Pero, si consideramos las más claras influencias literarias que pueden identificarse en Hernández-Catá, no hay que olvidar la profunda afinidad que sentía hacia su admirado Benito Pérez Galdós y el peso que este ejercería sobre su persona y sobre su obra, como quedará reflejado en ese mundo de personajes débiles, frágiles y desamparados, tremendamente humanos, que malviven entre estrecheces intentando enfrentarse a las dificultades de una vida inhóspita e insolidaria. El engaño, la muerte, la locura y la desesperación serán las constantes compañeras de estos seres esencialmente buenos, que llevan una existencia casi fantasmal entre sus semejantes.
Por otro lado, el espíritu de la aventura y el temor al oscuro y desconocido Oriente serán otras de las constantes en el mundo literario de Hernández-Catá, así como el relato de esos atormentados marineros, tan conradianos, cuyo destino estará marcado inexorablemente por el insistente recuerdo, durante las largas travesías marítimas, de los errores cometidos en el pasado y de las terribles pesadillas que no logran borrar de sus mentes.
La violencia y el horror desatados por la Primera Guerra Mundial llevarán a nuestro autor a mantener una actitud beligerante ante la catástrofe que asola Europa y a desarrollar un fuerte espíritu pacifista que se reflejará en sus despiadados cuentos y en las novelas cortas ambientadas en el frente europeo. Actitud esta, de combativo pacifismo, que contrastará con la visión romántica y noble de los cuentos contextualizados en la guerra de Cuba, en los que relata los enfrentamientos entre soldados españoles y mambises cubanos. En este territorio querido de su Cuba natal, la crueldad de la guerra quedará arrinconada, en un segundo plano, ante el protagonismo de la actitud limpia y noble de los contendientes.
En esta antología se ha querido seleccionar una de las piezas literarias que consideramos más hermosas de la producción de Hernández-Catá: el bestiario que, con el nombre de «Egolatría», recogió en su libro La casa de fieras, de 1922, dedicado «a nuestros compañeros en tierra, mar y aire», es decir, a los animales. Por encima de Esopo, de La Fontaine, de Jules Renard o de Rudyard Kipling, cuyos ejemplos conoce y admira, Hernández-Catá quiere dejar constancia de que su bestiario debe alinearse con los escritos por poetas como Guillaume Apollinaire, Leopoldo Lugones, José Juan Tablada y José Moreno Villa. Una precisión que coloca al bestiario de Hernández-Catá en la compañía poética precisa en la que leerlo y apreciarlo, porque nuestro autor también gustó de escribir poesía, como se demuestra en el brevísimo ejemplo de los cinco haikus elegidos en la tercera sección de este volumen, cuyo título, El alma de los muertos, hemos tomado de uno de sus versos.
Si Hernández-Catá fue poeta, dramaturgo, novelista y excelente narrador de cuentos, no se podía tampoco dejar de lado en esta selección su larga y magnífica faceta de periodista. Las crónicas, reseñas y relatos publicados en la prensa española y cubana dan una muestra más de la extraordinaria calidad de su prosa. La selección efectuada en este libro, titulada «Semblanzas», viene a ser un nuevo testimonio de sus gustos literarios y sus afinidades.
Una amistosa carta manuscrita remitida a Gabriela Mistral por nuestro autor cuando está recién llegado a Santiago de Chile como ministro de Cuba y la despedida que la misma poeta chilena le dedica en sus honras fúnebres, celebradas en Río de Janeiro en 1940, son el perfecto cierre para este libro. Las emotivas palabras de Gabriela Mistral, que constituyen un fiel retrato del personaje en su doble faceta de literato y diplomático, son el mejor colofón posible a este intento de compendio de la voluminosa obra de un escritor poco recordado en España. Comience el lector la aventura de leerlo...
PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS
I. CUENTOS
«Cuento de lobos»: publicado en La Esfera, Madrid, 26 de abril de 1924; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Piedras preciosas, Madrid, Mundo Latino, 1927; en Alfonso Hernández-Catá, Sus mejores cuentos (selección y prólogo de Eduardo Barrios), Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1936. (Se reproduce el texto recogido en Piedras preciosas.)
