Los cristianos de origen no judío estamos en deuda con la nación judía por todo lo que hemos recibido por medio de ellos, pero debemos ser ecuánimes y bíblicos en la manera de expresarnos, y no dejarnos llevar por un sentimiento o dudoso razonamiento espiritual. Que Dios nos ayude a los cristianos de origen gentil a enterrar el orgullo y crucificar nuestra autosuficiencia, y que reconozcamos humildemente nuestra deuda con este pueblo a menudo despreciado.
Preguntas:
1.¿Por qué los cristianos no judíos están en deuda con la nación judía?
2.¿Cómo podemos los cristianos no judíos pagar nuestra deuda con los judíos en la actualidad?
3.¿Es legítimo amar a los judíos y al mismo tiempo no darles el evangelio?
8.La palabra procedente del yidish es schnorrers . Otras palabras españolas descriptivas podrían ser las de “gorrones” o “chupópteros” y, sin duda, muchas más procedentes del rico español de América Latina. N.T.
9.La principal publicación semanal judía del Reino Unido.
10.Le recomiendo la lectura de cualquiera de sus libros, pero sobre todo El Refugio Secreto.
11.La aliyah es un término usado por los judíos que designa el regreso para vivir en la tierra de Israel.
2ª PARTE
Verdades duras
CAPÍTULO 6
La incredulidad de Israel
¿Cuántas veces has pensado, “sí, pero…” en relación con la forma de obrar de Dios? Pero parece que los hechos llevan a otra conclusión. O, de pronto aparece otra verdad que contradice lo dicho anteriormente. En este punto del libro adelanto un “sí, pero…”. Sé que alguien dirá: “Sí, ya veo que la Biblia tiene mucho que decir sobre el amor de Yahveh hacia los judíos, pero, ¿por qué son tan pocos los que creen? Y, ¿por qué han sufrido tanto?”. Estas preguntas no son nuevas. Lo que Pablo escribe en Romanos 9 y 10 indica que ese tipo de preguntas él ya las conocía. La nota triunfante al final de su exposición del evangelio en Romanos 1 al 8 las sugiere. Exclama con gozo que nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro 8:39), lo que plantea la pregunta: “fíjate en Israel; si Dios no ha conseguido preservarlos, ¿no podrá ocurrir lo mismo con los cristianos hoy? Pablo sabía que había llegado el momento de enfrentarse a la dificultad.
La elección
La respuesta de Pablo comienza con Dios y la inmutabilidad de sus promesas. Sin embargo, no va directo al grano, sino que comienza expresando su dolor por la pérdida de Israel. A mi parecer, comienza hablando de sus sentimientos más profundos porque sabía que tenía que decir algunas cosas duras acerca de Israel, y quería dejar claro que su actitud no era de superioridad. No se siente superior a un vencido dañino, sino que se lamenta por la pérdida de sus queridos compatriotas.
Pablo comienza con la elección soberana de Dios. Respondiendo a la idea de que la palabra de Dios, donde están sus pactos y promesas, pareciera ineficaz porque muchos en Israel sigan siendo incrédulos, simplemente declara: “no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino que: «En Isaac te será llamada descendencia»” (Ro 9:6-7). Lo que dice Pablo es que, así como Dios eligió entre los descendientes físicos, la simiente de Abraham (Isaac fue elegido e Ismael no), y entre Jacob y Esaú, del mismo modo ha elegido entre los descendientes físicos de Jacob (Israel). Podemos parafrasearlo mejor: “no todo Israel es parte de Israel”, ya que “no todos los que descienden de Jacob son príncipes con Dios”. 12Esta idea del primer Israel, según la expresa Pablo, hace que nos centremos en su carácter espiritual, que es de lo que habla Pablo aquí.
Estos son los elegidos. El primer uso que Pablo hace de la terminología de la elección en este pasaje es: “que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no en virtud de obras, sino de Aquel que llama” (Ro 9:11), y su designio está claro, subrayar que la elección de Dios no se basa en nada propio de ellos, sino en su propia voluntad inescrutable y soberana. En caso de que haya alguna duda de que esto es lo que él está enseñando, solo tenemos que mirar la dificultad anticipada en el versículo 14: “¿Acaso hay injusticia en Dios?”. Una pregunta así solo se hace si hay algo que parece injusto, y la enseñanza de la elección incondicional suele provocar tal respuesta. En Romanos 11, Pablo enseña la misma verdad de la elección de Dios entre la nación judía cuando describe a los judíos creyentes de su época como “un remanente conforme a la elección de la gracia” (Ro 11:5). Por gracia, el Señor los eligió y, por tanto, creyeron y permanecieron fieles.
