—Por tu culpa vamos a quedar los últimos —le gritaba Sara sin compasión.
Y era cierto. Los otros hombres habían llegado ya y estaban intentando recuperarse del esfuerzo, apoyando las manos sobre el borde para sostenerse en el agua, mientras veían el esfuerzo que hacía Samuel para llegar al final.
—Vamos Samuel, no te queda ya nada, un último esfuerzo.
Izan veía a Alex animando a Samuel y se sorprendió de que la pequeña bruja gruñona tuviese corazón. Él sabía que ella pensaba que, si fuese al revés, nadie la animaría y se dijo que posiblemente fuese cierto.
—Date prisa, maldita sea, me estás haciendo quedar mal.
—Serás mala persona —le gritó Alex enfrentándose a la otra mujer—, ¿no ves que no puede nadar más deprisa?
—Si no está más preparado que no venga a un campamento como este.
Si algo no soportaba en la vida Alex, eran las personas altaneras que se creían el ombligo del mundo y se comportaban como si todos los demás le debieran pleitesía. Sara era de ese tipo, sin compasión con nadie que ella creyese que era inferior en estatus que ella, o con los que considerase más débiles, como era el caso de Samuel. Este llegó por fin, agotado pero feliz de haber terminado.
—Creo que me ha dado un tirón —se disculpó, haciendo una mueca cuando intentó estirar el brazo.
—Ahora iremos al fisio, que os lo habéis ganado. Lo has hecho muy bien —felicitó a Samuel mientras lo ayudaba a salir de la piscina —todos lo habéis hecho muy bien. ¡Felicidades!
—¿Él?, ¿bien? ¡Pero si ha llegado el último!
Cómo no, Sara era la que tenía que quejarse.
—No había que llegar primero, Sara, sino terminar —le aclaró Alexia.
—Tú mejor no te metas —le recriminó mirándola con desprecio.
Alex se sorprendió por el tono de su voz.
—¿Y eso por qué? —De verdad sentía curiosidad por la animadversión que esa mujer parecía sentir hacía ella. No podían ser celos, no con un cuerpo así. Tenía que saber que todos los del grupo, e incluso algunos de personal interno, la seguían con la mirada. Ella no tenía nada que nadie pudiese envidiarle.
—Porque no respetas nada, ni a nadie, eres una persona horrible.
—¿Yo soy horrible? —miró a Ana, haciéndose la sorprendida, esta negó divertida, sabía que Sara no tenía nada que hacer con ella. Pero esa estúpida snob se llevaría su merecido— ¿porque me apiado de una persona que, en un momento dado, necesitaba un poco de apoyo? ¿o porque no me da la gana de rendirme a tus pies? Como quieres hacer con todos los que te rodean.
—Alex, no hace falta que me defiendas —murmuró Samuel, algo avergonzado por saberse centro de atención de las dos mujeres.
—Claro, ve a esconderte tras esta macarra borde y mal hablada —se burló Sara.
—Cuidado con lo que dices.
El tono de frialdad que usó puso sobre aviso a Izan, que observaba a Alex, sin perderse palabra. Su tono suave no lo engañaba en absoluto y sabía que Sara no solía tener demasiado tacto con la gente que no le interesaba, como tan bien acababa Alex de hacérselo notar.
—Salid del agua, las dos —debía separarlas antes de que ocurriese algo más que palabras.
Ninguna le hizo caso.
—¿O qué? ¿Vas a pegarme? Es lo que se esperaría de una mujer como tú.
—Las mujeres como yo solemos tener más clase.
Y cogiéndola por sorpresa se abalanzó sobre ella y poniéndole la mano en la cabeza la hundió sin compasión. Sara, al no estar prevenida, gritó por la sorpresa tragando agua, que escupió tosiendo cuando Alex la soltó.
Los demás comenzaron a reír, lo que hizo que Sara se sintiese mucho más avergonzada. Miró a Alex con ojos hirviendo de furia y como no le había dado tiempo a alejarse, no pudo evitar la bofetada que Sara le dio con tanta fuerza, que le echó la cabeza hacia atrás.