«La mala vecina»: publicado en Blanco y Negro, Madrid, 23 de julio de 1916; en La Esfera, Madrid, 2 de febrero de 1924, con el título «La Siempreviva»; en La Esfera, Madrid, 21 de enero de 1928; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Los siete pecados, Madrid, CIAP / Renacimiento, 1930; en Alfonso Hernández-Catá, Sus mejores cuentos (selección de Eduardo Barrios), Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1936. (Se reproduce el texto publicado en La Esfera en 1928.)
«El crimen de Julián Ensor»: recogido en Alfonso Hernández-Catá, Novela erótica, Madrid, M. Pérez Villavicencio, 1909; publicado en La Semana. Revista Popular, Madrid, 3 de junio de 1916; en La Esfera, Madrid, 11 de agosto de 1928, con el título «El arma del deseo». (Se reproduce el texto publicado en La Esfera, manteniendo el título del primero.)
«La hermana»: recogido en Alfonso Hernández-Catá, Cuentos pasionales, Madrid, M. Pérez Villavicencio, 1907; publicado en La Hoja de Parra, Madrid, 11 de noviembre de 1911. (Se reproduce el texto publicado en La Hoja de Parra.)
«Los ojos»: publicado en La Esfera, Madrid, 10 de agosto de 1918; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Los siete pecados, Madrid, CIAP / Renacimiento, 1930; en Alfonso Hernández-Catá, Manicomio, Madrid, CIAP, 1931. (Se reproduce el texto publicado en La Esfera.)
«Los muebles»: publicado en Renacimiento, La Habana, septiembre de 1915, con el título «Un asesino»; en La Esfera, Madrid, 11 de septiembre de 1916; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Los siete pecados, Madrid, CIAP / Renacimiento, 1930; en Alfonso Hernández-Catá, Manicomio, Madrid, CIAP, 1931. (Se reproduce el texto publicado en La Esfera.)
«A muerte»: recogido en Alfonso Hernández-Catá, Cuatro libras de felicidad, Madrid, CIAP / Renacimiento, 1933.
«Los chinos»: publicado en Nuevo Mundo, Madrid, 28 de septiembre de 1923; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Piedras preciosas, Madrid, Mundo Latino, 1927; en Alfonso Hernández-Catá, Sus mejores cuentos (selección y prólogo de Eduardo Barrios), Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1936. (Se reproduce el texto recogido en Piedras preciosas.)
«Cuarenta y nueve chinos»: recogido en Alfonso Hernández-Catá, Cuatro libras de felicidad, Madrid, CIAP / Renacimiento, 1933.
«El fondo del mar»: publicado en La Esfera, Madrid, 13 de agosto de 1927; en Ahora, Madrid, 5 de marzo de 1933; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Piedras preciosas, Madrid, Mundo Latino, 1927. (Se reproduce el texto recogido en Piedras preciosas.)
«Nupcial»: recogido en Alfonso Hernández-Catá, La casa de fieras (Bestiario), Madrid, Mundo Latino, 1922; publicado en La Esfera, Madrid, 7 de abril de 1923. (Se reproduce el texto publicado en La Esfera.)
«Dos historias de tigres»: recogido en Alfonso Hernández-Catá, La casa de fieras (Bestiario), Madrid, Mundo Latino, 1922; publicado en El Orzán, La Coruña, 23 de agosto de 1923; en La Libertad, Madrid, 26 de diciembre de 1923, con el título «Dos tigres»; en Panoramas, Madrid, noviembre de 1930. (Se reproduce el texto recogido en La casa de fieras.)
«Una estrella fugaz»: publicado en Blanco y Negro, Madrid, 3 de diciembre de 1916; en La Esfera, Madrid, 10 de noviembre de 1928, con el título «Estrella fugaz». (Se reproduce el texto publicado en La Esfera, manteniendo el título del primero.)
«Alquimia»: publicado en El Imparcial, Madrid, 22 de julio de 1912, con el título «El crisol»; en La Esfera, Madrid, 17 de julio de 1920, con el título «El mal crisol»; en Blanco y Negro, Madrid, 25 de julio de 1920, con el título «Alquimia»; recogido en Alfonso Hernández-Catá, Los siete pecados, Madrid, CIAP / Renacimiento, 1930. (Se reproduce el texto publicado en Blanco y Negro.)
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