Helena Guardans Cambó - Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios

Здесь есть возможность читать онлайн «Helena Guardans Cambó - Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

He aquí un libro especial, revolucionario, que extrae lecciones de la vida familiar para aplicar en la vida profesional. Tiene una perspectiva femenina, la que siempre ha sospechado que la vida familiar estaba infravalorada. Va contra el prejuicio masculino de que lo único importante es el trabajo, el poder y el dinero y de que el ámbito de las emociones se regula por sí solo y además es intrascendente, una posición falsa y perjudicial para quien la sostiene.Una líder empresarial reconocida como Helena Guardans recoge aquí experiencias personales con sus hijos que le han inspirado el mejor modo de organizar equipos, de comunicar más convincentemente o de resolver conflictos en el trabajo. Historias deliciosas que atraparán desde la primera página tanto a la lectora como al lector, tal vez este más necesitado de equilibrar ambas facetas de la vida.

Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo que pretendo explicar es que casi todas las circunstancias son buenas para empezar, y que no es necesario que esperemos al momento perfecto o a que todos los astros estén alineados para tomar la decisión. ¿Sabes por qué? Porque los astros se desalinean cada día, o lo hacen mucho antes de lo que imaginamos, sin que podamos evitarlo. Y la verdad es que la mayor parte del tiempo casi nunca pasa nada. Una vez tomada la decisión, avanzamos paso a paso y de pronto estamos en ese futuro que habíamos visualizado con angustia. Y vemos que, después de todo, no había para tanto.

Recuerdo que a Óscar se le ocurrió preguntarme en una ocasión cómo vivía yo como madre eso de tener dos hijos en plena adolescencia. Él tenía entonces trece años y su hermana quince. Me divirtió la cuestión, y mi respuesta salió disparada sin pensar demasiado. “Óscar —le dije— si hubieras nacido tal como eres ahora, probablemente me hubiera llevado un susto de muerte. Pero llevamos trece años practicando juntos, y creo que entre los dos lo hacemos bastante bien. ¿No te parece?”.

Lo que sucede cuando imaginamos el futuro es que visualizamos lo peor que puede pasarnos, y esa visión negativa es la causa de que a menudo retardemos innecesariamente nuestras decisiones. Parece que nunca llega el momento apropiado de tener hijos; tampoco el de que estemos preparadas para avanzar en nuestra carrera profesional.

Además, en cuanto a los hijos, hay unas normas extrañas que definen lo que pueden hacer e incluso cuándo; normas que parecen hechas para dificultarnos la vida. En nuestra familia no las seguimos demasiado. Recuerdo una vez que, entrando en un museo de arte, llevaba a Óscar sentado en su cochecito y a Laura agarrada detrás. La persona uniformada que estaba en la entrada me miró con extrañeza y a continuación me espetó:

—Perdone señora, ¿no cree que sus hijos son demasiado pequeños para venir a un museo?

Me quedé muy sorprendida. Mientras paseábamos iba preguntándome cuál es la edad que se considera adecuada para que un niño visite un museo. Está claro que no lo harás del mismo modo si vas sola o con tus hijos, pero ¿por qué iba a dejar de hacerlo? Entramos, alegres y divertidos, y en cada sala ellos escogían, por turnos, el cuadro que más les gustaba; nos sentábamos los tres en un banco, si lo había, o en el suelo, y contábamos las historias que se nos ocurrían mirando esa pintura. Los recuerdo como unos ratos maravillosos. Me cuesta creer que un adulto que no haya visitado museos en su infancia, de pronto un día decida que es algo para hacer un sábado, por ejemplo. Probablemente sucede igual con las verduras. ¿Alguien se imagina a un niño que nunca las come en casa, pidiendo un día un plato de espinacas?

Insisto en esas absurdas barreras artificiales porque son muchas y están por todas partes. También sucede, por ejemplo, con ese tono de voz impostado con el que muchos adultos se dirigen a los niños.

Siempre me he preguntado por qué lo hacen, o cuándo suponen que ya no es necesario. En casa no lo hicimos. Siempre hablamos a Laura y Óscar con cariño y respeto, independientemente de su edad. Y si recibíamos a amigos, a menudo los niños estaban con nosotros un largo rato, escuchando nuestras conversaciones; y más tarde, durante las vacaciones, se unieron a nuestras cenas. He de aclarar que en esas noches de verano, Ildefonso siempre intentaba que hubiera una única conversación a la vez, donde participaran todos, lo que hacía que las veladas fueran a menudo mucho más interesantes, y todo el mundo las recordara de un año a otro. Ya adultos, Laura y Óscar coincidieron en que lo pasaron muy bien en esos momentos veraniegos, y agradecían a sus padres y a sus amigos haber sido tratados en esas ocasiones como personas mayores, tomando la palabra cuando les interesaba hacerlo mientras los demás escuchaban; ello les dio además una bien cimentada seguridad cuando más adelante se encontraron en reuniones, ya solos, con otros adultos.

