Él si lo sabía. Solía pasar cuando en un grupo alguno se las daba de duro. Los demás tenían siempre la idea de ponerlo a prueba a ver si era cierto. En el caso de ella, nadie sabía que era sólo fachada. Que en el fondo estaba asustada y sentía que su mundo se desmoronaba sin saber cómo hacerle frente.
—Podías intentar contener un poco ese genio que tienes.
—Lo intentaré —prometió dócilmente.
Él estudió su reacción. Ya no parecía estar tan enfadada. De hecho, parecía cansada y vulnerable. Algo se agitó dentro de Izan que hizo que bajase unos grados su mal humor “¡esta mujer acabará conmigo!”
—¿Qué voy a hacer contigo? —susurró él mirando como ella empezaba a tiritar. Era cierto que nunca empezaba un conflicto y esta vez Sara se merecía lo que Alex le había hecho. Ella ya se sentía suficientemente culpable e incluso asustada por su propia reacción.
—Podías dejar que saliera del agua, me estoy muriendo de frío.
Él se apiadó de ella y asintió.
—Un minuto.
—Me disculparé con ella si quieres —añadió en silencio.
—Como para ser justos, ha sido ella quién ha empezado, hablaré yo con ella. ¿Qué tal el pómulo?
Se acercó para mirárselo de cerca y le movió la cara con un dedo bajo su barbilla, para observársela con mejor luz. Parecía que Sara la había golpeado con un anillo que llevaba porque su pómulo se empezaba a hinchar lentamente.
—Sobreviviré —susurró, deseando que la soltara. Sentía que el dedo con el que le sujetaba la barbilla la quemaba, allí donde la estaba tocando y sus ojos mirándola de cerca la estaban poniendo nerviosa. Como si pudiese ver lo que su alma escondía. ¡Después de todo, también se había preocupado por ella!
—Sí, eso creo —vio la desconfianza en sus ojos y su cuerpo se fue tensando a medida que su inspección se alargaba más de lo necesario. ¡Interesante reacción!, estaba claro que su cercanía no le gustaba, no era eso lo que las mujeres le decían constantemente, ¡se moría por saber el motivo de su rechazo! No sabía si era él, porque no le gustaba, como tan a menudo se lo recordaba, o tenía relación directa con todos los síntomas que presentaba desde su secuestro. Supuso que un poco de todo.
Suspiró, la soltó e hizo como si no se diese cuenta del suspiro de alivio de ella y la ayudó a salir del agua
—Cámbiate de ropa y ve a comer. Nos vemos allí.
Salió del gimnasio, casi corriendo.
Izan se quedó allí, lleno de preguntas.
Alex se sorprendió cuando, tras salir de la ducha de su tienda aún con la toalla alrededor de su cuerpo, se encontró allí con Doc, que parecía esperarla impaciente.
—¿Estás bien? ¡Oh, mira tú pómulo! —Se apresuró a sentarla en la cama e inspeccionarle la cara como minutos antes había hecho Izan, sólo que Doc no la ponía nerviosa. Le puso una bolsa de hielo seco que llevaba envuelto en una venda, para no ponérselo directamente sobre la cara y quemársela con él. Ella gimió con el contacto.
—¿Quién te lo ha contado? Estoy bien Doc, es sólo un golpe.
—Te saldrá un buen morado —sentenció, queriendo quitarle importancia al comprobar que realmente se encontraba bien—, te hará juego con el pelo.
Ella no pudo evitar reírse, que era lo que él pretendía.
—Aquí las noticias vuelan. Me he enterado por dos personas diferentes, pero en este caso, Izan ha sido quién me ha informado de todo y pedido que viniese con el hielo, que te iba a hacer falta.
—¡Qué considerado!
—No seas sarcástica, jovencita —le regañó con seriedad—, lo que ha pasado hoy difícilmente dejará Izan que vuelva a pasar. Tenéis suerte las dos de que no os haya mandado ya a casa sin contemplaciones.
—Esa mujer me odia y ni siquiera he hablado dos palabras seguidas con ella.
—Bueno, en eso os parecéis bastante. Tú odias a todo el mundo, no puedes negarlo Alex, nos conocemos demasiados años ya.
