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No entiendo por qué la paz no puede durar tanto en esta casa. Todo parece desvanecerse cuando mamá llega de mal humor, lo cual se repite continuamente desde hace un mes. Tiempo que calculamos, con mi hermana, que lleva en pareja con Charlie.
—Les dije perfectamente que quería encontrar todo en orden, pero no, llego de trabajar y me encuentro que una estaba “es
tudiando”, mientras que la otra disfrutaba de una siesta —me aniquila con sus ojos al finalizar sus palabras.
Comparto miradas con Jackie y niega con su cabeza mientras mantiene un semblante de cansancio.
Estaba durmiendo, sí, pero se debía a que lo único que quería era descansar y que nadie me moleste. Mi hermana me contó ciertas situaciones de la pareja de mamá, una de las más destacadas fue el hecho de que él tiene un hijo de nuestra edad ¡Maravilloso!
Nótese el sarcasmo de mis palabras.
—Creo que debes darte cuenta, con lo excelente madre que has sido hasta ahora, que tengo un parcial más que importante en dos días y si no estudio lo más probable es que deba suspenderla... ¿Acaso quieres eso? —Jackie se cruza de brazos mientras arquea la ceja de manera desafiante.
Vuelvo a acomodarme en el sofá. Me hicieron bajar apenas nuestra progenitora llegó, al parecer quería presentes a ambas.
—Ajá, está bien pero ¿Un segundo no puedes tomarte para limpiar? ¡Solo era la cocina! —ruedo los ojos —. No vas a suspender la materia solo porque hayas barrido el piso o limpiado la mesada.
—¿En serio crees que eso es más importante que los estudios de tu hija? — pregunto de mala manera.
—¿Y qué vas a decir? Estabas durmiendo, Aline. Ni siquiera sirves para eso —espeta y siento cómo un gran vacío se arma en mi pecho.
Rápidamente me pongo de pie y visualizo a ambas para después clavar la vista en mi mamá.
—Perdóname por no servir para nada. Creí que, en estos diecinueve años, fui parte de una familia que se ayudaba entre sí, en donde cada una comprendía si la otra no podía —acomodo mi cabello con brusquedad—. En serio, mamá, perdóname por esto pero, tu nueva personalidad apesta.
Sin más que decir me acerco a la escalera, pero antes de subir el tercer escalón me doy la vuelta para volver a ver su rostro atónito ante mi anterior comportamiento.
—Y si estaba durmiendo fue porque estaba cansada, no de hacer algo ni de bailar, sino de la vida que nos estás haciendo llevar hace un par de semanas. Me siento fatal, mamá, siento que me estoy muriendo de los dolores y tú ni siquiera te inmutas. Estoy cansada de todo y de la nueva tú.
Dejo de compartir el mismo espacio y corro hacia mi habitación, me encierro y me tiro sobre la puerta mientras tomo mi cabeza entre las manos.
Quiero mi vida de antes, maldita sea.
Capítulo 3
Buena compañía
Aline
Necesito distraerme y lo peor de todo es que no tengo con quién.
Suspiro y miro al espejo mientras me seco el cabello. Ya han pasado tres, o quizás cuatro horas, del fallido intento de comunicación que hubo en la sala. Decidí salir de casa, tengo que escapar aunque sea un par de horas, y para eso tomé un baño, del cual me estaba secando en esos momentos.
No cené, pero oí cómo Jackie arregló algunas asperezas con nuestra madre. Ella es más pacífica que yo y se puede notar, por eso trató de arreglar todo y hasta creo que comieron juntas. Mientras tanto yo, bueno, saldré a caminar por ahí y me detendré en algún local de pizzas.
Me coloco un poco de labial rosa, para no parecer tan arruinada, e inicio mi camino hacia el pasillo.
