No sé en qué momento comencé a retener la respiración, pero cuando completó la pregunta largué todo el aire que contenían mis pulmones. Sí, tuve miedo de que haya captado que fiché el buen trabajo que hace la danza en el cuerpo.
—Sí, soy Ben Dómine. Perdón por no haberme presentado antes —contesto cortésmente y sus ojos parpadean, como unas tres veces, de manera fugaz.
—Yo pensé que eso era una especie de mito para que las alumnas nos sintiéramos intimidadas. Y vaya que a mí sí me intimidas con esos ojos tan enigmáticos.
Bueno, supongamos que todo está bajo control y que no siento una especie de golpe en mi pecho.
Traga saliva, Ben. Son solo palabras, nada más.
—Muchas gracias, pero tus ojos son aún más enigmáticos. No creí que pudieran existir unos tan claros —inesperadamente, Lana sonríe de lado y lame sus labios.
Carraspeo.
—La verdad es que ambos pueden llamar la atención… ¿Estarás mucho tiempo aquí?
—Un mes, eso durarán las vacaciones de mis padres.
—Vaya, entonces podremos vernos por un prolongado tiempo —junta sus manos frente a sus piernas y, por la presión que ejercen estos, sus pechos logran sobresalir un poco por encima de su camiseta lila pegada a su cuerpo.
¿En serio está coqueteando conmigo y soy bastante imbécil como para no darme cuenta? ¿O soy lo suficientemente imbécil para creer que me está coqueteando y quizá solo sea su forma de ser?
Definitivamente debo aprender a controlarme a mí y a mis pensamientos atarantados. Debo conservar la profesionalidad ante todo.
—Sí, si todo sigue bien. No quisiera hipotecar la academia en una situación extraña —bromeo y suelta una risita timida.
—Me gustaría quedarme a hablar, pero ya va a comenzar mi clase de ballet.
—Claro, no hay problema.
Se despide de mí alzando levemente una mano, como si se tratase de alguien sumamente tierno. Trato de responder igual para parecer simpático y me dedica un pequeño guiño antes de encaminarse, con rapidez, hacia la puerta para luego salirse por completo del despacho.
Ella ha sido bastante cortés, demasiado ¿Pero quién soy yo para juzgar las formas? Si quiso recibirme de esa manera, pues está bien. Mientras no traten de divulgar que soy un inepto, creo que todo estará en orden. Apenas empiezo a sumergirme en esta travesía y hay diversos indicios que me dan a entender que me divertiré un montón con las situaciones que se presentarán.
Voy a centrarme en algunas cosas que mi madre me advirtió que debía poner atención, sin embargo recuerdo el pedido que le hice a Beátrice y me desconcierto al ver que no ha sido cumplido.
Lo único que falta es que pasen por encima de mi palabra por creer que no soy capaz de dirigir esto. Esa idea era la que me aterraba desde antes de que mis padres se vayan.
Me encamino hacia la recepción y veo que algunas alumnas hablan con Beátrice. Las saludo formalmente, recibo una cálida
respuesta, y luego paso a preguntar lo que me interesa.
—¿Aún no ha llegado el profesor de urbana?
Beátrice se encoge de hombros y frunce los labios.
—Aún no ¿Quiere que lo llame?
—Por favor —pido colocando mis manos en la cadera mientras suspiro.
Las alumnas que estaban manteniendo una charla con la recepcionista se dicen algo entre ellas, parecen acordar que volverán luego. Nos miran a ambos y nos anuncian lo que harán, por lo que solo me limito a asentir de manera comprensiva, ya que se lo comunicaron a Beátrice y si yo intervengo seré un completo metido.
Al quedarme solo con Beátrice, ésta hace muecas mientras espera que el tono del teléfono deje de sonar para que la persona con la que intenta contactarse atienda. No obstante, eso no ocurre. Vuelve a llamar otra vez, espera de nuevo y esta vez me mira confusa antes de cortar.
—Parece que ha apagado el teléfono, me da el contestador —dice antes de dejar los ojos en blanco.