—Jamás he golpeado a nadie nunca, sabes que no me ha hecho falta. Normalmente sabes que soy tan borde que llevo colgado un cartel que dice “prohibido el paso”, pero esa mujer ha conseguido sacarme de mis casillas. Por un momento la furia me ha nublado la razón y no me hubiese importado dejarla más tiempo bajo el agua; de hecho, ¡se lo merecía!
—Me das miedo, Alex, de verdad —le acarició el pelo mojado con ternura—. Debes hablar con Izan de tu agresividad.
Ella comenzó a negar con la cabeza
—Él te ayudará.
—No necesito su ayuda.
—Bien sabe Dios que sí, la necesitas. Es el mejor psicólogo para casos como el tuyo —le indicó para intentar convencerla—, estuvo unos años en el FBI —se acercó a ella y le cogió una mano para que lo mirara—. Lo hemos intentado a tu manera, ahora tocará hacerlo de la manera correcta. Está pudiendo contigo, Alex ¿es qué no lo ves?
Claro que lo veía. Llevaba tiempo sabiendo que tenía que hacer algo, pero la aterraba tanto enfrentarse a ello que se decía una y otra vez que todo cambiaría y que terminaría superándolo.
—No pude contártelo a ti entonces y no quiero volver a recordarlo. ¡por favor, déjalo estar! Sólo intento olvidarlo.
Doc la miró ofendido por su tono de voz. No pensaba volver a insistirle. Sabía que era inútil. Sólo esperaba que Izan supiese como conseguir que se abriera a él y contara a alguien lo que había pasado.
—Me llevaré el hielo —Se levantó y se lo quitó de la cara—. Vístete y sal a comer algo. Luego tendréis fisio que te ayudará un poco con las agujetas. Así no tendrás que andar como un robot más tiempo.
—Doc, por favor, no te enfades.
Él se volvió desde la puerta, y le sonrió con tristeza.
—Vístete que vas a coger frío.
Y se fue, dejándola más sola que nunca.
¡Ojalá pudiese contentarle y poder contarle lo que pasó, pero sabía que no pudo hacerlo entonces y tampoco podría hacerlo ahora!, se sentía tan cansada y sola, ¡si tan solo pudiese llorar y dejar que las lágrimas se llevasen toda la angustia y la desesperación que sentía!, como si fuese lluvia que borraba las huellas en la arena. ¡Ojalá fuese tan fácil! Sintió que su muro de contención, que tan cuidadosamente había fabricado a su alrededor para proteger en el rincón más oscuro todo el miedo, la angustia y la desesperación que llevaba dentro, se tambaleaba, amenazando con romperse y dejarla de nuevo desesperada y perdida. Se concentró en respirar, ahogando un gemido y cerrando los ojos para intentar recomponerse. Sólo con su fuerza de voluntad, que cada vez sentía más debilitada, había podido controlarse y volver a aparentar calma. Deseaba acostarse y poder dormir… ¡estaba tan cansada! No le apetecía salir a comer nada y aparentar que todo estaba bien, pero sabía que, si no lo hacía, Doc, o mucho peor, Izan, irían a por ella y tendría que dar unas explicaciones que no estaba preparada para dar.
Pensó en Izan, tan alto, tan moreno, con esa aura de hombre duro que lo rodeaba. Tan seguro de sí mismo, tan implacable. Estaba segura de que no tendría piedad para conseguir lo que deseaba, por lo tanto, era peligroso y lo quería bien lejos de ella y de su, últimamente, bajo autocontrol. Así que respiró hondo, para asegurarse que todo estaba como debía y se dispuso a vestirse con pantalones cortos y camiseta y salió a comer, donde estaba segura volvería a llegar la última.
Intentó dibujar una sonrisa para aparentar que todo iba bien, pero sus ojos estaban apagados y tristes, aún más de lo normal, y eso fue lo primero que Izan observó cuando ella se sentó a la mesa frente a él.
—Pequeña Barbie, eres increíble.
Marcos la saludó aún eufórico por haber acabado primeros en la piscina. Ella decidió que no se quejaría más por ese mote ridículo, ¿Para qué iba a gastar más energía, si va a llamarme así cada vez que quiera?
Читать дальше