Se podía vivir en obediencia a Dios bajo la ley de Moisés sin ser legalista, viviendo en humilde gratitud por su bondad, confiando en la provisión de su perdón por medio del sacrificio, y conscientes del don de la justicia para quienes creían. En principio, Pablo lo demuestra en Romanos 10:5-8, al explicar lo que dice Moisés en Levítico 18:5 y Deuteronomio 30:12-14, dando la aplicación del Nuevo Testamento en el versículo 9. Quien entiende el mensaje de la ley, ha de acabar dándose cuenta de que no hay esperanza. Moisés lo predijo y aseguró a Israel que no era algo insuperable, como pensaban. No les dio a entender que podrían lograrlo esforzándose lo suficiente; lo que quería que vieran es que, si el corazón era receptivo a todo lo que la ley decía acerca de su pecado, y la misericordia ofrecida por medio de los sacrificios, y si estaban dispuestos a confesarlo, podían también estar seguros de la misericordia y el perdón de Dios. Eso era depender de Dios y no de sí mismos. Esa era la palabra de fe. En el tiempo del Nuevo Testamento esto se expresa por la fe en el Señor Jesús, especialmente por haber sido resucitado de la muerte por Dios.
En tiempos de Jesús había israelitas que entendían bien a Moisés, personas como Zacarías, Ana y Simeón, sobre quienes leemos en los primeros capítulos de Lucas. Su fe y humildad relucen en sus páginas. No me cabe duda de que, al entender el mensaje de Jesús, lo aceptaron como totalmente coincidente con la fe que ya tenían. Para muchos otros, cuando oyeron el mensaje del evangelio, comprendieron por primera vez que no había esperanza en su pecado y vieron la provisión de justicia en Jesús. Creyeron y fueron perdonados. Pero la mayoría en Israel creyó otra cosa y siguió, de uno u otro modo, acercándose a Dios por medio de su justicia propia. Eran plenamente responsables de lo que pensaban y hacían. Los rabinos aún enseñan esta forma de justicia, y las consecuencias para la mayoría de Israel han sido desastrosas.
Reflexiones
1.Otras explicaciones
Sé que para muchos cristianos la enseñanza de la elección de Dios para salvación es difícil de aceptar. Reconocen contentos que Dios es soberano sobre todas las cosas, pero les cuesta trabajo aceptar una enseñanza que parece implicar que los seres humanos no son libres, una especie de fatalismo. Pero no veo que esos cristianos tengan problemas con la forma de elegir Dios a Israel. Aceptan que Dios eligiera a Abraham, Isaac y Jacob, y que al hacerlo no escogiera a otros individuos y a otras naciones del mundo, pero les cuesta aceptar que él actúa de la misma manera cuando una persona se convierte a Cristo. Una cosa depende de la otra.
2.Implicaciones importantes
Hemos de reconocer que rechazar esta verdad de la elección tiene implicaciones importantes. La primera es que hace que los judíos sean más impíos que los demás; implicación que llenará de satisfacción a los antisemitas. Lo que quiero decir es que, si no hay elección incondicional de Dios, la responsabilidad humana es el factor clave. Siendo así, y teniendo en cuenta que los judíos han recibido más privilegios que otros, pero persisten en su incredulidad, de algún modo han de ser mucho peores que los demás. Pero una conclusión así no podemos aceptarla.
La segunda implicación es que los misioneros que trabajan entre los judíos han de ser bastante incompetentes en su labor si los comparamos con otros misioneros, ya que, comparativamente, ven tan poco fruto. Para evitar llegar a este tipo de conclusiones hay a quienes les gusta subrayar que lo que hace especialmente difícil que los judíos consideren a Jesús es el antisemitismo “cristiano”. No dudo que la persecución de los judíos en nombre de Jesús haya tenido efectos desastrosos, pero el rechazo de Jesús el Mesías y de los apóstoles por parte de la mayoría de la nación y de sus dirigentes comenzó mucho antes que un fenómeno como el antisemitismo “cristiano”.
3.Hay que seguir dando testimonio
¡Dios ha garantizado que el evangelio dará fruto entre los judíos! Pablo enseña en Romanos 11, que siempre habrá quienes se salven por la elección de la gracia de Dios (Ro 11:5). No sé si tal promesa existe para alguna otra nación. El testimonio al pueblo judío está plagado de dificultades, pero Dios nos anima a perseverar asegurándonos que el trabajo dará su fruto.
