1 ...7 8 9 11 12 13 ...29 Nos dirigimos al bar donde pasaremos la noche para festejar el cumpleaños número veintiuno de Aitor. Todo el día decidió pasarlo junto a su familia, para que a la noche podamos disfrutarlo nosotros.
—¡Súbele más! —exclama Gaia desde los asientos traseros y río.
—¡Está lo más alto posible! —respondo mientras Aitor desvía su mirada de la carretera hacia nosotros.
—Se subió el volumen y a ti se te subió la bebida a la cabeza, Ga —aporta nuestro cumpleañero amigo—. Ya te hemos dicho que llegó al tope tres veces.
Quizás Aitor tenga razón. Gaia pasó a comprar un par de bebidas antes de reunirse con nosotros en el departamento de nuestro amigo y, por lo que nos dijo, ha tomado tres cervezas antes. Aún desconocemos la razón y seguiremos desconociéndola, porque está claro que ella lo negará todo mañana.
Continuamos el camino y llegamos a nuestro destino. Nuestro amigo le tendió las llaves del carro al joven que se encarga de estacionarlo y nosotros nos dirigimos hacia el interior del esta
blecimiento, el cual es más que conocido para nosotros, puesto que hemos festejado diversas cosas allí.
Tomamos lugar en la barra y pedimos un champagne para brindar. Eso va a ser lo primero que consumamos porque ni siquiera sabemos en qué estado estaremos en un par de horas, así que preferimos brindar antes.
—Quiero decirles que ésta noche pienso ponerme lo más borracha posible —anuncia Gaia al momento que apoya su espalda en la barra.
Su vestido negro de lentejuelas la hace ver radiante. Está iluminada, como si quisiera captar la atención de alguien en especial.
—¿A qué se debe eso? —cuestiona Aitor con un semblante algo serio.
—Tengo que festejar que uno de mis mejores amigos cumple años ¿No? —contesta mientras arquea una de sus refinadas cejas—. Además, me he estado portando muy bien últimamente, necesito algo de alcohol en sangre.
—Ojalá que no sea el suficiente para que terminemos en urgencias por un coma alcohólico —aporto, ganándome así una mirada regañona de su parte.
Aprieto sus cachetes de manera tierna y pronto me dedica una sonrisa. Ella no puede enojarse con nadie, menos con nosotros.
Gaia, Aitor y yo somos mejores amigos desde nuestra infancia. Siempre hemos socializado con muchas personas, pero nuestro círculo siempre se resume a nosotros tres. A ella la conocí cuando tenía cinco años, íbamos al mismo jardín de infantes y, desde ese entonces, compartimos muchas cosas. En cambio, a Aitor lo conocimos un año más tarde, precisamente cuando ingresamos a la escuela primaria. Desde allí jamás nos hemos separado.
El champagne llega y nos lo sirven en tres copas. Cada uno toma la suya y las alzamos levemente.
—¡Por los malditos veintiún años de Aitor! —exclamo mientras alzo el vaso y ellos me imitan.
Los cristales de las copas chocan entre sí y procedemos a tomar su contenido. No sé qué marca es, pero sabe buenísimo.
Aitor comienza a contar cómo ha sido su día junto a su familia, la cual está dividida en dos. Sus padres están separados, por lo que tuvo que elegir qué momento de su cumpleaños pasaría con cada uno, por lo que almorzó con su familia materna y cenó con su familia paterna. Nunca fue un problema para él la separación de sus padres, siempre lo tomó como algo normal, sin embargo ahora empieza a pesarle un poco el hecho de tener que hacer dos cosas completamente diferentes para que sus familiares no vuelvan a encontrarse.
La botella de champagne termina y Gaia, sin consultar, pide una ronda de tequila.
—Estás loca —digo sorprendido, a lo que responde encogiéndose de hombros.
Los tres shots de tequila llegan junto a una rodaja de limón encima de cada uno. Sopeso en tomarlo con rapidez, puesto que la última vez que consumimos esto todo se fue de las manos. Con decir que Aitor estuvo bailando sin camisa en la acera y Gaia volvió sin un zapato a la casa creo que basta.