En cualquier proyecto de tu vida, todo transcurre paso a paso y te adaptas, sacando lo mejor de cada momento. En mi caso, ni la empresa pasó de tener tres empleados a más de cuatro mil de la noche a la mañana, ni mis hijos evolucionaron en un solo día de la edad de estar en la cuna a la de discutirlo todo. Tuve muchas semanas, meses y años para aprender, equivocarme y rectificar. Y por encima de todo, disfrutar de mi trabajo y de mi familia.

Por tanto, permíteme sugerir que intentes no visualizar todo lo que te pasará en los próximos años si haces tal o cual cosa —o lo contrario—, porque probablemente esa imagen te influirá como si fuera real, te paralizará para tomar cualquier decisión, y te impedirá avanzar. En cambio, te aconsejo que sueñes con el lugar donde querrías llegar. Y un día, cuando mires atrás, verás que cada decisión, cada paso, aunque fuera pequeño, te llevó al destino que un día soñaste.

2. Cuanto antes, mejor

Si prestamos atención, veremos que la mayoría de los conflictos ya los habíamos previsto antes de que explotaran, aunque no fuéramos del todo conscientes de ello. Probablemente, pasada la tempestad, la pregunta que perdurará será: ¿por qué no decidimos hacer tal cosa o tal otra antes de llegar hasta aquí?

Cuando detectamos algo que no nos gusta o nos incomoda, lo aconsejable es reaccionar cuanto antes. No hemos de acostumbrarnos, por ejemplo, a que una persona que antes era alegre de pronto cada día esté más apagada, o que otra que antes saludaba a todo el mundo ahora no levante la vista del ordenador. Es mejor averiguar qué es lo que realmente pasa, e incluso si es necesario, acelerar el conflicto. Curiosamente, precipitar los acontecimientos nos da más oportunidades para buscar soluciones. Porque la mayoría de las veces la experiencia nos demuestra que las cosas no cambian solas, y si no funcionan y no hacemos nada para mejorarlas, tienden a empeorar.

Te voy a contar una situación problemática que tuve con mi hijo Óscar, cuando él no tenía más de cuatro años, y cómo la gestionamos. El resultado fue tan espectacular que luego he ido aplicando el método muchas veces en la empresa.

Uno de los momentos más felices del día, cuando los niños eran pequeños, era mi vuelta a casa por la tarde. Y para aprovechar esos instantes al máximo, me preparaba para ello. Es decir, establecí una rutina que me ayudaba a desconectar de la jornada laboral. Llegada la hora prevista, no salía corriendo del despacho, sino que me tomaba mi tiempo. Repasaba la agenda, veía si había cerrado los temas previstos, y los que quedaban pendientes los trasladaba al día que correspondiera; con mi asistente, acordábamos el seguimiento que les íbamos a dar. El último paso era recoger los papeles de la mesa, apagar el ordenador, abrir la puerta y cerrar con llave. Todo ello me permitía salir sin precipitaciones, con la seguridad de haber finalizado el trabajo, y sobre todo tranquila, pensando que estaba todo controlado y que si surgiera algo urgente o necesario lo podría atender incluso por la noche, una vez los niños ya estuvieran acostados.

He dicho uno de los momentos más felices del día, pero rectifico. Hubo un tiempo en que, al llegar a casa, mi sentimiento de culpabilidad por haberme alejado de mis hijos durante todo el día era enorme, y esa sensación no me permitía disfrutarlo. Hasta que decidí actuar. Como siempre, hay una señal —o si se quiere un detonante— que te hace ver que algo no funciona, que hay un conflicto, un problema.

Aquel día llegué a casa y —como de costumbre— no había abierto la puerta del todo cuando Laura ya se había abalanzado a mis brazos. Quería contarme enseguida todas las novedades de su día, sin olvidar ni el más pequeño detalle, y las palabras se precipitaban una tras otra. Era difícil seguirla, pero oír el relato de sus alegrías y sus penas era un momento maravilloso. Mientras Laura hablaba, miré alrededor, intentando visualizar dónde estaba su hermano, a quien imaginaba escondido cerca. Y efectivamente, allí estaba, detrás de un sofá, contemplando la escena con cara de pocos amigos. Una vez más vi su mirada de reproche. Así lo sentí, y logró que ese instante de felicidad se desvaneciera de inmediato.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Connolly - Todo Lo Que Muere
John Connolly
Teresa Guardans Cambó - Silencio
Teresa Guardans Cambó
Edwidge Danticat - Todo lo que hay dentro
Edwidge Danticat
Mario Miret Lucio - Lo que aprendí del Mar
Mario Miret Lucio
Lorena Farré Gutiérrez - Todo lo que necesitas está en ti
Lorena Farré Gutiérrez
Luis Anthony Salas Arista - Todo lo que no pude decirte
Luis Anthony Salas Arista
M. E. Gómez - Todo lo que somos
M. E. Gómez
Eduardo Zannoni - No todo es lo que parece
Eduardo Zannoni
Отзывы о книге «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios»

Обсуждение, отзывы о книге «Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x