1 ...8 9 10 12 13 14 ...29 —Oh, claro —reacciono—. Él es Aitor y ella es Gaia. Chicos, ella es Lana, una estudiante de la academia.
Veo cómo es capaz de aceptar cordialmente la mano que le tiende mi amigo, no obstante, al momento que Gaia imita aquel movimiento, Lana lo recibe de una manera más reacia.
—Los dejamos solos —anuncia mi amiga al apenas terminar de saludar a la recién llegada.
Sin que me permita emitir palabra alguna, se acerca a Aitor y entrelaza sus brazos para encaminarse hacia otro sitio del bar. No me opongo al hecho de que se vayan, es más, permito que Lana
tome el lugar que ocupaba mi amigo.
—Parece que querían privacidad —murmura con un tono que, se me hace, pretende ser candente.
—Quizás. Han de tener cosas que hablar —dejo de observar cómo se instalan en una mesa alejada de nosotros y me fijo en mi nueva compañía—. ¿Cómo te ha ido hoy en tu nueva clase?
—Muy bien, tiene prácticas muy interesantes y me dan ganas de seguir aprendiendo.
—Eso es bueno —tomo todo lo que resta en mi shot, como si fuera mucho, y la miro—. ¿Quieres tomar algo? Yo invito.
—Claro, lo que tú pidas.
Asiento y paso a pedir otra ronda de tequilas. Lana parece impresionarse, mas no deja de dedicarme su mejor semblante, por ende me veo en la libertad de analizarlo. Tiene unos ojos bastantes picaros, en los cuales parece guardar muchas cosas, mientras que su nariz respingada luce más estilizada con el pequeño piercing de piedrita que tiene y, centrándonos en lo más voluminoso, sus labios lucen de muerte con ese color rojo intenso.
Seamos sinceros, es una belleza.
Mientras esperamos que nos sirvan nuestro pedido, ella saca cualquier tema de conversación referido a lo que se puede observar a nuestro entorno. Hablamos del lugar, lo bien que luce y cuántas veces hemos concurrido.
—O sea que acostumbras a salir —dice mientras apoya los antebrazos sobre la barra.
—No soy un noctambulo, sin embargo a veces me gusta salir con mis amigos. Antes quizás era más seguido porque ellos no tenían tantas obligaciones ¿Tú?
—Yo sí, bueno, más o menos. Trato de controlarme para que no me distraiga tanto de la danza, mi madre está obsesionada con que tenga un buen pasar con esto y que, en un futuro, pueda tener una carrera a base del baile.
—¿Y se te da bien?
—Digámosle que sí.
La charla avanza y se hace más fluida. Los temas referidos a los intereses de cada uno salen a relucir y poco después ella comenta
qué es lo que le apasiona en la vida, lo cual se resume a la danza y la moda. Son cosas buenas, es decir, cada uno con sus gustos. Al momento que me lo pregunta a mí, bueno, básicamente no tengo mucho para decir porque estoy en plena organización de lo que quiero que sea mi vida.
De pronto volvemos a tomar unos nuevos shots, los que pertenecen al cuarto pedido que hacemos, y me siento un poco acalorado. Puedo sentir que está haciendo efecto en mi sangre porque estoy un poco mareado. Solo un poco. Supongo que a Lana estará ocurriéndole lo mismo.
—¿Tu novia qué dice sobre el hecho de que estés aquí? —cuestiona a la vez que chupa la rodaja de limón que traía el shot.
—No tengo novia, nunca he tenido. Siempre me centré en otras cosas y, siéndote sincero, como que me olvidé de eso —se desternilla y la acompaño por unos segundos—. ¿Y tú?
—¿Yo? No, los noviazgos y compromisos no son lo mío —esboza una sonrisa ladeada.
Oficialmente estamos en presencia de ese tipo de chicas completamente hermosas que lo único que hacen es mostrarse dulces, sonreír y enloquecer a los hombres para luego negarles una oportunidad. Se nota en ella aura rebelde y atrevida que tiene, me gusta.
—Eres muy joven y bonita para tomarte en serio una relación —es lo que digo y al segundo me replanteo si estuve bien.
