Me acerco a él y bufo.
—Hey, vamos. De seguro cuando salgan las verás — digo tratando de despegarlo de ahí.
Por más que tenga veinte años, sigue pareciendo un adolescente de catorce que no puede estar sin ver unas piernas esplendorosas o un torso de muerte por dos segundos.
Mi intento es inútil. No me da ni la más mínima importancia. No sé qué está visualizando, pero parece embobado, anonadado quizá. Me poso casi a su mismo ángulo para tratar de ver lo que él tiene frente a sus ojos y también quedo atónito.
Una chica está estirando su pierna, haciendo que la punta del pie toque su cabeza.
¡Se va a romper algo!
No sé cuánto tiempo nos detuvimos a mirarla, pero, de repente, la puerta se abre por completo y el profesor nos queda mirando en modo de regaño.
—¿Ben? —pregunta y al analizar bien su rostro lo recuerdo.
—¡Stefano! —respondo alegremente y abre sus brazos para que le tienda un gran abrazo.
Stefano es uno de los profesores más antiguos de la academia, no es viejo, quizá tenga unos cuarenta y tantos años, pero en lo que se destaca es que sabe moverse genial. Al parecer ahora le ha tocado enseñar el tango, supongo que tendrá talento para ello. Más aún con su masculinidad sobresaliente que posee ese tipo de bailes.
—Me alegra tanto verte ¿Cuánto ha pasado? ¿Cinco, seis años? —cuestiona después de separarse de mí.
—Supongo que unos seis, casi siete ya —contesto y su mirada se dirige hacia Aitor—. Perdón por no presentar. Él es mi amigo Aitor. Aitor, él es Stefano, uno de los emblemas de esta academia.
—Me halagas —añade antes de saludar a mi acompañante.
En ese momento, en el cual no intervengo, me doy cuenta que todas las jóvenes nos están mirando con intriga. Algunas con deseo, para qué voy a mentir, pero la que “casi se rompe algo”, sigue en eso y ni siquiera nos dirige la mirada.
Aprovecho la situación en la cual Stefano habla con Aitor, no sé de qué, y me acerco a ella. Las chicas a su alrededor abren el paso y no me quitan la mirada de encima.
¿Acaso la danza les da algún tipo de apetito sexual o extraño? Porque sus miradas parecen tan hambrientas.
Finalmente me pongo frente a ella y antes de que pueda decirme algo o mirarme, hablo.
—¿No te vas a romper nada haciendo eso? —pregunto con las manos en mi cadera.
Rápidamente dirige su mirada hacia mí y puedo ver sus rasgados ojos marrones visualizándome con cierto ¿Odio? No sé, pero, más allá de eso, me quedo impactado por la belleza que
posee. Es preciosa.
—Si me iría a romper algo lo más probable es que no sea haciendo esto —contesta con una voz que se me hace muy melodiosa —. Además, tengo mucho tiempo trabajando en esto. Así que ¿Voy a romperme algo? La verdad que no, pero si podría romperte la cara de niño codicioso que tienes.
¿Pero qué mierda?
—Tranquila, solo he preguntado si...
—¿Pasa algo? —inquiere Stefano posándose mi lado.
—Nada, solo que me distrae, Stef, y... hoy necesito concentrarme —responde con un tono más calmado.
El profesor me mira y apoya su mano en mi hombro. Frunce el ceño cuando yo arqueo una ceja.
—¿Qué has hecho? Acuérdate que te vi muy rebelde de pequeño —ríe al final y yo lo imito. La chica “te voy a romper la cara”, nos mira casi enfadada.
—Solo le he preguntado si no se rompería algo haciendo eso —encojo mis hombros—. Creo que no ha tenido una buena mañana la princesa.
—¡No soy ninguna princesa! —grita y doy un respingo. Ya se ha puesto de pie y puedo comprobar que es casi igual de alta que yo.
Lleva puesto una camiseta de tirantes azulada que se ajusta bien a su plano abdomen y unos leggins negros que remarcan las excelentes piernas que parecía tener. Creo que no fui cauto al realizar ese escrutinio puesto que...
