© 2021 LOLA TORO
© 2021 de la presente edición en castellano para todo el mundo:
GROUP EDITION WORLD (GRUPO LITWORLD)
Primera edición: Junio 2021
ISBN : 9788417228767
Portada: Nectar Creativo
Maquetación: LITWORLD
Corrección: Ines.V
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la ley. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico, electrónico, actual o futuro-incluyendo las fotocopias o difusión a través de internet y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo público sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes.
Alguien dijo una vez:
“SÉ QUE VOY EN UN VUELO
DESTINADO AL FRACASO, PERO
AÚN ASÍ, SIGO VOLANDO”
DEDICATORIA
A mi marido, por quererme tanto.
Y a mi hijo Alejandro, por obligarme cada día a ser mejor persona.
Izan volvió a mirar al grupo que formaba un círculo a su alrededor esperando que les dijera qué hacer.
Algunos ya se conocían de otros años anteriores, entre ellos Samuel, su ejecutivo con problemas de obesidad. Seguía pesando unos 110 kg, igual que el año anterior.
Tuvo que retirarse a tan solo dos días de terminar el campamento por haberse roto un pie en una mala caída de un ejercicio.
Lo miró con afecto. Era un buen tipo.
Esperaba que este año tuviese más suerte.
También estaba Sara, directora ejecutiva de una gran empresa internacional, que se derrumbó psicológicamente una semana antes de terminar el campamento.
No le gustó cómo lo miraba, como si fuese su siguiente plato en el menú del día. Hablaría con ella como hizo el año anterior, para dejarle claro que no estaba interesado y que fuese a tirar sus redes a otro lado. Seguro que encontraba a otro rápidamente.
Era una mujer espectacular. Tenía que concederle eso.
Tenía un cuerpo proporcionado y lleno de curvas. Cintura estrecha, piernas largas, busto perfecto y era consciente del efecto que tenía en los hombres. Tenía cara con forma de corazón, con boca de labios carnosos y sonrisa fácil, ojos del color del chocolate caliente y pelo largo, negro como la noche, recogido en una cola de caballo alta, que le ayudaba a resaltar sus bellos rasgos.
¡Sí, debía concederle que era una mujer hermosa!
Como pensaba Marcos, el tiburón de la bolsa, que no le quitaba el ojo de encima e intentaba por todos los medios llamar su atención. También estaban los gemelos, Ana y Raúl, de veintipocos años, ambos militares, que apenas habían hablado con nadie desde que llegaron y que en ese momento susurraban entre ellos. Ana soltó una carcajada y pegó un empujón cariñoso a su hermano. El resto del equipo se volvieron a mirarlos y sonriero.
Izan pensó que le gustaba el equipo de ese año. Los que habían llegado, por lo menos. Bastante variopinto como a él le gustaba. Que hubiese gente de todo tipo solía darle más vida al equipo y hacerlo más competitivo.
Volvió a mirar su reloj intentando controlar su mal humor que empeoraba por momentos… llegaba tarde … ¡¡Alex Quiroga se atrevía a llegar tarde!! y su socio Luis, o Doc, como todo el mundo lo llamaba por ser el médico del equipo, le había avisado que debía quedarse a esperarlo.
Miró el camino de entrada como si pudiese así conseguir que se materializara la persona que hacía, por una vez en la vida, que se retrasara el comienzo de su X Campamento de Resistencia Extrema.
—¿Esperamos a alguien, Izan?
Miró a Samuel que era quién le preguntaba.
—Nos falta una persona —aclaró, sin querer entrar en más detalles.
—Entonces somos ocho contando con Doc y contigo —añadió Marcos.
—Mis grupos suelen ser de diez personas. Este año he aceptado a menos gente. Prefiero daros así un trato más personal —explicó a Marcos.
—¡Guau, no está nada mal!, contando con el precio que tiene por persona este campamento, se va a llevar un buen pellizco por tan solo veintiún días de trabajo. Espero que merezca la pena.
Izan lo miró con frialdad, ¡menudo idiota! No esperaba que dijese eso en voz alta, aunque fuese verdad.
—Puedo garantizarte que te valdrá la pena… Si aguantas hasta el final, claro está. —Lo miró evaluando su reacción.
—Jamás me rindo. Esa palabra no entra en mi vocabulario —declaró orgulloso—, tendrás que esforzarte mucho si esperas a que yo renuncie… —Le miró con cara de suficiencia—. Puedo tutearte, supongo.
Izan asintió y sonrió mientras lo escudriñaba con ojos fríos.
—Ya veremos cuanto aguantas… Mi misión aquí es encontrar vuestros límites, tanto físicos como mentales, y llevaros allí para que los enfrentéis… Créeme cuando te digo que no todo el mundo es capaz de soportarlo.
—Te repito que nunca en mi vida me he retirado de nada… Ya he estado en campamentos como este —le recordó por si no lo sabía, cosa que ya había leído en su dosier—. Izan, no podrás conmigo… de hecho —añadió retador—, tengo que aclararte que he venido a este campamento porque me han dicho que era el mejor. En el anterior que estuve no tuve ningún problema en acabarlo casi sin haberme cansado.
—Entonces estoy seguro de que conseguiremos cumplir tus expectativas.
O eso esperaba.
Izan recordó el dossier que tenía de este hombre. Poner sus motivaciones personales, objetivos a conseguir y miedos a superar, era de obligado cumplimiento cuando rellenaban la hoja de solicitud para su campamento. Por experiencia propia, sabía que todos, sin excepción, mentían, y ahí estaba él para averiguar dónde habían mentido y sobre todo el por qué. Por eso era tan bueno en su trabajo, porque era capaz de averiguar lo que cada uno escondía, incluidos sus más profundos miedos y secretos.
Marcos era bróker profesional. Un hombre exitoso, con una carrera meteórica. Todo un triunfador al que le gustaban los deportes de aventura, esos en los que se buscaba la adrenalina… Puénting, vuelo sin motor, paracaidismo. Un hombre seguro de sí mismo… Y si estaba allí, era porque necesitaba superar sus límites que él mismo decía no saber si los tenía, ni cuáles eran.
¡Te los encontraré! ¡A ver si eres tan duro como quieres hacerme creer!
Una nube de polvo apareció de repente por el camino de entrada, lo que indicaba que un coche se acercaba a toda velocidad.
¡Por fin! Esa sería su oveja perdida.
El coche que venía a una velocidad excesiva dio un frenazo, parando entre una inmensa nube de polvo que levantó en el recinto de tierra donde estaban. Eso hizo que el mal humor de Izan escalara otro grado más…
El grupo que esperaba se quedó mirando el coche de alta gama del que rápidamente se bajó un chofer uniformado y abrió la puerta trasera para ayudar a su ocupante a bajarse.
Izan miraba furioso el coche y al chófer y esperaba impaciente al descerebrado que en ese momento se bajaba del coche para poder decirle lo que pensaba de él por tener la poca delicadeza de llegar tarde; y encima era un niño de papá, con chófer, que estaría acostumbrado a conseguirlo todo en la vida a golpe de talonario o por la influencia de su papaíto… Dios, ¡¡¡como odiaba a la gente así!!! Tampoco tendría ningún reparo en pedirle que se marchara por donde mismo había llegado. Ya que, por experiencia, sabía que ese tipo de personas se derrumbaban en cuanto comenzaran a sudar un poquito. Sonrió al pensar que se quitaría al niñato de en medio de inmediato, así que su enfado también bajó.
Читать дальше