Quiero que sepas que te quiero mucho y que seguís siendo mi novia.
También quiero que sepas que a veces vengo cansado y lleno de problemas y preocupaciones; por eso –solo por eso– en ocasiones estoy de mal humor o poco comunicativo. Porque no quiero que mi “mala onda” les pase a ustedes (vos, mami, Claudia, Titi y Ale) que son mi vida y la razón por la que lucho todos los días.
No quiero que pienses que no estoy con vos; mucho menos que no te entiendo. Al contrario, estoy cerca tuyo y de tus hermanas. Ocurre que –en el rol de funciones dentro de la familia– o mami o yo tenemos que hacer el papel de “JUEZ” o de “ÁRBITRO”. Eso obliga (cuando seas más grande lo vas a entender mejor) a que uno de los dos tenga que estar “con la cabeza fresca” y ver el problema sin estar metido dentro de él.
Solo por eso a veces parezco algo más distante o distanciado de los problemas de ustedes. Pero cuando se van a dormir, cuando mami y yo nos quedamos solos, hablamos de los problemas, de las alegrías, las necesidades, y de las “notas bajas” que a veces “no me doy cuenta que están en la libreta”.
Tal vez ahora que sos una “señorita” (vos por ser mujer y yo hombre) el diálogo se vea más difícil por el pudor o la natural vergüenza de diferencia de sexo. Pero tené la plena seguridad que estoy y voy a estar SIEMPRE a tu lado. Me necesites o no. Esté cerca o no… me llames o no, mientras me quede un soplo o un instante de vida.
Te pido que me entiendas (y me perdones) por algún grito, o rezongo o reto que te haga… muchas veces el amor (y más el amor de padre a hija) por lo intenso es egoísta. Siempre uno quiere la perfección y lo mejor para quien ama y –por eso– sin darse cuenta cae en los excesos o la injusticia.
Pero te digo de corazón que te quiero con toda mi alma (a vos y a tus hermanas), pero intuyo que vas a saber valorar en su justa dimensión lo que ahora te escribo.
Nuevamente te pido perdón por no haberte dado mi carta ayer. Si hacés memoria te vas a dar cuenta que estaba con un mal ánimo.
Te quiero muchísimo,
Papi
1994. Segundo año de secundario, Instituto San Ramón Nonato.
El lunes que viene tenemos prueba de gimnasia.
Tengo un tocazo de chusmeríos para contarte.
Gracias por haber ido a la misa el domingo.
Que te mejores.
Chau. Te quiero mucho,
Cyn
PD: Estudiá mucho, espero verte mañana.
1995. Tercer año de secundario, Instituto San Ramón Nonato.
Habla Adolfo Scilingo con Horacio Verbitsky, pero yo ni me entero.
–Hay cuatro cosas que me tienen mal. Los dos vuelos que hice, la persona que vi torturar y el recuerdo del ruido de las cadenas y los grillos. Los vi apenas un par de veces, pero no puedo olvidar ese ruido. No quiero hablar de eso. Déjeme ir.
–Esto no es la ESMA. Usted está aquí por su voluntad y se puede ir cuando quiera.
–Sí, ya sé. No quise decir eso. Hay detalles que son importantes pero me cuesta contarlos. Lo pienso y me rayo. Se los desvestía desmayados y, cuando el comandante del avión daba la orden, en función de donde estaba el avión, se abría la portezuela y se los arrojaba desnudos uno por uno. Esa es la historia. Macabra historia, real, y que nadie puede desmentir. Se hacía desde aviones Skyvan de Prefectura y en aviones Electra de la Armada. En el Skyvan por la portezuela de atrás, que se abre de arriba hacia abajo. Es un gran portón pero sin posiciones intermedias. Está cerrada o está abierta, por lo cual se mantiene en posición de abierta. El suboficial pisaba la puerta, una especie de puerta basculante, para que quedaran 40 centímetros de hueco hacia el vacío. Después empezamos a bajar a los subversivos por ahí. Yo, que estaba bastante nervioso por la situación que se estaba viviendo casi me caigo y me voy por el vacío.
