelo y generó un debate acalorado en la prensa nacional que duró varios meses.93 Los diarios de oposición de inclinación católica, como El Tiempo y El País, tomaron el bando de Vázquez Gómez, mientras que otros como El Popular y El imparcial, lo atacaron y publicaron la respuesta de Porfirio Parra a aquél. Meses después, Vázquez Gómez difunde un segundo folleto con el mismo título en el que responde extensamente a Parra, matiza algunas de sus críticas, y propone un modelo educativo para la enseñanza secundaria.94
El 19 de febrero de 1908, Antonio Caso, Jesús Acevedo y José María Lozano convocan a una jornada de desagravio a Gabino Barreda que habría de llevarse a cabo el 22 de marzo y consistiría en una manifestación por la mañana y en una velada solemne por la noche.95 En este homenaje participaron numerosos miembros de la élite intelectual y política del momento. A la velada asistieron Justo Sierra, José Yves Limantour y Porfirio Díaz. El primero en hablar fue Antonio Caso, luego Rafael López leyó un poema y Justo Sierra cerró el evento con el discurso que aquí examinaremos. El público ovacionó largamente a los oradores. Cabe señalar que en el evento de la mañana había sucedido un incidente imprevisto y es que Rodolfo Reyes y Diódoro Batalla habían criticado en sus discursos al gobierno de Díaz y, en especial, a los científicos.96
Entendamos el contexto político-cultural en el que se llevó a cabo el homenaje a Barreda. Vázquez Gómez era un oponente que no podía ignorarse: no sólo era médico de don Porfirio, sino miembro del Consejo Superior de Educación.97 Además era un destacado simpatizante de Bernardo Reyes. Es interesante que la última parte de su folleto se ocupe de la educación militar y que allí afirme que su propuesta se inspira en los programas del general Reyes cuando fue ministro de Guerra. Este dato nos da una idea del sentido político de la crítica de Vázquez Gómez. La Escuela Nacional Preparatoria era un territorio simbólico no sólo del ministro Justo Sierra, sino del grupo de los científicos que se no veían con buenos ojos la eventual candidatura de Reyes a la vicepresidencia. Es por eso que podemos decir que la movilización que se efectúa en 1908 tenía por lo menos tres propósitos: el primero de ellos, explícito, era reivindicar a Barreda; el segundo, menos explícito, era proteger el proyecto educativo de Justo Sierra y, en especial, la inminente creación de la Facultad de Altos Estudios y de la Universidad Nacional de México; y, el tercero, implícito, defender la hegemonía de los científicos en el campo educativo e ideológico del gobierno de Díaz. Esto explica que el homenaje a Barreda haya sido un acto en el que sus propios organizadores realizaran críticas al positivismo. No hay contradicción. Los jóvenes intelectuales que organizaron el evento ya no comulgaban con el positivismo de Barreda, pero estaban listos para defender su nombre y sus instituciones. Los ateneístas no pretendían desmantelar el sistema educativo estatal, su propósito era preservar las instituciones educativas del Estado para transformarlas de acuerdo con sus ideales. En esto coincidían con las autoridades del sistema educativo, como Justo Sierra, Ezequiel A. Chávez o Porfirio Parra, que habían dejado atrás el positivismo ortodoxo y querían preservar el control del sistema educativo para reformarlo.
Quizá el mejor documento de esta posición sea el discurso de Sierra en desagravio a Barreda. El panegírico de Barreda es un documento excepcional en varios sentidos. Primero, porque captura de manera magistral la esencia del pensamiento de Barreda y el significado que tuvo en la historia de México. Segundo, porque es un documento de admirable honestidad y valentía intelectual. Las objeciones de Sierra al positivismo iban dirigidas en contra de su concepción del universo, del conocimiento, de la libertad, de la moral y de la educación, pero no se restringían a un campo teórico o abstracto, sino que además tenían como objetivo adicional realizar una crítica sutil al régimen. Lo que distingue estas críticas de otras que se hicieron antes es que provenían del entorno oficial. Es por eso que la lectura de estos escritos requiere de un análisis cuidadoso.
Sierra afirma que el proyecto de Barreda era cimentar la paz tan ansiada después de décadas de lucha fratricida entre liberales y conservadores.98 Barreda es, dice Sierra, “el completador mental de la Reforma”, “el Juárez de las inteligencias emancipadas”.99 La epistemología política de Barreda consistía en suponer que más allá de las creencias encontradas, en lucha permanente, está la ciencia, que es una e indiscutible. Este es el terreno sólido sobre el cual debía levantarse el edificio de la República. Y es por eso que la educación gratuita y de orientación positiva era una obligación suprema del Estado. Esta epistemología política —o pedagogía política— estaba basada en una doctrina acerca de la estructura nomológica del universo y de su relación armónica con la razón humana.
Sin embargo, Sierra afirma —enfrente del propio don Porfirio— que el ideal de Barreda es ilusorio. La paz no puede basarse en la ciencia porque ella está hecha de teorías en perpetua evolución: unas son formuladas, otras son abandonadas y ninguna es inmune a la refutación. Por otra parte, la bandera de la ciencia, dice Sierra, no es una enseña de paz. Incluso la ciencia se convierte en una pasión que califica de herejía a sus oponentes. Por eso, dice Sierra, debemos dudar; “dudemos” repite en varias ocasiones. Sin embargo, Sierra no piensa que el proyecto de pedagogía social de Barreda esté superado del todo. Por el contrario, considera que algunos de sus elementos más importantes siguen siendo vigentes. En especial dos. Uno es el laicismo. El otro, ligado al anterior, es la idea de que la escuela debe asumir como único credo la religión de la patria. En esto Sierra no da un paso atrás. La escuela es la fábrica de los ciudadanos del futuro, de las conciencias libres que impulsarán la evolución de la nación.
El mensaje político del discurso de Sierra es de enorme importancia. Lo que afirma es que no hay, como creía Barreda, un fundamento epistemológico de la paz; que no hay nada que garantice el fin del conflicto de ideas y, por lo mismo, del conflicto político, incluso de la guerra civil. Esto era equivalente a afirmar que la pax porfiriana no iba a ser, ni podía ser, eterna. Es imposible no recordar aquello que Francisco Bulnes dijera en 1903: “La paz reina en las calles y en las plazas, pero no en las conciencias”.100 A Bulnes le preocupaba que todo el sistema político, que todo lo logrado hasta entonces, pendiera del frágil hilo de la supervivencia del anciano dictador. Lo que advierte Sierra es algo todavía más grave. La paz no estaba garantizada, no únicamente porque don Porfirio fuese mortal, sino porque todo el esquema de ideas, el proyecto político entero del porfiriato, que supuestamente estaba firmemente basado en la ciencia social y económica, tarde o temprano sería refutado por otro esquema, sería sustituido por otro proyecto.
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