Mi amiga toma un sorbo y luego sonríe con cierta picardía mientras me observa.
—Ben, ahora podrías hablarnos de tu día ¿No? —dice mientras alza las cejas en reiteradas ocasiones.
—Estuviste conmigo casi toda la mañana, creo que no hay nada para aportar.
—Claro que tienes para aportar —me guiña un ojo.
—¡Hey! ¿Qué pasó? Yo también quiero saber —pide Aitor tratando de parecer ofuscado ante la idea de que le estamos ocultando algo.
—Verdaderamente no sé de qué habla Gaia.
—Hablo de la chica a la que le agradeciste por haberte dado su dinero.
En este instante comprendo a qué se refiere mi amiga. Sonrío ampliamente.
—Aline —digo, provocando que mi amigo levante las cejas en
modo de asombro—. La chica que vimos en la clase de Stefano, el profesor que te presenté.
—¿La que parecía que se iba a romper algo y amenazó con romperte la cara?
—¿Ella amenazó con romperte la cara? —reímos ante la pregunta desconcertada de Gaia.
—Sí, fue una situación confusa —contesto antes de darle un trago a la bebida—- Hoy ha ido a pagar la mensualidad y le dije que gracias a su dinero mi familia come. En síntesis, le agradecí que me dé su dinero y a Gaia le pareció descortés.
—Claro que me pareció descortés ¿Cómo vas a decirle eso a una alumna de la academia de tus padres? Apenas llevas un día en tu gestión y siento que te sacarán de una patada en cualquier momento.
—A mí no me parece descortés, es más, siento que estuvo bien con lo que dijo porque fue sincero — no es anormal que Aitor me apoye solo para molestar a nuestra amiga.
—¿Ves que tengo razón?
—A los locos hay que darle la razón y, si eso quieres, te la daré —replica luego de rodar los ojos —. Aun así, por lo que pude verla es muy linda.
—¿Muy linda? Es preciosa, pero siento que tiene un carácter fuertísimo.
—Y bueno, amigo. Las más bonitas son las que tienen el peor humor.
—Yo no tengo malhumor y soy divina —claro que al decir eso Gaia echa su cabello hacia atrás como si estuviese en un comercial de shampoo.
—No desvíes del tema, inoportuna —Aitor bromea con ella picándole la cintura, cosa que a Gaia le da cosquilla—. Volvamos a lo de la tal Aline ¿Cuál es el problema?
—A simple vista, y por lo que pude conversar con ella cuando la llevé a su casa, se ha dado a conocer como alguien impulsiva y sarcástica. No quiero sacar deducciones, porque prácticamente no la conozco, pero con lo sucedido ayer y con cómo se tomó lo de hoy, se puede pensar que es muy malhumorada.
Sin embargo, y por más que me retenga a mencionarlo frente a mis amigos, es hermosa. Aline tiene un rostro de princesa, no hay por qué mentir, y su figura curvilínea deja impresionado a cualquiera. Tenerla frente a uno es como estar viendo a una modelo de las pasarelas más costosas del mundo.
Mis amigos me analizan y ríen ante el silencio que se produce luego de mis palabras.
—Te molesta todo eso, pero te tiene encantado. No mientas —aporta mi amigo.
Voy a responder, no obstante una nueva voz aparece en escena, la cual pronuncia mi nombre, y guiamos nuestras miradas hacia el lugar donde proviene el sonido.
A nuestra derecha se encuentra Lana con un vestido encuerado de color rojo. Posa sus manos en la cintura y me sonríe de una manera bastante afectuosa antes de volver a hablar.
—Hola, que coincidencia encontrarnos aquí ¿No? —dice al mismo tiempo que comienza a aproximarse.
—Sí, vaya coincidencia —respondo mientras examino a mis acompañantes, quienes deciden tomar sus tragos—. ¿Has venido a festejar que comenzaste tus clases de ballet?
—He venido con unas amigas para festejar que una se graduó —mira a mis amigos—. ¿Me presentas?
Quedo estático. Vaya, eso prácticamente es algo que no tendría la suficiente confianza para pedirle a alguien, pero no estoy para negarle tal derecho. Somos seres humanos y nos regimos a base de la socialización.
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