En una de esas ocasiones de angustia y agotamiento emocional y de oraciones pidiendo valor, se quedó dormida. Soñó entonces que un ángel de elevada estatura se ponía a su lado. “¡Puedo hacer tan poco bien! –le dijo ella abriéndole su corazón–. ¿Por qué no podemos estar con nuestros pequeñuelos y disfrutar de su compañía?” El ángel replicó que su sacrificio era importante cuando se lo veía a través de los ojos de la fe. Su vida marcaría una diferencia a pesar de la aparente insignificancia de su obra en ese tiempo. “No debes mirar las presentes apariencias –dijo el ángel–, sino atender únicamente a tu deber, para la sola gloria de Dios, y según sus manifiestas providencias. De este modo el sendero se iluminará ante tus pasos” ( ibíd., cap. 19, p. 145).
Ella y su esposo aceptaron el consejo. Sus vidas marcaron una diferencia a pesar de las condiciones tan precarias bajo las cuales empezaron.
En esos primeros años los asediaba la pobreza. El lector no tiene que ir muy lejos en los primeros datos autobiográficos de Elena de White para encontrarse con menciones de muebles prestados y rotos, de tener que vivir con otras personas y de los trabajos más humildes que tenía que realizar Jaime para poder sostener su misión. Aun a mediados de la década de 1850, cuando por primera vez tuvieron una vivienda propia, se alojaban a menudo en casas de huéspedes y hasta en lugares de trabajo de otros obreros, mientras luchaban para fortalecer el movimiento. Solo gradualmente los White lograron alcanzar cierta normalidad financiera. Y aún así, cada vez que se presentaba un nuevo avance en la causa adventista, los White estaban al frente dedicando de sus recursos para establecer la iglesia, a medida que se iba desarrollando institucionalmente y penetrando en nuevos territorios. Podemos decir con seguridad que sin la visión, el liderazgo y el sacrificio personal de los White, no tendríamos hoy la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Pero esa dedicación afectó la salud de Jaime. En agosto de 1865 sufrió una grave apoplejía paralizante, que lo dejó con poca esperanza de recuperación según la ciencia médica.
Jaime sobrevivió al ataque, pero de allí en adelante aquel dirigente, cargado de trabajo y exceso de responsabilidades eclesiásticas, padeció los efectos de una salud quebrantada. A menudo eso lo ponía de mal humor y no era fácil convivir o trabajar con él. Pero, a pesar de las repetidas recaídas físicas, luchaba para mantener una actitud positiva y siguió colaborando activamente en el desarrollo de la Iglesia Adventista y sus instituciones. Él fue el líder administrativo que impulsó todos los principales progresos de la Iglesia Adventista que se produjeron durante su vida.
El esfuerzo constante lo envejeció prematuramente. Murió en agosto de 1881 en el Sanatorio de Battle Creek, a la edad de sesenta años. Su esposa vivió otros 34 años, durante los cuales siguió guiando a la creciente iglesia.
Para saber más
Delafield, D. A. Elena G. de White en Europa . Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1979. Trata sobre la contribución de Elena de White a la obra realizada durante los años pasados en el viejo continente.
Graham, Roy E. Ellen G. White Co-Founder of the Seventh-Day Adventist Church. Nueva York: Peter Lang, 1985, pp. 1-170. Es una investigación de la contribución de Elena de White a la formación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la relación de su obra con la Biblia.
Knight, George R. Anticipating the Advent, pp. 46-70. Abarca la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día entre los años 1850 y 1888.
Knight, George R., ed. Early Adventist Education, Berrien Springs, Míchigan: Imprenta de la Universidad Andrews, 1983, pp. 1-94. Explora el desarrollo inicial de la educación adventista y la contribución de Elena de White a esta.
Mustard, Andrew G. James White and SDA Organization: Historical Development, 1844-1881. Berrien Springs, Míchigan: Andrews University Press, 1987. Examina el desarrollo de la estructura inicial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y el papel que desempeñó en ella Jaime White.
Robinson, Dores Eugene. The Story of Our Health Message. Nashville, Tennessee: Southern Pub. Assn., 1955, pp. 1-284. Trata sobre la contribución de Elena de White al desarrollo de los conceptos de salud y al establecimiento de las instituciones de salud adventistas.
Robinson, Virgil. James White, pp. 68-311. Cubre la vida de Jaime White desde 1850 hasta 1881.
White, Arthur L. Ellen G. White, t. 1, pp. 179-485; t. 2; t. 3, pp. 1-384. Esta es la biografía más completa de Elena de White entre los años 1850 y 1888.
White, Ellen G. Notas biográficas, pp. 142-338. Autobiografía de la Sra. de White de los años 1880 a 1888.
2En 2007 APIA (Asociación Publicadora Interamericana) terminó de traducir y publicó los nueve tomos completos de Testimonios para la iglesia en español.
3La versión actualizada de APIA/GEMA se titula Consejos sobre alimentación .
Capítulo 3
Orientación profética para una iglesia mundial (1888-1915)
En 1888, Elena de White ya no era la jovencita que había recibido su primera visión en diciembre de 1844. Iba a cumplir 61 años de edad, y había proporcionado orientación para el desarrollo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día durante más de cuatro décadas. En resumen, era una líder cristiana plenamente desarrollada.
Pero su liderazgo era más de naturaleza carismática que administrativa. Ella nunca había ocupado un cargo oficial en la estructura del liderazgo de la iglesia. Más bien, se había convertido en la consejera o asesora principal de los líderes de la iglesia. Y, aunque desde la muerte de su esposo había recibido las credenciales de pastor ordenado de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, nunca había sido ordenada por los “hermanos”. Ella creía que su comisión provenía directamente de Dios.
De diversas maneras, los últimos 27 años de su vida (1888-1915) fueron los más fructíferos. Durante ese tiempo, el cúmulo de sus conocimientos y experiencias contribuyó en alto grado a la cada vez más creciente iglesia. En esos años se vería una mayor internacionalización de la Iglesia Adventista, y Elena de White seguiría trabajando personalmente en el escenario internacional, dedicando casi toda la década de 1890 a la región del Pacífico Sur. Durante sus años de servicio a la obra adventista, la Sra. de White había sufrido más de la cuota que le correspondía de tensiones y pugnas eclesiásticas. Pero todavía le esperaba su batalla más difícil, la cual tendría lugar en el crucial congreso de la Asociación General celebrado en Minneápolis, Minnesota, en octubre y noviembre de 1888.
Exaltando a Jesús en Minneápolis
Al reflexionar sobre el congreso de 1888, Elena de White escribió lo siguiente: “En su gran misericordia, el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador , el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús . Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana [...]. El mensaje del evangelio de su gracia tenía que ser dado a la iglesia con contornos claros y distintos, para que el mundo no siguiera afirmando que los adventistas hablan mucho de la ley pero no predican a Cristo, ni creen en él ” ( Testimonios para los ministros , cap. 2, pp. 91, 92; la cursiva es nuestra).
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