—¿Y? —pregunta, haciendo sus manos hacia delante para demostrar de qué manera la intriga la carcome.
Por alguna razón, que es completamente involuntaria, no logro centrarme en la pregunta y paso a apreciar todo lo que es ella. Lleva unos leggins negros que se ajustan bien a sus largos
y esbeltas piernas, el abrigo que porta le hace ver un poco más corpulenta, sin embargo sé que debajo de ello hay una figura envidiable.
—No soy una obra en exposición para que me observes de esa manera. Te he preguntado algo —espeta, haciéndome salir de mi trance. La miro fijamente a los ojos y no puedo ocultar la diversión que me causa.
Me gusta que sea directa y malhumorada. Algo en eso me entretiene, creo que todo se resume a que si la ves al rostro, lo cual dices que es completamente enternecido, no puedes pensar que es capaz de enojarse con medio mundo, sin embargo si la sacas un poco de las casillas explota fácilmente. Lo he comprobado en estos escasos tres días.
—Es imposible apartar la mirada de alguien tan hermosa —digo, causando que, inesperadamente, se ruborice. Claramente no esperaba esa respuesta, pues pasa a mirarme con un dejo de antipatía—. Es una lástima que cuando pones esa cara de odio…
—¿Cara de odio? No, querido, yo no odio a nadie. El odio es un sentimiento muy feo que no me gustaría sentir nunca.
—¿Entonces por qué me miras así cada vez que nos cruzamos? Digo, no es que nos hayamos topado muchas veces, pero siempre luces enojada, molesta.
—No te miro con odio, solo que hay gente que me cae bien de entrada y otras que no tanto —se encoge de hombros.
—¿Y qué motivos te doy para que no te caiga tan bien? —parece sopesar. Abre la boca y vuelve a cerrarla, pareciendo así a un pequeño pes. He de admitir que sus labios se ven bastante apetecibles al momento que hace un gesto de duda.
—Son cosas que pasan. También estuve en mis días, nos conocimos de manera accidentada y convengamos que tu actitud no ayuda mucho. No es normal que me agradezcas que te dé dinero porque, si no fuese así, tu familia no comería.
No puedo aguantar y carcajeo. Disfruto esto, disfruto ver cómo su rostro luce fastidiado, porque básicamente no creí que eso podía enfadarla tanto, siendo a mí me parece sumamente estúpido porque no fue nada malo, es decir, fui sincero con ella.
—No te rías porque no me gusta que falten el respeto en este lugar que, para mí, es sumamente importante —es instantánea mi reacción, la cual se basa en detener la risa y observarla seriamente.
—Jamás te faltaría el respeto en este lugar ni en ningún otro —respondo con rapidez. Me cruzo de brazos mientras ella enarca una de sus cejas—. Fui criado bastante bien para saber cómo debo comportarme y, si en verdad te molestó aquello, te pido disculpas. Sinceramente eso salió como una broma, la cual pensé que la tomarías con humor.
Es cierto, yo no soy un maleducado ni un insolente. Mis padres han tratado de darme los mejores valores y soy incapaz de dejarlos mal parados, ya que mi comportamiento hablaría más de mi crianza que de mí, por lo que no puedo ser algo que no me nace. Una cosa es tratar de hacer bromas y otra muy distinta es ser un grosero.
Sus claros ojos marrones me recorren el rostro, como si estuviese tratando de buscar alguna pizca de mentira, pero claramente no lo halla. Claramente yo tampoco me quedo atrás en estos segundos en los que ella me analiza, por ende me tomo el atrevimiento de ver con claridad cada facción suya. Hoy por la mañana la he visto muy pálida, cosa que preocupaba porque era bastante evidente, pero ha recobrado un poco los colores. Su nariz es pequeña y, al ver el pequeño lunar que tiene en la punta, siento como me enternezco. Lo recalco, parece una princesita, muy tierna y todo, pero luego ya sabemos cómo reacciona.
