Entre las cosas contradictorias que presenta la experiencia está el yo. El yo es contradictorio, o aparentemente contradictorio, porque lo consideramos como único e inmutable, pero al mismo tiempo está compuesto por una multiplicidad de representaciones. Esto lo resuelve diciendo que detrás del yo contradictorio, está el alma inmutable. Ésta se manifiesta según distintas cualidades al recibir una intrusión exterior. Estas cualidades son representaciones, que son el resultado de la tendencia a la autoconservación del alma. Las representaciones se comportan entre sí de modo parecido a las realidades exteriores, se oponen y es por esa oposición que se convierten en fuerzas en conflicto. Las representaciones más fuertes tienden a dominar a las otras. Esto lleva a un estado de equilibrio entre las más débiles y las más fuertes, que terminan dominando.
Así como en Física se distingue una dinámica y una estática, en Psicología también. Herbart divide la Psicología en dos partes:
1) Una Estática Psíquica, que estudia y mide el equilibrio de las representaciones.
2) Una Dinámica Psíquica, que estudia el “ascenso” y “descenso” de las representaciones: las más fuertes se colocan arriba, es decir, se hacen conscientes, y las más débiles se colocan por debajo del límite o umbral de la conciencia. Para llegar a la conciencia, las representaciones deben superar dicho umbral, que sería medible7.
Las representaciones no están aisladas, sino que están agrupadas en conjuntos, en “complejos”. Las representaciones compatibles forman un mismo complejo. Las representaciones incompatibles, se separan, se aíslan, forman conjuntos separados. Este es un clarísimo antecedente de la teoría energética de la represión, de Freud8. De hecho, Herbart utiliza tanto el término represión (Verdrägung), como el término resistencia (Widerstand)9. Las representaciones escindidas o aisladas y oscurecidas, todavía son activas y pugnan por volver a la conciencia. No lo logran mientras los conjuntos de representaciones conscientes sean más fuertes.
El yo, como sucederá más tarde también en la psicología profunda, no es otra cosa que un conjunto de representaciones que tenemos de nosotros mismos. Es el complejo que está en el centro de nuestra conciencia. Las nuevas representaciones o se asimilan en el yo (en la medida en que son compatibles con las representaciones que lo conforman) o son expulsadas al inconsciente (cuando son incompatibles). Es difícil no ver aquí prefigurada la teoría freudiana de la represión.
El proceso por el que asimilamos nuevas representaciones a conjuntos de representaciones preexistentes lo llama Herbart (con Leibniz) “apercepción”. Las representaciones se pueden fundir, combinar o, por el contrario, oponerse y resistirse.
Para Herbart, la libertad no es otra cosa que la fuerza y el dominio de los complejos de representaciones más fuertes en la dinámica psíquica. Este complejo de representaciones dominantes constituye el carácter.
Herbart tiene también el dudoso mérito de haber eliminado las facultades psíquicas. Lo que se explicaba con éstas pasa a serlo desde la dinámica de las representaciones, que suben y bajan. Representar, sentir y desear, que según Herbart eran las facultades clásicas, se reducen a representaciones. Con anterioridad a las representaciones, que surgen de la tendencia a la autoconservación del alma no hay ninguna facultad ni potencia.
Este “vicio fundamental” de la concepción herbartiana, pasa a la psicología contemporánea, y en particular al psicoanálisis. Así como no hay matemáticas sin números, no hay psicología sin potencias. La reducción del objeto de la Psicología a las representaciones (sean estos fenómenos de conciencia, o complejos inconscientes), lleva a una psicología sin sujeto y sin capacidades que termina por vaciarla de su sentido. Su concepción mecánica, o dinámica, es también un obstáculo para el desarrollo de la psicología, que no se puede hacer prescindiendo de la originalidad de las vivencias animal y humana. Ésta no se puede comprender cabalmente sin una correcta teoría de las potencias del alma.
Tal como veremos, la psicología de Freud es una inversión, materialista y evolucionista, del mecanicismo psíquico de Herbart. En vez del alma, mónada inmutable, la vida psíquica (que se reduce a representación y energía) es producto del organismo.
2.2. La genealogía de la moral de Nietzsche
A la influencia de Herbart se suma la de la Naturphilosophie romántica, en la que el concepto de inconsciente juega un papel fundamental. Tenemos a autores como A. Schopenhauer (1788-1860), C. G. Carus (1789-1869), E. von Hartmann (1842-1906), y el mismo Friedrich Nietzsche (1844-1900). Tanto en Schopenhauer10 como en Nietzsche están presentes ideas acerca del inconsciente que son prácticamente las mismas que se encuentran en Freud, por lo menos en aspectos esenciales, como la importancia de los sueños o de la sexualidad. A lo que hay que sumar el evolucionismo darwiniano11.
La influencia de Nietzsche, en particular, es capital, no tanto al nivel de los contenidos teóricos, aunque también en este aspecto se nota su influjo, cuanto al del espíritu de fondo. En efecto, de alguna manera se puede considerar al psicoanálisis de Freud como una realización particular del proyecto nietzscheano de transvaloración12. Como diremos después, el psicoanálisis es una especie de disciplina posmoral que rastrea la genealogía de la vida moral del individuo como causa de su neurosis.
Para Nietzsche, la psicología es el principal instrumento para demoler los antiguos valores y construir nuevos. Por eso, es “señora de todas las ciencias”13. Esa psicología, o “fisio-psicología”, es una especie de trabajo de desenmascaramiento, que busca mostrar que detrás de lo aparentemente “elevado”, se encuentran motivaciones inferiores, “profundas”, que la conciencia se resiste activamente a admitir”14.
Freud toma explícitamente de Nietzsche la noción de ello15. También está en Nietzsche la idea de que el sujeto redirige a su interior la agresividad en forma de sentimiento de culpa, concepción característica del último periodo de Freud, que éste toma de la Genealogía de la moral de Nietzsche, que fue objeto de discusión en las reuniones psicoanalíticas de los días miércoles en el año 1908. Esta cita es un ejemplo de la concepción de Nietzsche:
Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro –esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: únicamente con esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su “alma”. [...] La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción –todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ese es el origen de la “mala consciencia”16.
Nietzsche afirma explícitamente el carácter patógeno de la moral y de la religión cristiana, e incluso usa la palabra “neurosis” para designar este mal:
(La neurosis religiosa aparece como una forma del “ser malvado”: de ello no hay duda). ¿Qué es esa neurosis? Quaeritur. Hablando a grandes rasgos, el ideal ascético y su culto sublimemente moral, esa ingeniosísima, despreocupadísima y peligrosísima sistematización de todos los medios de desenfreno del sentimiento bajo la protección de propósitos santos se ha inscrito de un modo terrible e inolvidable en la historia entera del hombre17.
Este autor había llegado incluso a plantearse estudiar medicina y especializarse en psiquiatría para concretar por esa vía su anhelo de crítica de la moral y la religión, y la realización de la transvaloración de los valores, de la que la psicología es un instrumento. El siguiente pasaje de La gaya ciencia parece incluso una especie de profecía del papel de Freud en la historia de la cultura:
Читать дальше