Se podría decir que cada elemento receptivo dentro de una capacidad sensorial está «naturalmente equipado» para actuar sobre una propiedad sensible específica, o sobre un estímulo sensorial específico (Aquino, 1268/1994a, §387). Tales propiedades sensibles producen sensaciones cuando las condiciones son apropiadas (Aquino, 1273/1981, I, 78.3 ad 2). La capacidad sensorial es en sí misma pasiva, frente a estas propiedades sensibles: «el objeto sensible imprime su semejanza al sentido» (Aquino, 1269/2005a, p. 198). La semejanza que se recibe mediante la sensación puede denominarse «impresión» (Aquino, 1269/2005a, p. 185). A veces, esto también se denomina intención sensorial (Aquino, 1273/1981, I, 78.3; Macdonald, 2007, pp. 347 y 348). Para subrayar el carácter dinámico de la capacidad sensorial, se podría hablar de su orientación intencional (Kenny, 1994, p. 34) o de su «direccionalidad», que se refiere a la forma en que la capacidad sensorial apunta hacia el estímulo que la activa (Tellkamp, 2007, p. 276).
Todo sentido primario sano dispone de una especie de certeza cognitiva con respecto a la propiedad sensible específica a la que está orientado. El conocimiento de un sentido primario saludable no puede ser «falso» cuando se considera en relación con la propiedad sensible que percibe (Aquino, 1268/1994a, §384, §630; Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 427b13). Asimismo, el sistema de órganos fisiológicos que permite a una persona tener sensaciones puede sufrir en sí mismo una patología (por ejemplo, alucinaciones asociadas a la psicosis o al uso de drogas). Por consiguiente, las sensaciones de una persona pueden considerarse anormales en comparación con las sensaciones de otras personas cuyos sistemas orgánicos están bajo una norma aceptada de funcionalidad saludable. Asimismo, cualquier sentido primario puede resultar falible en la exactitud de su sensación cuando esa capacidad sensorial se utiliza de manera aislada en un intento de discernir una propiedad sensata común (como el intento de determinar la causa de un sonido utilizando solo el sentido del oído) (Aquino, 1268/1994a, §385).
Aunque podríamos decir que una impresión sensorial «representa» una propiedad objetiva de una realidad exterior (por ejemplo, la sensación del calor de un fuego), esto debe entenderse cuidadosamente para apreciar cómo las capacidades sensoriales de una persona le permiten experimentar la realidad del mundo que le rodea. Este es el punto de partida de la filosofía realista. Una impresión sensorial puede no concordar entre la capacidad sensorial y el objeto sentido, de forma que el último influya sobre el primero. Esta posición filosófica (llamada «realismo indirecto o representativo») es representada por el filósofo John Locke (2008) y contrasta con el realismo del Meta-Modelo Cristiano Católico de la persona. La posición de Locke queda abierta a la carga escéptica de que tal impresión de hecho oscurece o bloquea el acceso a la realidad, un defecto que eventualmente lleva al «fenomenalismo» y al antirrealismo, ejemplificado por el filósofo David Hume (BonJour, 2010, pp. 124-125; Sokolowski, 2008, pp. 157-161). Para el Meta-Modelo, la impresión sensorial individual forma la actividad misma de la sensación. En otras palabras, la impresión sensorial no es una entidad insertada entre el receptor sensorial y su objeto, sino que constituye la estructura de la sensación misma, una estructura que es realmente acorde con la propiedad sentida (Aquino, 1273/1981, I, 85.2; de Anna, 2000, pp. 48-49; Decaen, 2001, p. 186).