Por muy misterioso que nos parezca, esa es la explicación de por qué muchos judíos siguen siendo incrédulos. Dios no los ha elegido a todos para ser salvos. Podemos pensar que Dios, después de haber pasado tantos años preparando a un pueblo para recibir al Mesías venidero, se aseguraría de que la mayoría de ellos creyeran en él, y que luego llevaran las buenas nuevas al mundo; pero nos equivocaríamos, pues sus caminos no son nuestros caminos. La única cosa que podemos hacer es maravillarnos e inclinarnos ante él en humilde adoración.
A algunos no les gusta esta enseñanza y les cuesta aceptarla, pero si nos interesamos por la salvación de los judíos, es una enseñanza esperanzadora, porque si Dios no hubiera elegido a algunos para salvación, nadie sería salvo. Las palabras: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia” (Ro 9:15), nos recuerdan que estamos irremisiblemente perdidos por causa del pecado, y dependemos absolutamente de la misericordia del Señor, así como los escaladores dependen totalmente de su cordada si resbalan. Las palabras de Isaías lo expresan con más contundencia: “Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, habríamos venido a ser como Sodoma, y seríamos semejantes a Gomorra” (Ro 9:29). El designio de Dios de que algunos crean es el propósito de la elección, y quiénes son ellos, lo que hace que la ruina no sea total.
¿De qué otra manera podemos estar seguros de una gran vuelta de los judíos al Mesías? Si esa esperanza futura para Israel dependiera en última instancia de su capacidad de respuesta, no habría garantía alguna de que algo así pueda suceder.
Responsable
La explicación que da Pablo de la incredulidad judía no se limita a la elección soberana de Dios; también cuenta la responsabilidad humana. ¿Cuál es la responsabilidad de los judíos en el asunto? ¿Han hecho una elección culposa de manera consciente? Si los judíos son castigados por su falta de fe, ¿es por no haber sido elegidos o por su incredulidad? No puede haber castigo sin culpa, ni culpa sin pecado, y Pablo deja muy claro que el rechazo de Israel a Jesús los convierte en “un pueblo desobediente y contradictor” (Ro 10:21). Hubo pecado en el campamento, y el pecado fue que “procuraron establecer su propia justicia” (Ro 10:3). Lo cual no quiere decir que todos los judíos trataran con todas sus fuerzas de lograr dicha justicia por medio de su religión, pero cuando se consideran las razones del rechazo de Jesús, algunas de ellas resaltan como fundamentales, como la declaración de Jesús haciéndose igual a Dios, y la de Pablo, acerca de establecer su propia justicia. Hoy, se trate de un judío que practique el judaísmo o no, la influencia de la afirmación del judaísmo de que es posible cumplir con la justicia forma parte de la mentalidad de todos los judíos. No recuerdo haber conocido a ningún judío que no se considere aceptable ante Dios por ser buena persona. Esto no significa que ignoren el pecado, sino que sobrevaloran sus buenas obras, especialmente el arrepentimiento. Hay una historia que cuenta la tradición rabínica sobre cómo un conocido judío muy pecador se convirtió durante un período de profundo arrepentimiento, haciéndose patente que “su arrepentimiento fue tan profundo que en pocas horas los pecados de toda una vida fueron limpiados”. Una idea así no es la forma en que Dios nos limpia del pecado. Jesús el Mesías vino a hacer todo lo necesario para que el pecado sea perdonado y para proporcionar a los pecadores la justicia de Dios. Tal era el objetivo global de la ley revelada a Israel, pero se entendió mal. Cometieron el error de creer que la obediencia legalista a la ley, lo que Pablo llama las obras de la ley, era el camino que lleva a la justicia delante de Dios, siendo esta un regalo a recibir por fe. Así era incluso en el tiempo cuando se vivía bajo la ley, como explica Pablo en Romanos 9:31 a 32: “Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley”. La justicia siempre fue un regalo que se recibía por fe.
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