Paso ambas manos por mi rostro y suspiro hondo. No pensé que los inconvenientes llegarían tan rápido, hasta hace minutos me encontraba a gusto con el trato de los alumnos y profesores, en cambio ahora solo quiero saber por qué maldita razón ese hombre no se presenta ni atiende las llamadas.
Evalúo la situación y veo qué tengo entre mis posibilidades. No quiero llamar a mis padres para contarles algo así o consultarles, aunque sea, si tenían algún problema con él antes de irse. No puedo arruinarles el viaje al inicio de todo.
Le agradezco a Beátrice el hecho de que me haya ayudado y vuelvo a dirigirme hacia el despacho. En ese camino tomo una gran bocanada de aire y me hago a la idea de que debo conservar la calma si es que quiero manejar toda la situación de manera adecuada.
Esto recién comienza.
Capítulo 5
Un mimado o un profesor
Aline
Estoy llegando tarde a mi clase de ballet y sigo sin poder creerlo. Me he quedado dormida y nadie se interesó en ello, tuve que cepillarme con una rapidez que nunca mantuve y cambiarme de ropa de la misma manera.
La señorita Le Brun me matará.
Al ingresar a academia me encuentro con Beátrice junto a Ben, quien luce exasperado. Teniendo en cuenta ello, y mi apuro, saludo de una manera rápida y continúo mi camino hasta el final del pasillo, donde se encuentra el salón 8.
Al apenas poner un pie dentro, la profesora me analiza de una manera antipática.
—Tarde, señorita Bayle —dice mientras se cruza de brazos. Como si no lo supiera…
Me dirijo hacia una esquina del salón y dejo mi bolso. Paso seguido me doy la vuelta y la visualizo fijamente.
—Lo lamento mucho, señorita Le Brun. Tuve un inconveniente y no pude llegar antes —trato de poner el semblante más lastimero posible y, por lo visto, me cree.
—Está bien, hoy pasaré por alto ese hecho. Pero que no vuelva a repetirse.
—Tenga por seguro que no lo hará, sabe que soy muy responsable.
Sin responderme, se da la vuelta para mirar hacia las chicas que ya están sentadas a la espera de sus indicaciones.
Me aproximo a la joven que tengo más cercana. Es Camille, una chica de diecisiete años que practica danza desde pequeña al igual que yo. Ella no saluda, simplemente me dedica una mueca amigable.
La profesora comienza a hablar, dice algo referido a la clase anterior y una alumna plantea una inquietud, ya que ella no estuvo presente. Me permito dejar de prestar atención, porque básicamente sí estuve y sé a lo que se refiere, de manera que comienzo a mirar para todos lados en busca de algo interesante en lo que fijar mi vista.
Y lo encuentro rápidamente. Específicamente ese algo “interesante” es alguien, es Lana.
Muerdo mis labios de forma frustrada. No puede ser que, en una cosa más que yo haga, Lana esté metida.
Se podría decir que ambas nacimos para odiarnos, bueno, para que ella me odie a mí ¿El motivo? Su madre era pareja de mi padre cuando éste nos abandonó. Es una razón ilógica por la cual hacerle la vida imposible a la hija de la persona que peor se ha portado, sin embargo a Lana parece no importarle nada más que no sea fastidiarme, recordándome como si fuese un logro que su madre haya provocado que mi familia se separe. Hoy en día le agradezco que nos haya quitado de encima a mi supuesta figura paterna.
En sí, Lana tiene el propósito de su vida centrado en fastidiar a cualquier persona que no conforme su círculo de amigos.
Cerrando la historia dramática que nos envuelve. A pesar de todos los dichos que trata de utilizar en mi contra, mi padre ha dejado a su madre luego de un año y viajó hacia Australia. Eso fue lo último que supimos de él. En cuanto a la madre de Lana, bueno, es una caza fortunas, por lo que no hay mucho que decir.
Inhalo y exhalo de manera profunda por unas cuatro o cinco veces, con el fin de centrarme en mí misma y restarle atención a su presencia. Agradezco que justo en este momento Le Brun alza la voz y dice que ya tenemos permitido comenzar a elongar, por
Читать дальше