–Mierda –murmuró–. Maldición, ¿cómo demonios…? Malik. ¿Recuerdas a Malik? ¿Lo que te mostró? ¿Lo que…?
–No conozco a ningún Malik –le espeté–. No sé qué es lo que cree que me mostró y, con todo respeto, Alfa Wells, si se trata de algún tipo de broma, no es gracioso. Para nada. No puedo…
–El prisionero. En el complejo.
Eso me dejó sin aliento.
–¿Cómo demonios sabe usted…?
–¡No tiene importancia ! –gritó–. Si te quitaron eso, entonces lo saben. Tengo que volver a casa. Tenemos que huir. Los demás están en camino. Tienen que saber qué les espera…
–No sé de qué mierda está hablando –gruñí. Se me nublaba la vista y pensé que iba a destrozar el teléfono, de tan fuerte que lo estaba sujetando.
–Lo sé –exclamó–. Y es porque te lo han quitado . No sé cómo, pero sé por qué. Robbie, busca al prisionero. No me importa cómo pero búscalo. Lo verás. Borra esta llamada. Que no sepan que llamaste a este número. Tengo celulares descartables de repuesto y te llamaré cuando estemos a salvo. Es casi la hora. Encuentra al prisionero. ¿Me escuchas? Encuéntralo . Encuéntralo y mátalo.
El celular quedó sonando en mi oreja cuando la llamada se desconectó.
Lo bajé lentamente.
En la pantalla azul de la computadora, había un mensaje en una caja gris.
¡ACTUALIZACIÓN COMPLETA! ¿REINICIAR?
En la esquina, se veía la fecha y la hora.
12:47 pm.
9 de mayo de 2020.
Me escapé de la casa. La lluvia me golpeó la piel.
Eché la cabeza hacia atrás y vi un relámpago atravesar en el cielo en un destello.
Guardé el diario en la parte superior de mis vaqueros y lo cubrí con mi camiseta para que no se mojase.
El complejo estaba casi vacío, todos se habían apresurado a resguardarse de la tormenta. La superficie del lago se veía negra.
Me volví hacia la casa que estaba apartada de las otras. Apenas podía verla a través de la lluvia.
Encuentra al prisionero. ¿Me escuchas? Encuéntralo.
Me moví sin darme cuenta.
Santos no estaba de guardia. Había un lobo joven que apenas conocía. El pobre se refugiaba de la lluvia bajo el porche. Se alegró al verme.
–Robbie. ¿Qué te trae por aquí con este tiempo?
Subí al porche y sentí la magia familiar que me envolvía. Vibraba contra mi piel, y me hacía sentir en casa. Me tomó un momento recordar el nombre del lobo.
–Daniel. Estaba… afuera –terminé la frase, estúpidamente.
No se dio cuenta.
–Ay, amigo, ¿por qué? Odio la lluvia cuando no estoy transformado. Pero no puedo hacerlo mientras trabajo. Una porquería, ¿verdad?
–Se me ocurre algo –le dije, súbitamente inspirado–. ¿Por qué no te vas? Yo tomo la posta. ¿A qué hora llega tu reemplazo?
–Recién a las tres –respondió, receloso–. ¿Por qué querrías hacer eso? Eres el segundo. No tendrías que estar aquí.
Sacudí la cabeza.
–Nah, está bien. Ezra y Alfa Hughes están revisando las defensas. Necesito hacer algo. Además, ser el segundo no implica no hacerme cargo de las obligaciones. Yo te cubro. Si alguien pregunta, me aseguraré de que sepan que ha sido idea mía.
–Guau. Amigo, es increíble. Gracias –apartó la mirada–. Hay una chica, y la estoy cortejando, pero está… bueno. Ya sabes.
–Nikki, ¿verdad?
Sonrió de oreja a oreja.
–Sí. Nikki. Ay, amigo, es la mejor . Cuando se da cuenta de que existo, al menos. ¿Crees que querrá ir a correr a la reserva conmigo? ¿En la lluvia? Eso es romántico, ¿verdad?
–Muy –afirmé–. ¿Por qué no se lo preguntas?