—¡Fuera!, salid del agua ahora mismo.
Izan decidió tirarse a la piscina para poder poner distancia entre ellas, pero llegó demasiado tarde. Esta vez Alex la cogió sin miramientos del pelo y la volvió a meter bajo el agua. Tras la bofetada, una neblina roja de furia se apoderó de ella y sólo sintió que Izan la obligaba a sacar a la otra mujer del agua tirando él de su propio brazo.
Sara emergió tosiendo agua y lloriqueando, más asustada que verdaderamente perjudicada porque sólo había estado bajo el agua unos segundos.
—Todos lo habéis visto —lloriqueó angustiada—, ha intentado ahogarme.
—No seas exagerada —le soltó Alex, bullendo de furia—, te merecías mucho más que eso.
—¿Izan?
—¿Estás bien? —Él le cogió la cara y la miró con intensidad para comprobar que no estaba herida— Sal con ellos y ve a cambiarte para comer, luego te veo.
—Eso, ve a lloriquearle a él a ver si consigues llamar su atención, ya que no lo consigues de otra manera.
“Cállate Alexia, no es asunto tuyo”.
—Cállate de una vez, ¿es que no has tenido bastante por hoy? —Alex lo miró dolida —Salid todos fuera. Cambiaros de ropa y preparaos para ir a comer, luego pasaremos todos por la sala de masajes.
Un silencio sepulcral se hizo en la piscina. Sólo se oían los sollozos de Sara que se alejaba con el grupo y que echaban furtivas miradas a los dos que aún estaban en la piscina.
—Tú te quedas —le indicó a Alex con furia, cuando vio que se proponía salir del agua también.
Alex lo miró preocupada. Aunque ya lo había visto otras veces enfadado, sus gestos indicaban que esta vez estaba dominado por una furia extrema. Sus ojos la miraban de tal manera que ella temió que pensase en golpearla después de todo. No supo si estaba enfadado porque nunca le hacía caso o porque había asustado un poco a Sara. Sus ojos se encendieron de nuevo por la rabia que aún sentía.
—Se merecía mucho más que eso y lo sabes —le soltó, sin importarle que él apretase aún más los dientes y cerrase los puños, quizás para evitar golpearla a ella —¿Puedo salir del agua? Tengo frío —añadió ante su silencio.
—¡¡Te aguantas!! —su grito la sobresaltó. Él se pasó las manos por el pelo para quitarse las gotas que le caían por la cara y se le metían en los ojos
—Ha empezado ella y te recuerdo que a la que han golpeado es a mí —”y de eso no te preocupas”, dijo para sí. Deseaba irse a dormir. Un cansancio extremo se había adueñado de su cuerpo después de haberle abandonado la adrenalina del momento anterior,
—¿Te ha merecido la pena? Asustarla como has hecho —le aclaró al ver la duda en sus ojos.
—Ella me ha golpeado.
—Y tú has intentado ahogarla.
—No es cierto. Sólo quería darle su merecido y asustarla un poco. Era eso o devolverle el golpe. No me gusta la violencia física.
—Pues nadie lo diría —añadió él, pasándose las manos por la cara con frustración —Tienes un problema de agresividad —le soltó de pronto—, y la pregunta que te hago es ¿qué vas a hacer al respecto? No aceptaré peleas en mi campamento. Es la regla número uno, claro —añadió sarcástico—, como llegaste tarde, todo eso te lo perdiste.
—Ella ha sido la que me ha golpeado. Para ser sinceros, yo no me meto nunca con nadie, ¿por qué no le recuerdas tus estúpidas reglas a la snob llorona, que es la que golpea y azuza a los más débiles?
—No me digas cómo tengo que hacer mi trabajo —le aconsejó mirándola con frialdad—. Luego hablaré con ella. Ahora estoy hablando contigo, ¿por qué tienes que estar atosigando e insultando siempre a la gente, Alex?
Cómo la miraba con esos ojos grises que parecían preocupados por ella, tuvo que bajar la vista, desconcertada.
—No lo sé —añadió ella finalmente después de pensar un rato lo que poder contestarle.
Читать дальше