lo cual inicio con mi rutina y pongo toda mi energía, de modo que sea mi escape y distracción.
Realmente necesito olvidar todo, aunque sea por esta hora, y no permitiré que nadie trate de corromperme.
*
Trono todos mis dedos y muerdo mi labio inferior con fuerza. Jackie ya me ha dicho que tengo que dejar de hacer eso, porque prácticamente le causo cierta impresión, sin embargo es involuntario y no puedo controlarlo.
Estoy frente a la oficina de la academia, mejor dicho en la dirección, y no estoy segura de cómo es que debo dirigirme hacia Ben. No es que piense que es un santo o un niño de esos ricos que solo se encargan de molestar, pero no termino de fiarme en él y me da cierta ansiedad el tener que volver a encontrarme con él a solas.
No sé manejarme sola cuando se trata de alguien nuevo, está claro.
Trago saliva y suspiro. Tengo que pagar la cuota del mes, no puedo negarme. Al final termino tocando a la puerta y su voz gruesa, la cual puede semejarse con la de un locutor de radio, me da el pase.
No tengo por qué negarlo, tiene una voz candente.
—Buenos días, vengo a pagar la… —digo rápidamente mientras ingreso al lugar sin levantar la mirada, pero cuando miro hacia el frente comprendo que debo dejar de hacer eso.
Tengo que dejar de lado el hecho de resguardarme mis miedos a través de hablar rápido y dedicarme a mirar el suelo, puesto que cuando planto mirada hacia lo que tengo frente me doy sorpresas como estas y quedo completamente descolocada. Una joven está sentada encima del escritorio mientras él lo hace en el sofá característico de su padre.
La joven me mira interesada. Puedo ver, en un escrutinio veloz, que tiene un cabello muy bonito de color castaño claro, tono
que combina a la perfección con sus ojos color miel. Es muy bonita.
Carraspeo tratando de reubicarme en el ambiente y, desde mi interior, me gritan que he llegado en un mal momento.
—Disculpe, no sabía que estaba ocupado. Yo… volveré más tarde —repongo de prisa y Ben me dedica una mirada confusa.
—No hay ningún problema, dime ¿Qué necesitas? —pregunta mientras se cruza de brazos desde su asiento.
La mirada de ambos fijadas en mí me hacen sentir un poco nerviosa.
—Eh… Vengo a pagar la cuota del mes de octubre.
Al instante lo veo asentir. Me propone acercarme y me ofrece tomar asiento en una de las sillas que se encuentran de este lado del escritorio, sin embargo prefiero quedarme de pie. Mientras tanto, trato de no hacer contacto visual con la chica, ya que me sentiría descolocada si hiciéramos contacto visual directo.
—Dime tu nombre completo, por favor —pide mientras revisa los talonarios.
—Aline Bayle —responde cortésmente.
Al encontrar el papel que buscaba, escribe lo que corresponde y pasa a ponerle el sello de la institución. Procedo a pasarle el dinero, lo cuenta y termina asintiendo al comprobar que está todo en orden.
—Muchas gracias —digo a la vez que me cede el papel y me dedica una sonrisa de lado.
—No, muchas gracias a ti por darme tu dinero —replica en tono burlón y la joven presente le otorga un leve empujón en su hombro izquierdo.
Bueno, esto es algo incómodo. Prácticamente no sé qué hacer ni cómo reaccionar, por lo que me quedo parada mirando el panorama.
—¡Ben! —aporta con una voz que se me hace muy suave y tierna.
—Es la verdad. Gracias al dinero de ustedes es que come mi familia —vuelve a decir el hijo de los dueños del lugar y mi fuero interno comienza a pedir a gritos el retorno de sus padres.
Por Dios, no pensé que sería así.
—Solo venía a pagar la cuota, nada más —digo con la boca pequeña. No quiero aportar mucho, porque básicamente él puede tomar cualquier cosa para volver a burlarse.
—Está bien, no te dejes guiar por este idiota —me responde la chica y, en este instante, me permito observarla. Me dedica una sonrisa amable, de esas que quieren hacer sentir bien a uno.