–Sí, ¿sabes? Creo que lo haré. Gracias, Robbie. Esto es fantástico, maldita sea.
Me tomó del hombro, lo apretó con una sonrisa y bajó del porche.
–Ey, ¿Daniel?
–¿Sí? –preguntó, mirándome por encima del hombro.
–Por las dudas, ¿cuál es el código para entrar?
Su sonrisa se esfumó.
–No me parece buena idea.
–Lo sé. Pero está bien. Es mejor que lo sepa. Dado que Alfa Hughes y Ezra no están, tengo que asegurarme de poder entrar, de ser necesario.
–Bueno, eso tiene sentido –replicó, mordiéndose el labio–. Es decir, si no están, tú estás a cargo, ¿verdad? Porque eres el segundo.
Le sonreí, aunque nunca había tenido menos ganas de sonreír en la vida.
–Exacto. Lo has entendido. Y realmente no quiero entrar. Tenlo por seguro. Pero hay que estar preparados, ¿sabes? Por si acaso.
–Por si acaso –repitió. Se volvió, pero no antes de mirar por encima del hombro a las otras casas, veladas por la lluvia. No había nadie allí.
Se dirigió a la puerta de la casa. Arrugó la nariz ante el olor de la magia, que se volvía más intenso. Un círculo rojo apareció en la puerta, con un brillo tenue. El círculo estaba lleno de líneas que dividían el interior. Y dentro de cada uno de los recuadros que formaban las líneas había un símbolo. Era una combinación sencilla de formas: formas rectas, círculos más pequeños y triángulos. No los tocó, pero señaló la combinación con el dedo.
–Círculo. Rectángulo. Octágono. Heptágono. Círculo de nuevo. Fácil, ¿verdad? –dio un paso hacia atrás y el círculo rojo se desvaneció. Se lo notaba intranquilo–. No entres, ¿sí? No sin la Alfa aquí. O Ezra. El prisionero ya comió antes de que se fueran. No está previsto que nadie entre hasta esta noche.
–Entendido. Ey, dile hola a Nikki de mi parte, ¿sí? Y escuché por ahí que cuanto más grande sea el ciervo que le traigas, más impresionada queda.
Daniel se rio, sacudiendo la cabeza.
–Mujeres, ¿verdad? Siempre quieren ciervos más grandes –bajó del porche hacia la lluvia–. Gracias de nuevo, Robbie. No me importa lo que digan. Eres un buen tipo.
–Sí –dije por lo bajo, mientras él se alejaba hacia el lago.
Me obligué a esperar hasta que dio la vuelta a una casa y desapareció de la vista. Paré las orejas y me esforcé para escuchar. A través de la lluvia, podía oír las voces apagadas de otros lobos, pero todas venían de adentro de sus casas. Si Michelle y Ezra estaban realmente revisando las protecciones, tenía tiempo, pero tenía que moverme rápido, por las dudas.
Encaré la puerta. Sentí el tirón familiar de la magia de Ezra y el círculo cobró vida.
¿Qué decía la inscripción del libro?
Nunca olvides.
Más fácil decirlo que hacerlo, al parecer.
Porque yo había olvidado. Y si todo lo que la Alfa me había dicho por teléfono era cierto, me habían forzado a olvidar.
¿Por qué?
Un pensamiento aún más oscuro siguió a ese.
¿Qué más había olvidado?
Me dije que Ezra y Michelle Hughes querían protegerme . Me amaban. Me lo habían dicho. Y el latido de sus corazones no había revelado ninguna mentira. Y, tal vez, tal vez, no tenían nada que ver con esto.
Di un paso hacia atrás. El círculo se desvaneció.
¿Qué mierda estaba haciendo? No podía entrar. Si me descubrían, se echaría a perder todo. Ah, quizás podría explicarlo y decirles que me había parecido oír algo adentro, que pensé que algo peligroso estaba ocurriendo, pero ¿me creerían?
–Mierda –susurré.
Me aparté de la puerta.
Por un instante, me pareció ver un lobo de pie en el sendero de tierra que conducía a la casa.
Te veo.
Ay, cielos, quería ser visto. Tenía tantas ganas de ser visto.
Читать дальше