—Deja de mirarme como si fuese un objeto en venta — alzo la mirada y me encuentro nuevamente con sus ojos cafés, los cuales ya se muestran más fríos.
—Anda, hermosa. Sé que estás nerviosa, pero no canalices tus nervios con nosotros —le pide Stefano y ella bufa.
No responde más y deja el espacio que ocupó cuando intercambiamos palabras. El profesor de la clase niega con la cabeza y pasa su brazo por mis hombros.
—Solo déjala. A veces suele ser muy impulsiva, pero es excelente en esto —musita en mi oído y asiento.
—Creo en tus palabras —respondo y me guiña un ojo.
—¿Qué te trajo por aquí? —pregunta un poco más fuerte de lo que desearía, puesto que todas están mirándonos a la expectativa.
—Bueno, yo... no sé si sabrás que mis padres se irán de vacaciones y me quedaré a cargo del estudio.
—¿En serio? ¡Por Dios, se van a morir todas las estudiantes al tener aquí todos los días al hijo de los dueños! —exclama felizmente y logramos oír cómo se cae algo plástico.
Aitor mira hacia nuestra izquierda, también miro hacia ese lugar y es la “no me importa nada, me enojo con todo el mundo”, quién deja caer su botella de agua.
—¿Eres... eres hijo de los dueños del instituto? —cuestiona casi en un suspiro.
Al parecer a cierta persona no le hace tanta gracia que sea yo quién quede a cargo del establecimiento. Sonrío divertido.
Se me hace que la estadía en el lugar será muy reconfortante. Más que nunca estoy convencido de que quiero manejar el negocio familiar.
Capítulo 2
Nada puede salir peor
Aline
—Relativamente sí, soy hijo de los dueños —responde como quién no quiere la cosa.
Si mi día ya ha sido lo más fatídico posible, esta es la gota que rebalsa el vaso. Me siento una completa estúpida de haber tratado mal a este... ser tan peculiar.
Le dije que podía romperle la cara ¡A él! ¡Al hijo de los dueños de la institución!
«No, no se lo dije»
«Sí, sí lo hiciste y sin reparo»
—Perdóname, en serio. No tenía la menor idea... yo… —bajo la mirada con cansancio.
Ya he pasado mucho a tan pocas horas de haber comenzado el día, no quiero saber nada más.
—No pasa nada. No te preocupes —contesta amigable.
Creo que eso me irrita un poco, solo un poco, o sea ¿Por qué no se enoja y ya? Sería lo normal.
—Ya, ya. Supongo que podrán arreglar esto después, tu presencia se hará constante aquí —le dice Stefano al joven. Bufo al oír sus palabras—. Y tú, corazón —se acerca a mí—. Deja de ser tan impulsiva. Sé que no es de tus mejores días pero... vamos.
Simplemente asiento y me pongo en cuclillas para tomar la botella de agua que dejé caer cuando oí de quién se trataba. Debí haber parecido una dramática de novela.
Pronto Stefano se vuelve hacia los dos jóvenes que entraron, los cuales no parecen hermanos, ni nada por el estilo.
Guardo el recipiente y me uno a mis compañeras, quienes no pueden despegar la mirada de ellos. Eso es lo malo de ir a clases de danza con adolescentes, tienen alrededor de quince y diecisiete años, no les importa nada más que chicos y yo ya no soy así, o eso creo. Debo convivir unos meses más con esto, a los veinte ya podré ingresar a la clase de mayores y todo el revoloteo de hormonas terminará.
—Es tan lindo... —murmura una y ruedo los ojos.
A veces llego a pensar que no toleraría a ninguna persona de la raza masculina, más allá de las personas de mi familia y, por supuesto, el amor de mi vida que en algún momento debe llegar. Quién sabe cuándo.
Me pego a Pilar, una de las jóvenes que parece más calmada, y ambas nos cruzamos de brazos a la espera de que se vayan y quedemos en paz. No tenemos que esperar mucho más, el hijo de los dueños se excusa con nuestro profesor y le dice que debe ir en busca de unos papeles, éste comprende y deja que se vaya, pero antes le dedica un “Va a ser un gusto tenerte aquí todos los días”
Читать дальше