Todo está silencioso, sé que mamá se acostó porque su cuarto está al lado del mío y el sonido de su puerta es el que reconocería a mil kilómetros. En tanto a Jackie, no sé ni si quiera dónde puede estar. Dejo mi postura y comienzo a caminar hacia la planta baja, no noto que alguien haya percibido mi presencia y salgo con rapidez. No sé con perfección hacia donde me dirigiré, no obstante comienzo a caminar hacia la dirección del parque que está a dos cuadras de casa. Meto mis manos en los bolsillos de la chaqueta y guardo bien el móvil para que no pueda darse ningún acto delictivo en mi contra.
Al llegar al parque veo un montón de parejas adolescentes, las cuales están más que entusiasmadas en lo suyo. No tendría sentido que me quede allí.
A mí parecer soy la joven más aburrida que podía existir, o sea ¡Hola! Diecinueve años y tengo un gran asqueo hacia las actitudes de emborracharse hasta quedar inconsciente y liarse con cualquiera en cualquier momento. Quizás no sea la única que repudie ello, pero los que piensen igual son nombrados como “anticuados”.
Sacudo la cabeza en forma de negación y miro hacia mi entorno para identificar qué locales de comida hay allí. A lo lejos vi un restaurant fino, luego hay otro de una marca conocida y, por último, se encuentra una dichosa pizzería a la cual me dirijo con rapidez. Una vez allí, me encuentro con un panorama aún peor: familias, parejas, amigos, todos reunidos (cada uno por su parte, claramente) para cenar. Y luego estoy yo: la solitaria engendra.
Me coloco en la fila para hacer el pedido y espero hasta que me toca el turno de pedir. Encargo una pizza pequeña con muzzarela. Una vez aceptado el pedido, me dirijo hacia la fila para retirar, pero desafortunadamente a mitad del camino mi pie se engancha con una de esas cintas que ponen para dividir las filas.
¿¡Para qué sirve eso!?
Cuando estoy a punto de caer, alguien me toma entre sus brazos y me cuesta volver a abrir los ojos, los cuales comencé a apretar fuertemente en el momento que pensé que me daría de culo contra el suelo.
—Te tengo —dice la persona que tiene una voz conocida.
Al mirarlo, él está con una sonrisa aliviada y los colores suben a mi mejilla.
—Clément —musito y me reincorporo rápidamente—. Qué vergüenza, por Dios. Gracias...
—No hay de qué —responde de buena manera —. Agradece que fui yo quien estaba aquí, sino te hubieses dado de narices en el suelo.
Miro a mi alrededor y las personas empiezan a ignorar lo sucedido, sin embargo algún que otro sujeto sigue mirándome
como si jamás se hayan caído.
—Eso está claro —contesto mientras suelto una leve risita.
Clément es uno de los profesores de la academia. Si no me equivoco, enseña danza urbana y otros ritmos contemporáneos. Por lo que dicen es un buen profesor a su corta edad, la cual estará entre los veintisiete o veintiocho años. Nuestra relación es buena, varias veces nos cruzamos por los pasillos o tomamos el transporte público juntos, parece ser un buen hombre.
—¿Así que saltando la dieta? —vuelve a hablar para cortar el silencio y ambos nos posicionamos, finalmente, en la fila.
—No tengo una dieta que cumplir —digo burlona—. Creo que nunca me cuidé porque mi metabolismo es rápido, en cambio tú... bueno, se supone que el profesor debe dar el ejemplo ¿No?
Sonríe ampliamente y niega con la cabeza. Sus rasgos varoniles están muy bien marcados, la manzana en la parte delantera de su cuello es prominente y la barba rubia dorada, al igual que su cabellera, lo hace lucir más serio. Sí, soy demasiado detallista.
—Para nada. Cada vez que salgo de la academia vengo para aquí, total solo son tres días y luego hago ejercicio, así que no me perjudica.
—Que suertudo.
La pantalla muestra un número y él se aproxima para retirar su pedido. Yo miro el papel donde está mi número, algún faltan dos pedidos más hasta que me entreguen.
—¿Viniste con alguien? —inquiere al mismo tiempo que se posiciona a mi lado, esta vez ya con su bandeja.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza antes de responder.
—Vine sola.
—Pues, te haré compañía —añade—. Retira tu comida y busquemos una mesa.
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