Es decir, existe un cierto tipo de unidad estructural entre la capacidad sensorial activada y la propiedad sensorial percibida (Aquino, 1273/1981, I, 87.1 ad 3). No obstante, la unidad o identidad que consideramos aquí es la identidad de la sensación, como identidad sentida o experimentada, estructural o codificada, no ontológica. En otras palabras, la capacidad de sentir no se vuelve ontológicamente idéntica a la propiedad real (no son un solo ser o una sola entidad), sino que solo se experimentan como idénticas (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 425b27-28; Aquino, 1268/1994a, §590; Esfeld, 2000, p. 327). La semejanza que se imprime en el sentido, aunque permite que la capacidad sensorial se unifique con la propiedad sentida, tiene su propio estatus ontológico, como estructura o código interno, distinto de esa propiedad real: la propiedad sensible existe realmente en la naturaleza, mientras que su semejanza, impresa en la capacidad sensorial, depende de la ocurrencia del estímulo real para su existencia (Aquino, 1268/1994a, §553; Aquino, 1269/2005b, p. 156; Haldane, 1983, p. 235, Tellkamp, 2007, p. 276). Cuando los elementos exteriores de una propiedad sensible se replican en un sentido primario como un código interno, el modo de ser que tienen esos elementos como replicados difiere de su existencia en la realidad objetiva (Aquino, 1268/1994a, §418; Burnyeat, 2001, pp. 132-133). De esta manera, es útil tener en cuenta que «todo lo que se conoce se conoce bajo la forma del conocedor» (Aquino, 1273/1981, I, 14.1 ad 3). En términos realistas, el estímulo externo es la realidad misma. La sensación es un código interior de la realidad externa. En este contacto, la realidad del estímulo está presente en la sensación codificada.
Asimismo, sigue siendo cierto que existe una verdadera unidad, estructuralmente codificada, que se produce entre la capacidad de los sentidos y la propiedad real de los sentidos. En otras palabras, los sentidos del cuerpo permiten conocer e interactuar con el mundo circundante, en su realidad. En el mismo momento de la sensación, la persona conoce la realidad presente, y la siente de tal manera que la experiencia cualitativa de esa sensación contiene en sí misma el contacto con la realidad. Es en este sentido como el presente enfoque para comprender las capacidades sensoriales y perceptivas ejemplifica un realismo filosófico. Si apelamos a los sucesos de ilusión o de identidad equivocada como motivos para dudar de la fiabilidad de los sentidos (véase Descartes, 1641/2000, p. 105), se podría reconsiderar que esos sucesos son más bien indicativos de un fracaso en el procesamiento humano de la sensación, a un nivel cognitivo superior, y no de un fracaso a nivel de la sensación. El hecho mismo de que una persona pueda llegar a reconocer que un juicio anterior es erróneo indica que tiene acceso a la realidad, lo que corrige su malentendido (para un análisis de esta observación como fundamento de un realismo científico, véase Popper, 1975, 1983; también Almeder, 1996). La realidad y la sensación de realidad son anteriores en el tiempo al pensamiento sobre la realidad.
Pasamos ahora a considerar brevemente cada uno de los sentidos primarios. El sentido de la visión o vista es principalmente un sistema exteroceptivo, orientado a propiedades sensibles, que se encuentran fuera del cuerpo de la persona (Kolb y Whishaw, 2009, p. 213). La visión es receptiva de propiedades sensibles singulares o discretas (como el brillo de un objeto), así como de propiedades sensibles comunes (como la forma y el tamaño). Los datos del sentido visual pueden ser a veces interoceptivos, como cuando la manipulación física del ojo produce sensaciones visuales interiores (por ejemplo, la experiencia con fosfenos) o cuando se sufren alucinaciones visuales. Las sensaciones de la vista se procesan en la región de la corteza visual del lóbulo occipital (Goldstein, 2010, pp. 26, 74).
El sentido del oído es también principalmente un sistema exteroceptivo, orientado a propiedades sensibles reales, que están fuera del cuerpo (Kolb y Whishaw, 2009, p. 213). El sentido del oído es receptivo a la propiedad discreta sensible del sonido, incluyendo cualidades auditivas como la estridencia o su contrario. Los sonidos pueden describirse en función de su tono, intensidad y timbre (Goldstein, 2010, pp. 264-268). El sentido del oído también puede ser a veces interoceptivo, como cuando se oye el desplazamiento del fluido interior (por ejemplo, en la trompa de Eustaquio), o como cuando se experimenta una transducción anómala (como en la patología del tinnitus —véase Bear, Connors y Paradiso, 2007, p. 376), o se experimentan alucinaciones auditivas, a veces precipitadas por las drogas, o por psicopatologías graves. Las sensaciones auditivas se procesan en la corteza auditiva, que se encuentra situada en el lóbulo temporal del cerebro (Goldstein, 2010, p. 26, pp. 280-281).
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