Horacio Verbitsky,
El vuelo, 1995
Buenos Aires, 14 de noviembre de 1995
Analía querida:
Me cuesta mucho en este momento escribirte unas líneas, tal vez sea porque no sé si hacerlo dirigido a una niña tirando a jovencita o a una joven tirando a mujer, así que decidí escribirle una carta a mi hija.
Yo sé que sos distinta (que tus hermanas) sos más callada, te cuesta contar “tus cosas”, sos más humilde, no te gusta mucho estudiar, no te importa la facha que tenés cuando salís (no te importa lo que te digamos los demás). No te gusta usar los anteojos (aunque no veas un pito). Pero sé también que tenés un corazón de oro, que sos muy sensible y que valorás infinitamente las pequeñas cosas. Y se nota que te estás esforzando por ser mejor cada día y eso te hace ser más querible, y que todos (Clau, Titi, Ale, papi y yo) estamos en cada momento tratando de ayudarte con consejos, ideas o simplemente acompañarte en lo que necesites.
Pero por favor no bajes la guardia, porque te vas a encontrar con personas que no son tan buenas o que no son como vos las idealizás. Y el golpe va a ser muy duro y te sentirás defraudada, y no quisiera verte sufrir.
Todavía te falta un trecho para terminar la secundaria, a vos te debe parecer un montón, pero cuando tengas treinta o cuarenta años te va a parecer que fue muy corto y seguramente recordarás estos años con mucho cariño. En la etapa que te queda por recorrer es donde los vínculos se van a afianzar, seguramente el de Cynthia (como mejor amiga) y el de Fede (como novio formal). Las demás relaciones quedarán o no, eso depende a veces de cómo encaminemos nuestro destino.
Por mi parte me queda decirte que siempre estoy donde me necesites, aunque a veces los apurones y las corridas de la vida diaria no dejen mucho tiempo. Sabés que mi corazón está dividido en cinco partes y que un lugar es exclusivamente de Analía, la segunda por orden de aparición de mis queridísimas hijas, la que yo bauticé “la del corazón de oro”.
Un besote,
Mami
1996. Cambio de Escuela. Comienzo cuarto año en el Instituto Sagrada Familia.
1997. Quinto año de secundario, Instituto Sagrada Familia.
Mar del Plata, jueves 6 de enero de 1997
Ana:
Cumpliendo con la promesa de ayer, me decidí a escribirte. Sabés que da mucha fiaca ponerse a escribir cartas, pero esta la escribo con muchas ganas porque es para vos.
Por acá hay muchas novedades de las cuales te “debés” enterar. Empiezo con algunos chismes de la Rambla: se fueron muchos chicos (Nico, Jimena, los de La Pampa, Berenice, Abigail, Fernando y algunos otros que no conocés), y vinieron otros: Mauro (Mora no vino porque está en Miami), Juan Pablo (que vino por el fin de semana pasado con trencitas en la cabeza y se volvió a ir para volver este fin de semana, probablemente con Lionel). Y otros que no te debés acordar.
Sobre Christian lo único que te puedo contar es que nos llamó el viernes pasado para vernos en la Rambla, llegó tarde y al otro día nos dejó plantadas porque llovió. Así que desde que te fuiste lo vimos nada más que media hora.
Te cuento otros chismes más jugosos: como ya sabés la enana empezó a salir con Pablito (aparte que todavía no lo puedo creer ese es el chisme más inesperado). ¿Te acordás de Emilio (el amigo de Carlos con los ojos bizcos que el año pasado te arrastraba el ala a vos y casi se pelea con Cristian)? Bueno… se transó a Berenice y no se sabe si la relación va a continuar porque él vive en La Plata, pero viaja todos los fines de semana a La Capital.
La última: adiviná a quién le anda llorando Eli… ¡a mí! Por supuesto que a mí mucho no me conmueve, pero mientras me lloraba me contó algunas cosas muy jugosas que nadie sabe (ni la enana) y que mejor te cuento personalmente.
Otra: mientras Eli me lloraba Maxi no perdió tiempo y se transó a una amiga de Jimena (la novia de Leonardo), esto fue la semana pasada antes de que se fueran. Este fin de semana Maxi vuelve a Buenos Aires.
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