© 2021 MERCEDES MACIAS
© 2021 de la presente edición en castellano para todo el mundo:
GROUP EDITION WORLD (GRUPO LITWORLD)
Primera edición: Mayo 2021
ISBN : 978-84-17832-90-2
Portada: Nectar Creativo
Maquetación: LITWORLD
Corrección: Ines.V
ILUSTRACIONES MERCEDES MACIAS
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la ley. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico, electrónico, actual o futuro-incluyendo las fotocopias o difusión a través de internet y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo público sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes.
Eres mi todo,
padre,
mi caminante,
mi luchador errante,
que sabe de mis cosas,
que me alienta a otras.
Somos amigos,
no solo sangre,
ambos somos padres,
ambos somos hijos,
sabemos de qué amor se trata,
entendemos nuestros caminos,
nuestros quehaceres,
lo que se espera de un peregrino,
que abre atajos a los suyos,
que los aplana y los asfalta,
para que lo transiten,
con la cabeza bien alta,
mirando al frente,
sin tropezar,
sin pisar a otra gente.
Tú me das alegría,
me enseñaste a caminar descalza,
y a conseguir mis zapatos,
pero aún no sé atarme los cordones,
busco sendos baratos,
y deambulo horadada,
por la cabeza y la espalda.
¡Te necesito!
¡Tú eres yo!
¡Yo soy tú!
Tú lo sabes,
algo nos une más allá,
te veo y me veo,
te entiendo,
te anhelo.
Sé que veré tu sonrisa,
con o sin bigote,
te contemplaré,
porque el ciclo ha dado la vuelta,
y yo te protegeré.
Daremos juntos las gracias,
por esta oportunidad de vida,
con las alas abiertas,
y la vanidad abatida.
«Mi padre recibió este poema al despertar del coma inducido a consecuencia del covid-19. Sus palabras fueron: ¡Hija! ¡Qué prosa poética pura!
El 6 de julio de 2020 falleció a pesar de su esfuerzo descomunal por sobrevivir. Manolo Macías tenía solo 62 años».
« Papá, tú estás conmigo, sosteniendo mi pluma ».
«A mi madre, la mujer más valiente que conozco».
«Andrea, nuestra juventud ha sido una inspiración».
«A Raúl, mi marido, mi amigo, mi todo».
«Pirujita, confío en tu máquina del tiempo».
9 de julio de 2020. Singapur.
«Miro a mi alrededor y no veo a nadie. Es el momento. Todo está en calma, solo puedo escuchar el agua apresurada que corre a varios metros por debajo de mí. Se me acelera el pulso, siento cómo se eriza mi piel, no sé muy bien si por el frío o por el miedo.
No puedo vacilar ahora, tengo que saltar, no merezco vivir. He causado muerte y dolor. No tengo perdón.
Voy a inclinar mi cuerpo hacia atrás. Quiero ver el cielo al caer».
Capítulo I
Esperanza Rosales
Año 2002. Esperanza.
Los meses de verano son los mejores. No resulta fácil vivir en un pueblo dónde solo viene gente en verano. No existen grandes ciudades cerca. Aquí, el invierno pasa lento, con las mismas caras y los mismos problemas. Guadiaro es mi pueblo, pertenece a la provincia de Cádiz. Me hubiera gustado nacer en otro lugar, pero eso no se elige. A veces siento presión en el pecho y me ahogo. Estoy atrapada en este sitio. Corre el año 2002 y mi nombre es Esperanza Rosales.
Soy la pequeña de tres hermanas. No me dejan hacer nada. Tengo 16 años, pero no soy adolescente, soy muy mayor. No soporto que me traten como a una niña.
María, en tierra de nadie, no es ni la hermana pequeña ni la hermana mayor. Es una chica de 19 años irascible, egoísta e incluso maleducada. No sabe compartir. El otro día estábamos cenando, en familia, porque eso es sagrado en nuestra casa, y María se sirvió los dos últimos huevos rellenos por no dármelos a mí. Me encantan los huevos rellenos y no los había probado aún. Mamá es muy espléndida a pesar de nuestra miseria y esa noche se podían comer otras cosas. A María no le gustan demasiado los huevos rellenos, se los echó mirándome y esbozando esa sonrisa de maldad mientras hablaba de sus problemas. Todos la escuchábamos, atentos, como protagonista que es de casi todo lo que pasa en casa. Ella es la que hace que no exista el silencio.
María no se comió los huevos, los estrujó con el tenedor mientras hablaba. Yo no dije nada, pero contuve todo el odio posible y por haber en mi interior.
Aurori es mi hermana mayor de 22 años. Se llama como mi madre, aunque a ésta la llamamos Aurora para diferenciarlas. A mi madre solo yo la llamo mamá.
Mi hermana mayor es lista, sosegada, muy morena de piel y la que no trae problemas a la familia. Nunca ha tenido novio, pero tiene una amiga que vive en Madrid con la que se cartea a menudo. María lee sus cartas a escondidas para mofarse de Aurori.
No hay que ser muy avispado para darse cuenta de cómo es María, sin embargo, mis padres jamás la frenan en su afán de hacer daño. Algún día pondré en su sitio a mi hermana, pronto seré más alta que ella.
Yo soy la pequeña, la guapa. Eso dicen. Eso me ha condenado. Está bien ser la guapa, sin embargo, nada de lo que hago o digo destaca.
— Es que con esa carita lo consigues todo, no vales nada — me grita siempre María.
Lo que sí hago es leer y escribir, me devoro los libros, y eso me ayuda a evadirme de la realidad y a saber expresar todo lo que siento.
Como decía, transcurre el invierno y casi no salgo de casa. Instituto, ayudar, estudiar, trabajar. Que rollo de invierno, de frío, de temporales. Yo me pasaría la vida en la playa, en la arenita, leyendo una historia de amor imposible, bañándome en el mar, paseando por la orilla. Es lo único que libera mis pensamientos. Sentir la arena en mis pies es reconfortante. En esta playa de Guadiaro tengo el recuerdo más bonito de mi vida, quizás por eso sea mi refugio personal. Dani me dio un beso el 20 de agosto del año pasado a las diez de la noche. No lo puede saber nadie. Es un gran secreto.
En Guadiaro coexisten dos clases sociales muy dispares. Están los millonarios que vienen en época estival con sus yates, veleros, y disfrutan en sus mansiones de lujo. Luego estamos los demás, al servicio de todos ellos: jardinería, limpieza, mantenimiento, restauración, etc. Hay otros pocos extranjeros y españoles que viven aquí todo el año y se concentran en La Reserva, en sus colegios elitistas y clubs sociales sin salir de allí.
Jardinillo S.L. a su servicio. Eso pone en el furgón Fiat Doblò de mi padre. Se mueve tanto por las urbanizaciones que el otro día, el dueño de Varadero Beach le dijo:
— ¡Juan! No dejo de ver furgones tuyos por ahí, te estarás haciendo de oro —Si supieran.
Yo arrimo el hombro en casa, no ahorro. A mi edad ya he sido camarera, limpiadora, cuidadora de niños y paseadora de perros. Las familias están para ayudarse. No sé quién me ha enseñado a pensar así. Soy así.
En La Reserva hay cinco chalets donde cortamos el césped. También podamos, sembramos y quitamos malas hierbas. Vamos una vez en semana a cada vivienda, y repartimos el trabajo entre martes, miércoles y jueves. Los miércoles yo acompaño a mi padre.
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