EL ALMA DE LOS MUERTOS
Alfonso Hernández-Catá
EL ALMA DE LOS MUERTOS
Cuentos, Bestiario, Haikus, Semblanzas
Selección y prólogo de
Juan Pérez de Ayala
https://www.fundacionbancosantander.com/es/cultura/literatura/el-alma-de-los-muertos
CUADERNOS DE OBRA FUNDAMENTAL
Responsable literario: Francisco Javier Expósito Lorenzo
Diseño: Armero Ediciones
Cuidado de la edición: Antonia Castaño
La Orden Franciscana de Chile autoriza el uso de la obra de Gabriela Mistral. Lo equivalente a los derechos de autoría son entregados a la Orden Franciscana de Chile, para los niños de Montegrande y de Chile, de conformidad a la voluntad de Gabriela Mistral.
© De esta edición: Fundación Banco Santander, 2021
© Del prólogo: Juan Pérez de Ayala, 2021
ISBN: 978-84-17264-28-4
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.
ÍNDICE
Juan Pérez de Ayala Juan Pérez de Ayala
UN PRÓLOGO PARA ALFONSO HERNÁNDEZ-CATÁ
PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS
Alfonso Hernández-Catá EL ALMA DE LOS MUERTOS
I. CUENTOS
CUENTO DE LOBOS
LA MALA VECINA
EL CRIMEN DE JULIÁN ENSOR
LA HERMANA
LOS OJOS
LOS MUEBLES
A MUERTE
LOS CHINOS
CUARENTA Y NUEVE CHINOS
EL FONDO DEL MAR
NUPCIAL
DOS HISTORIAS DE TIGRES
UNA ESTRELLA FUGAZ
ALQUIMIA
MARTE
CIMIENTOS
CASA DE NOVELA
II. BESTIARIO
III. HAIKUS
IV. SEMBLANZAS
EL AMOR ROMÁNTICO DE UN NATURALISTA
EL POETA Y EL HOMBRE
JOSEPH CONRAD
LOS CONFINES DE LA AVENTURA
FOUCHÉ, O EL POLÍTICO
EL FANTASMA DE OSCAR WILDE
LOS AMIGOS DE GALDÓS
HOMENAJE A UN HÉROE ESPAÑOL
DON JUAN PORTUONDO
EL REGRESO DE SIRIO
UNA CARTA DE HERNÁNDEZ CATÁ
UNA MUJER
VALLE-INCLÁN
ADENDA
ALFONSO HERNÁNDEZ-CATÁ ESCRIBE A GABRIELA MISTRAL
DESPEDIDA DE HERNÁNDEZ CATÁ Por GABRIELA MISTRAL
Juan Pérez de Ayala
UN PRÓLOGO PARA ALFONSO HERNÁNDEZ-CATÁ
No es tarea fácil elaborar un prólogo que intente ser lo más completo posible sobre una figura tan presente en su pasada actualidad como olvidada hoy en día. Es cierto que el caso que nos ocupa no es exclusivo de su persona, sino que afecta de igual manera a toda una generación de escritores que conformaron la avanzada literaria de un periodo que nació de un ferviente modernismo europeo y que fue trazando las vías de transformación hacia una escritura más rica en complejidades.
Hablar hoy de Alfonso Hernández-Catá supone explicar quién fue este escritor cubano-español, o hispano-cubano, que gozó de un reconocido prestigio en sus dos patrias y que en la actualidad es más recordado en una de ellas, Cuba, de lo que lo es en la otra, España. Dicho esto, el presente prólogo a la selección que ofrecemos de su obra está obligado a relatar, de la manera más «novelesca» posible, la aventura de su vida.