Su rostro es una verdadera trampa en la que cualquiera podría caer, entre los cuales me incluyo. No es difícil perderse entre esos ojos que parecen tener detrás mucho más de lo que demuestran y esos labios que forman gran parte de todas las expresiones que realiza.
—Está bien —responde asintiendo—. Quizá sí tenga sus connotaciones en broma y yo lo he tomado muy a pecho. No estoy teniendo buenos días, pero eso no es lo que nos compete ahora —carraspea— ¿Qué dijo Beátrice?
—Dijo que ya salía para aquí.
La veo asentir antes de suspirar profundo. Luego de ello, se acerca a los asientos que tenemos en el vestíbulo y se sienta en uno de ellos mientras que en el de al lado deja su bolso.
Sigo observándola ¿Cómo es tan difícil tratar de conocer a una persona? No es que tenga como costumbre ir hablando libremente con alguien que recién conozco, pero siempre creí ser amigable, por lo que todos accedían a charlar conmigo. No obstante, Aline parece renegar cuando me acerco, es como que no quisiera relacionarse conmigo y no entiendo el por qué. Está bien, cada uno se vincula con quien quiere, pero mi interés en ella empieza a despertar unas ganas de saber qué es lo que oculta para ser así de temperamental y creo que hasta no saciar esa hambre, no me detendré.
—¿Problemas con la pareja? —tiro la bomba cuando la veo tomar el celular nuevamente. Me gano una mirada aturdida.
—¿Qué?
—Como dijiste que no estás teniendo buenos días pregunté si es que tienes problemas con tu pareja.
—No tengo pareja, no sé qué te hace deducir que la tengo, pero los problemas no vienen por ese lado.
Algo dentro de mí festeja. Claro que siempre es bueno saber que una chica linda está soltera. Me aproximo a su lugar y me apoyo en el escritorio perteneciente a Beátrice.
—Es que, bueno, eres muy bonita y a cualquier hombre dejarías anonadado —digo con total sinceridad. No hay una ninguna chispa de provocación o algo por estilo en mis palabras.
—No te quieras pasar de confianza conmigo porque, te juro, puedo concretar la amenaza que te hice cuando nos conocimos —vuelve a tomar la posición de la Aline que no tolera mis acercamientos.
Río. Me está empezando a gustar esta chica.
Levanto los brazos en modo de inocencia, lo cual hace que niegue con la cabeza antes de volver a mirar su celular. Yo, por mi lado, comienzo a revisar las cosas que Beátrice tiene aquí: revistas, tazas de café limpias, libros de firmas, nuevas inscripciones y
demás cosas correspondientes a la academia.
Debo admitir que me está agradando la seriedad que uno debe mantener dentro de esta institución. Desde que dejé la secundaria no sentía esa responsabilidad y me gusta hacerme cargo de algo, me gusta sentirme útil.
Por varios segundos el ambiente permanece en silencio, hasta que no puedo con la tentación y quise volver a molestar –de buena manera-, a Aline. Me voy acercando lentamente y aprecio cómo levanta la mirada de su móvil para visualizarme de manera desafiante. Parece leer mis intenciones. Finalmente termino de acortar nuestra distancia y me siento a su lado, una vez sentado miro a mi izquierda para observarla y mis ojos se clavan en su pecho. No, no por el lado perverso, sino que me llama la atención cómo éste se mueve, es decir, parece que su respiración está siendo entrecortada.
—¿No sabes recibir cumplidos? —pregunto cómo quien no quiere la cosa.
Suspira sin remedio y deja los ojos en blanco. Guarda su móvil en el bolso y clava su mirada en mí.
—Sí, sé, pero es difícil recibir cumplidos de alguien que está de novio —abro los ojos con asombro.
—¿Yo de novio?
—Sí, la chica que estaba encima del escritorio de la oficina de tu padre estaba muy cómoda allí. Supongo que es tu novia, es muy linda.
—¿Gaia? —inquiero—. Es mi amiga desde que tengo memoria, jamás me fijaría en ella porque es como mi hermana.
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