En 1884, se creó la Academia de Guerra Naval de los Estados Unidos, siendo designado como uno de sus profesores el capitán de navío Alfred T. Mahan. En 1890, el mismo año que este último publicaba su famoso libro La Influencia del Poder Naval en la Historia, el almirante Colomb publicó su libro Guerra Naval, en cuya introducción afirma que “fue inducido a escribirlo después de observar, con cierta sorpresa, una concepción generalizada de que nunca han existido leyes que gobiernen la guerra naval, o las que existían desde la época de los buques a vela, han sido completamente superadas por el advenimiento de la propulsión a vapor, los buques metálicos, los cañones de retrocarga estriados y los torpedos”46.
Colomb dedicó gran parte de su libro a tratar las operaciones conjuntas, entre el Ejército y la Armada, efectuadas en el litoral. En otro ámbito, fue muy crítico de la Jeune École francesa, porque opinaba que “no había ninguna razón para creer que los principios de la guerra hubiesen cambiado con las nuevas tecnologías”47.
Diagrama de los acorazados italianos Dandolo y Duilio. T. A. Brassey, The Naval Annual, 1891.
Colomb y Mahan coincidieron en establecer la importancia de conquistar el dominio del mar, pues de él se derivaría el dominio de las comunicaciones marítimas y su uso militar, y en que solo la batalla naval decisiva permitía lograr este dominio en forma resolutiva48.
Sin embargo, el más influyente estratega naval británico sería Julián Corbett, quien publicó, en 1911, su famoso libro Algunos Principios de la Estrategia Marítima, un clásico de la estrategia naval, vigente hasta el día de hoy.
Para Mahan y Corbett los océanos eran las supercarreteras del comercio en el mar, las armadas existían para proteger el tráfico marítimo e impedir el del enemigo, efectuando operaciones militares en beneficio propio. Según Corbett, “el objeto de la guerra en el mar debe ser asegurar en forma directa e indirecta el dominio del mar o impedir al enemigo asegurarlo”49.
La forma más efectiva de conquistar el control del mar era concentrar las fuerzas propias y destruir a la fuerza naval enemiga en una batalla decisiva. La alternativa es bloquear a dicha fuerza en sus puertos. Conquistado el control del mar, existía la libertad para usarlo en los ámbitos económico y bélico, según la propia conveniencia.
Para Mahan, el Ejército y la Marina desempeñaban funciones esencialmente separadas; en cambio, Corbett opinaba que sus funciones eran complementarias, coincidiendo Corbett y Colomb en que una de las tareas más relevantes de las armadas era cómo influenciar los eventos en tierra, apoyando el accionar del Ejército.
Los estrategas británicos creían que las armadas no ganaban las guerras por sí mismas, pero sí permitían que las ganara el Ejército. Los roles de la Armada también incluían el apoyo a las operaciones anfibias efectuadas sobre el territorio enemigo, contribuyendo a la estrategia nacional para ganar la guerra terrestre50.
El resultado de lo propuesto por Colomb y Corbett es una teoría estratégica de unidad de la guerra en base a operaciones conjuntas de la Armada con el Ejército, permitiendo a una fuerza naval pequeña, pero eficaz, maximizar la eficacia de los medios bélicos a disposición de un país. El éxito se basa en la coordinación de las acciones navales y militares, otorgando a la fuerza militar un peso y una movilidad estratégicas que superan sus capacidades intrínsecas naturales51.
LA ESTRATEGIA DE LA JEUNE ÉCOLE
En la Guerra Civil de 1891, los cazatorpederos balmacedistas aplicaron las teorías estratégicas de la Jeune École. Las revistas de marina chilenas, entre 1885 y 1890, están repletas de artículos relacionados con las nuevas tecnologías aplicadas a la guerra y ensayos derivados de esta escuela de pensamiento naval.