Evidentemente no estoy conectando tanto mis neuronas.
De pronto su mano se posa sobre la mía por encima de la barra, me acaricia sin recato y suspira profundamente.
—Lo mismo digo por ti —replica y relame sus labios—. La sociedad actual está muy convulsionada para sumirnos en relaciones estables.
Creo que mi cuerpo empieza a tener una reacción a sus palabras junto a sus gestos. Esa reacción es muy indecente. Ella, claramente, está coqueteándome y no soy quién para negarme a los halagos de tal hermosura.
—¿Por qué crees que la sociedad está convulsionada? —pregunto, tratando de hacerme el desentendido. Aproxima su cuerpo
de manera que nuestros rostros están separados por pocos centímetros de distancia.
—Cada día la gente está más loca, más fuera de sí —responde a la vez que mira mis labios—. Solo unos pocos somos los que sabemos valorar los momentos y disfrutar de los instantes que no pueden desperdiciarse.
—Puedes que tengas razón —trago en seco al decir aquello, puesto que sus intenciones están siendo mucho más claras y no creo estar preparado para liarme de manera tan directa con una alumna en el primer día de mi gestión.
Estoy ebrio, pero no lo suficiente como para faltarle respeto a la confianza que me han dado mis padres.
De pronto escuchamos cómo una voz chillona emite su nombre por encima de la música. Al mirar hacia el sitio donde provino el grito, nos topamos con una chica de cabello castaño y un vestido verde que deja poco a la imaginación. Está llamando a Lana, que supongo es su amiga, con la mano para que se acerque.
—Creo que debo irme —dice con cierto desgano—. Me ha encantado compartir tragos contigo, ojalá vuelva a repetirse.
—Lo mismo digo —le guiño un ojo y obtengo la misma respuesta. Podría sobreentenderse esta situación.
Se aproxima a mí y pasa a depositar un beso en mi mejilla. No se separa, sino que se detiene antes de proseguir para decir algo.
—Que andes bien —dice pegada a mi oreja y siento cómo su aliento en mi piel me hace erguirme en mi postura.
Finalmente se aleja de mi cuerpo y se encamina hacia su amiga. No se da la vuelta para volver a mirarme, por lo que veo cómo su cuerpo va desapareciendo entre el tumulto de personas mientras puedo apreciar su cabellera rubia caer por su espalda hasta casi llegar a la cintura.
He pasado buenos minutos junto a Lana. Ha demostrado ser divertida, amable y, sobre todo, atrevida. Me gusta que las personas se presenten tal y como son, es mucho más confiable. A eso hay que sumarle que tiene una sonrisa encantadora, la cual hace un juego perfecto con sus ojos, ni hablar de sus candentes cur
vas. Sí, soy un descarado al estar fijándome tanto en los detalles, pero, vamos, soy hombre y lo único que podemos hacer nosotros es destacar cuánto nos gusta lo sencillo.
Fue tan directa que me dio indicios de que sus intenciones se trasladarán a un futuro, es decir, que los jugueteos podrían estar apenas comenzando y recién nos conocemos. Que interesante podría ser eso.
Me reincorporo en mi postura para ir en búsqueda de mis amigos, pero al verme incapaz de poder hacerlo –de otra forma podría terminar cayéndome redondo al suelo-, decido tomar mi teléfono y marcar el número de Gaia para que ellos sean los que vuelvan a acercarse a la barra.
Capítulo 7
Jovencito Dómine
Ben
7 de octubre de 2009
Palmeo la mesita de noche sin abrir los ojos y, en mi intento de encontrar el móvil, tiro varias cosas al suelo.
—Maldición —musito luego de sobresaltarme.
Abro los ojos y, al intentar sentarme en la cama, siento cómo mi cabeza se parte en mil pedazos. Reniego. No tendría que haber tomado de una manera tan bestial.
Logro despertarme del todo al cabo de algunos segundos. Noto que he tirado mi celular junto a la billetera y un cuadro pequeño que tiene inscrita la frase “Today is a good day” Vaya “good day” ha comenzado.
Читать дальше