Alfonso Hernández-Catá, hijo del teniente coronel español destacado en Cuba Alfonso Hernández y Lastras y de Emelina Catá y Jardines, de familia criolla de Santiago de Cuba, nació el 24 de junio de 1885 en Aldeadávila de la Ribera, pueblo de la provincia de Salamanca. En el matrimonio de sus padres ya están dibujadas las trazas hispanocubanas que marcarán su vida personal y política. Su padre fue a pedir la mano de su novia, perteneciente a una familia con fuertes convicciones nacionalistas, a su futuro suegro, José Dolores Catá, quien se encontraba preso acusado de conspiración contra España, y cuyo permiso obtuvo. Meses después, el 24 de mayo de 1874, José Dolores Catá fue fusilado frente a la muralla del fuerte de la Punta, en Baracoa. Al poco tiempo de la ejecución, Alfonso Hernández y Emelina Catá contraen matrimonio en la ciudad de Guantánamo. La joven pareja acabará estableciéndose en la capital del Oriente de la isla, en la ciudad de Santiago. En el año de 1885 el matrimonio tiene que viajar a España y, en el tiempo en que se residen en Madrid, al darse la circunstancia de que la mujer se encuentra en avanzado estado de su embarazo, se decide que el primer hijo de la pareja nazca en el mismo lugar de donde es oriundo el padre. Así es la circunstancia, cuando menos curiosa, de que nuestro protagonista, el futuro escritor cubano radicado en España, nazca en una pequeña localidad de la provincia de Salamanca. Un dato que circunstancialmente Hernández-Catá procurará hacer olvidar al asegurar siempre que nació en Santiago de Cuba, tal y como narrará su amigo el escritor puertorriqueño José Agustín Balseiro en 1941, un año después de la muerte de nuestro autor:
En 1927 vivía yo en Madrid y estaba a punto de terminar el segundo tomo de El vigía. Uno de sus tres ensayos trata de «Alfonso Hernández-Catá y el sentido trágico del arte y de la vida». Frente a esos estudios puse sendas y breves notas biográficas a propósito de cada uno de mis retratados: Unamuno, Pérez de Ayala y Hernández-Catá. Al comprobar los datos de la vida del autor de Los frutos ácidos, apresurose el último a ratificarme algo que ya tenía yo muy oído de sus propios labios:
—Nací en Santiago de Cuba, el 24 de junio de 1885.
—Pero, Alfonso —le objeté—, Ramón Pérez de Ayala me asegura que usted vio la luz en...
—Sí, en Aldeadávila de la Ribera, pueblecito de la provincia de Salamanca, aquí en España. Óyeme, sin embargo, mi historia. Mi padre, Alfonso Hernández Lastras, casó en Cuba con Emelina Catá y Jardines. Él era teniente coronel de Infantería y Estado Mayor, y era hijo de España; mi madre era cubana. Once hijos tuvieron. Diez de ellos nacidos en América. Por imperativos de los deberes paternos tuvieron que volver a España, llevándome ya mi madre en su seno. Así fue como, por motivos de azar, no nací en Cuba. Pero no contaba un año todavía cuando regresamos a Santiago, donde me crié. Mi familia materna es de abolengo revolucionario cubano. Mi abuelo de esa línea fue fusilado por los españoles, y mi único tío varón tomó parte en la guerra de emancipación desde el primer día. En Santiago estudié en el colegio de don Juan Portuondo, primero, y en el instituto de segunda enseñanza, después, hasta los dieciséis años. A esa edad, y por ser hijo de oficial español, mandáronme, ya huérfano, a Toledo, a un colegio militar del cual me escapé a pie, viniéndome a Madrid. Ya en Madrid, pasé privaciones que te he contado otras veces, y estudié en la libre universidad de la vida y de las bibliotecas públicas...
—De todas maneras... no debo publicar un dato erróneo, a sabiendas de que lo es.
—Cierto; pero hazme un favor, un gran favor personal. No me quites, siquiera ahí, la ilusión de que soy de Santiago, de que soy cubano. Y cuando yo muera, si muero, como debe ser, antes que tú, aclara el hecho a favor de la estricta verdad.[1]
Explicada la circunstancia del «equivocado» nacimiento en España, el relato que Hernández-Catá nos cuenta en este fragmento es absolutamente cierto en cuanto a lo demás. Los recuerdos de sus primeros años en Santiago de Cuba y de su paso por la escuela de don Juan Portuondo están pormenorizadamente narrados en una de las «Semblanzas» que componen la cuarta sección de esta antología. Y en cuanto al espíritu revolucionario de la familia materna, habría que añadir que en 1895, al comenzar la guerra independentista contra España, Álvaro Catá y Jardines, tío de nuestro autor, se unirá a las fuerzas cubanas; llegó a ser nombrado, por el general Antonio Maceo, ayudante del general Francisco Sánchez Echeverría, y, al instaurarse la República, en 1902, fue elegido representante a la Cámara por la región del Oriente.
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