Opuesta a las ideas de Mahan, Colomb y Corbett, que eran las teorías estratégicas de las superpotencias navales de la época, la Jeune École es una estrategia aplicable por países con un poder naval mediano o pequeño que quieran desafiar a las grandes potencias. Era, en términos simples, la estrategia de David contra Goliat en el mar.
Esta teoría estratégica se gestó en una serie de artículos publicados por el capitán de navío francés Richild Grivel a fines de la década de 1860, en que concluía que la experiencia histórica de la Armada francesa había demostrado el grave peligro de ser derrotados en batallas entre flotas cuando se contaba con fuerzas navales inferiores, tal como lo habían demostrado las batallas navales de las guerras napoleónicas, en particular, la batalla naval de Trafalgar.
Sus conclusiones aconsejaban seguir estrategias completamente diferentes en base al tipo de enemigo a enfrentar: en contra de enemigos más débiles, se deberían aplicar las estrategias navales clásicas al estilo de Mahan y Colomb; contra enemigos más poderosos se deberían desarrollar estrategias y tácticas alternativas, tomando en cuenta los avances tecnológicos, ejecutando una potente ofensiva contra su tráfico marítimo que lo hiciera colapsar económicamente, evadiendo las batallas navales decisivas52.
De esta manera, “un enemigo superior, pero económicamente vulnerable, era una suposición fundamental que sustentaba la teoría estratégica de la Jeune École”53. Por otra parte, “los torpederos y cañoneros, suplementados con buques con espolón y un buen sistema de telégrafos y semáforos, y patrulleros permitiría concentrar las fuerzas contra del enemigo en la defensa del litoral”54.
El comandante Grivel concluyó que, en caso de una guerra entre Francia e Inglaterra, “en vez de atacar la capacidad más poderosa de Gran Bretaña con sus 20.000 cañones a flote, Francia debería apuntar a su punto más débil: los 50.000 buques mercantes que transportaban las mercancías que le eran vitales”55. Entre 1840 y 1870, el comercio marítimo de Gran Bretaña se había multiplicado en 5 veces su valor, y volvería a triplicarse en el período desde 1875 a 191356.
Posterior a la derrota de Francia en la Guerra Franco-Prusiana de 1870-7157, en que la Armada francesa demostró su impotencia para impedir la derrota frente a Alemania, la opinión pública llegó a colocar en duda su necesidad de existir, potenciándose los conceptos de la Jeune École, siendo el almirante Aube y el civil Gabriel Charme los principales promotores de esta teoría estratégica a nivel de la opinión pública francesa. La novedad tecnológica más importante que se había introducido al servicio naval había sido el torpedo en la década de 1860, como ya lo hemos comentado.
El almirante Aube escribió entre las décadas de 1870 y 1880 una serie de artículos y libros que, en síntesis, concluían en el desarrollo de un nuevo concepto de la estrategia naval, en que el objeto de la guerra en el mar no era destruir a la flota enemiga, sino que causarle el enemigo el máximo daño posible y esto se lograba atacando a su tráfico marítimo58.
Aube pensaba que la clave del éxito en las futuras guerras sería un ataque sorpresivo, coordinado, de una gran cantidad de torpederos y cruceros en contra de los buques mercantes enemigos, y que los bombardeos navales sobre el litoral enemigo causarían pánico en la población y un colapso social59, “pese a sus énfasis en las tecnologías la Jeune École estaba preocupada de los efectos morales y sociales que podría tener como efecto aplicar estas nuevas estrategias navales de ataque al comercio y bombardeo de las costas enemigas”60.
El vicealmirante Aube llegó a ser ministro de Marina de Francia en 1886 y, en poco más de un año, ordenó detener la construcción de los buques acorazados, llamó a concurso público para la construcción de un submarino (siendo Francia pionera en la construcción del primer submarino convencional moderno operativo a nivel mundial), y otorgó prioridad a la construcción de torpederos y cruceros, junto con disponer de grandes ejercicios navales destinados a comprobar diversas teorías estratégicas y tácticas para aplicar las lecciones correspondientes.
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