—Debo irme, con su permiso —anuncio y comienzo a caminar hacia la puerta, no sin antes ver cómo ambos asienten ante mis palabras.
Al estar detrás de la puerta, ruedo los ojos y resoplo. Solo pasan segundos hasta que se oyen un par de risas provenientes de ellos y un “Eres un imbécil” de parte de la chica.
Me encamino hacia los vestuarios con paso apresurado.
No es que me haya quedado encandilada con su educación de ayer, pero creo que ahora, que el poder ha quedado solo en él, parece revolucionarse. O no sé, quizás quiera aparentar ser alguien interesante o dejar en ridículo a la gente frente a esa chica, la cual supongo que es su novia. En fin, sea lo que sea espero que con el correr de los días se replantee su forma de tratar a los alumnos, de lo contrario habrá varias quejas.
Aunque no sé, porque la gran mayoría de alumnas quedaron encantadas con su presencia aquí y eso hace que todo sea más insoportable. O sea, están agrandando el ego de alguien que acaban de conocer.
Creo que está claro que las personas empiezan a despertar un poco mi ira cuando apenas cambian su actitud conmigo. Soy muy determinante e impulsiva. Otras cosas en la lista de lo que debo cambiar.
Trato de sacarme de la cabeza lo ocurrido y recojo mi bolso, el cual estaba dentro de uno de los lockers que hay allí. La clase de ballet terminó hace unos veinte minutos, he decidido esperar a verme un poco más decente luego de tanta actividad y luego me dirigí hacia la oficina. Sorpresivamente Lana no significó una molestia para mí, estaba centrada en ella y en su trabajo, por lo cual pude hacer lo mismo sin sentirme entorpecida.
Me acerco a los lavados, me lavo las manos y, de paso, refresco un poco mi nuca. Los rastros de sudoración empiezan a molestarme, es mejor que vaya lo antes posible a la parada de buses para ir a casa y darme un buen baño.
Al tomar mis cosas para salir del cuarto de baño, escucho cómo mi celular suena y lo atiendo rápidamente.
—Diga.
—¿Cómo está mi acompañante para saltarnos de las reglas de danza?
—¿Clément?
—Ese mismo ¿Cómo estás, bella?
Es el momento en el que recuerdo que le he dado mi número anoche, lo había olvidado por completo. Siempre es bueno tener contactos dentro de la academia, quién sabe cuándo se necesitará de algún dato relevante o algo por el estilo.
—Bien, pero me parece que tú no. Has faltado —oigo cómo se ríe tras la línea mientras yo inicio mi camino hacia la salida.
—¿Te digo la verdad? —emito un sonido de afirmación—. Al parecer me ha caído mal la cena y no me encuentro tan bien.
En el pasillo me encuentro a algunas compañeras, a las cuales les alzo la mano para despedirme y responden igual.
—Qué extraño, a mí no me ha hecho nada —respondo al momento que piso la acera.
—Quizá sea por tu metabolismo rápido —rio sutilmente al rememorar el hecho de que le mencioné que tengo un buen metabolismo—. Pero, bueno, mañana llevaré mi parte médico. Supongo que el señorito Dómine estaba rabioso por ver que no me presenté.
Veo cómo el autobús se aproxima y acelero mi paso hasta llegar a la parada. Saco mi billete rápidamente y me posiciono en la fila para subirme.
—Mmh, si te digo te miento. Solo lo vi en la entrada y cuando tuve que pagar la mensualidad del mes, no he escuchado nada ni tampoco me enteré.
Subo al autobús y muestro el billete, el chofer me da el pase y consigo uno de los primeros asientos.
—Bueno. Ya está, no quiero hablar sobre ese niño mimado.
El tono que utilizó para emitir aquella frase me sorprendió. Vuelvo a repetir, no estoy de ninguna de las dos partes –por más que Ben se haya comportado raro conmigo-, pero pareciera que existe algún tipo de roce entre ambos.
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