4.Reprimir la frustración
La resistencia al evangelio por parte de los judíos suele ser muy firme. El hecho de que partamos del mismo libro y lleguemos a conclusiones radicalmente diferentes puede producir enfado y frustración. El que alguien tan valioso para nosotros (Jesús) sea rechazado o incluso ridiculizado nos ofende. Esto puede suceder año tras año en nuestros encuentros con vecinos o compañeros de trabajo judíos. La tentación es olvidarnos de ellos como casos perdidos. La doctrina de la elección nos recuerda que estamos en las manos de Dios y que cuando él elige, todo puede cambiar en un momento.
5.¿Elección y apologética?
No hay duda de que hay que presentar el evangelio a los judíos advirtiéndoles de que tienen la responsabilidad de creer en él, teniendo a veces nosotros que echar mano de la apologética para responder a las objeciones y dificultades; pero, ¿debemos mencionar la elección como razón de la incredulidad judía? Jesús es nuestro ejemplo en esto, como cuando habla de sus ovejas en Juan 10:26, diciéndoles a sus oponentes: “vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas”. Pienso que se trataba de una hipérbole destinada a alarmar a aquellos que habían determinado rechazarlo. Más adelante, en el mismo encuentro, Jesús les dice: “aunque no me creáis a mí, creed a las obras”, lo que demuestra que todavía había esperanza. Muchas veces he oído a judíos decir: “Jesús no puede ser el Mesías dado que la mayoría de los judíos no creen en él”, como si el factor clave fuera su sabiduría. Puede que venga bien destacar el factor de la elección de Dios. Esperemos que esto haga mella en su autoconfianza y les haga buscar humildemente a Dios.
6.Su incredulidad es grande
El hincapié de Pablo en la elección, le hace dulcificar sus comentarios sobre la responsabilidad de creer. No eran ignorantes; más bien habla de ellos como desobedientes y contrarios. Hoy ocurre igual. Si un judío no se convierte a Jesús, vendrá el día cuando se dé cuenta de su gran pérdida y de que la culpa es solo de él. Esto debería mover a los cristianos a enfrentar al pueblo jud ío con el peligro de tratar de establecer su propia justicia y rechazar el Mesías, a la vez que los anima dejándoles saber que los brazos de Dios están abiertos de par en par.
Preguntas:
1.¿Cómo explica Pablo la incredulidad de Israel?
2.¿Cómo apoya la verdad de la elección de Dios y la responsabilidad humana nuestro testimonio del evangelio?
3.Muchos en Israel creyeron bajo el Antiguo y el Nuevos Pacto. ¿Qué ejemplos usarías para ilustrar la naturaleza de la verdadera fe a un amigo judío?
12.Israel significa “quien ha peleado con Dios” o “gobernante de Dios”. Príncipe con Dios transmite ambos conceptos. En el contexto de Génesis 32:24-32 el nombre habla de un hombre que confía solo en Dios, pero que es fortalecido para Dios por esa misma confianza.
CAPÍTULO 7
El reino: entonces y ahora
“Por tanto os digo que el reino de Dios os será quitado, y será dado a una nación que produzca los frutos de él” (Mateo 21:47).
¡Inquietantes palabras! Palabras pronunciadas por Jesús durante su última visita a Jerusalén. Había entrado en la ciudad montado en un asno y muchos lo saludaron como Mesías, tendiendo sus ropas o ramas de palma en el suelo a su paso, gritando alabanzas y un saludo mesiánico: “Bienaventurado el que viene en nombre de Yahveh”. La emoción y la expectación llenaban el ambiente. Pero, sin duda alguna, su primera acción debió chocar a muchos: limpió un área del templo de sus mercaderes, volcó sus mesas y los echó de allí. Debió ser chocante, pero lo que presagiaba era más de lo mismo. Como era de esperar, los principales sacerdotes y dirigentes no lo dejaron pasar, sino que al día siguiente lo interrogaron diciéndole: “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” (Mt 21:23). La respuesta fue una serie de advertencias a los líderes de Israel de que su actitud hacia él estaba llevando a la nación al borde de un precipicio, que acabaría en la pérdida del reino.
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