Enrique Lluch Frechina - Una economía para la esperanza

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Nos empen~amos en debatir sobre si economi´a de mercado, capitalista o socialista; sobre si queremos una mayor o menor intervencio´n del sector pu´blico y del mercado; sobre si necesitamos un crecimiento sostenible, inclusivo, que tenga en cuenta las desigualdades o si buscamos, por el contrario, el decrecimiento y una economi´a ma´s ecolo´gica… Pero todo ello lo hacemos sin cuestionar el paradigma economicista en que vivimos, en el que la economi´a se pone por encima de todo.El presente libro ofrece una propuesta que sale de este marco y presenta un nuevo paradigma econo´mico, unas bases distintas desde las que entender el quehacer econo´mico. En sus li´neas se pueden encontrar caminos para reorientar la direccio´n en la que se mueve nuestra sociedad, co´mo modificar el concepto de racionalidad econo´mica, que´ hacer para modificar el funcionamiento de las empresas, de los mercados, del sector pu´blico, de la investigacio´n econo´mica, de los mercados financieros…Una propuesta que quiere que la economi´a se ponga al servicio del cuidado de la creacio´n, de la sociedad, de todas las personas que viven ahora y que vivira´n en el futuro. Un cambio de paradigma sobre el que dialogar para construir un sistema econo´mico que nos ofrezca la esperanza de un mundo mejor.

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De las necesidades que tenemos, la principal es respirar. Sin hacerlo fallecemos rápidamente. Sin embargo, la respiración no ocupa nuestros pensamientos ni nos suele preocupar, porque tenemos suficiente aire para todos, podemos respirar en cualquier momento de nuestra vida sin tener que hacer ninguna actividad extra para conseguirlo. A pesar de que no dejamos de respirar en ningún minuto de nuestra existencia, el hecho de que el recurso que precisamos para hacerlo sea ilimitado hace que podamos cubrir esta necesidad vital sin preocupaciones, sin realizar ninguna actividad adicional que vaya más allá de inspirar y espirar en el momento que nos plazca y en el lugar en el que estemos.

Pero esto solamente nos sucede con la respiración. Para el resto de necesidades que tenemos no existen recursos ilimitados. No podemos imaginar que queremos comer y hacerlo sin más, en el momento y en el lugar que deseemos sin que medie una actividad previa. No podemos refugiarnos del frío y del calor de una manera inmediata sin que se haya realizado algún trabajo anterior que nos permita tener una casa, una sombra, una calefacción, unos vestidos... La cobertura del resto de necesidades precisa de unos recursos que no son ilimitados, sino escasos. Por ello nos vemos obligados a realizar actividades que nos surtan de los medios suficientes para cubrir nuestras necesidades. De esto trata la economía, de cómo nos organizamos individual, familiar y colectivamente para lograr cubrir todas esas necesidades que no son la respiración y para las que precisamos de unos recursos que no son ilimitados como el aire que respiramos.

La economía se muestra así como algo íntimamente ligado a nuestra existencia. Todos, tengamos o no conocimientos especializados sobre economía, sabemos algo relacionado con ella, porque es una parte de nuestra existencia, una actividad que tenemos que realizar bien para que se pueda desarrollar correctamente el resto de nuestra vida. La economía no tiene por qué ser lo más importante de nuestra existencia. Solo para aquellas personas que no tienen lo suficiente para sobrevivir y que no pueden más que preocuparse por lograr esos ingresos de los que depende su vida lo es por obligación. Y para aquellos que, a pesar de poder vivir dignamente con lo que tienen, voluntariamente y sin necesitarlo deciden que toda su vida gire en torno a sus ingresos y a lo que ganan intentando que estos se incrementen más y más. Para el resto, la economía no tiene por qué ser lo más importante, pero es un elemento de nuestra existencia que no podemos dejar de tener en cuenta.

Tomemos el ejemplo de una familia. Su propósito principal no es el económico, ya que busca ser una unidad en la que quienes la forman se vean potenciados como personas gracias a su convivencia. El buen ambiente, el cariño entre sus miembros y el refuerzo mutuo son muestras de que está cumpliendo bien su función de ayuda a todos sus componentes. Ahora bien, para que esto sea así es necesario que esta familia tenga unos ingresos mayores que sus gastos, que gestione bien sus asuntos económicos para que estos ayuden al cumplimiento de la función principal de la familia. El buen funcionamiento económico es preciso para que la familia pueda cumplir sus objetivos, pero no es lo principal, es tan solo una condición necesaria para que el resto funcione bien.

2. La economía puede organizarse de muchas maneras válidas

«Lo hemos hecho porque no teníamos otra opción, era lo único que podíamos hacer». Lo dijo así de rotundo, sin dudarlo; era una afirmación que no admitía discusión, y ella se preguntó por qué nunca lo veía todo tan claro, por qué siempre encontraba varias alternativas y tenía que elegir la que creía que era mejor. Pensó que tal vez no tenía la inteligencia suficiente, que era demasiado indecisa y por eso tenía siempre que elegir entre distintas opciones. Se sentía mal porque sabía que todo sería más fácil si pudiese ver el único camino, si tuviese claro que no había otra posibilidad... Así, al menos no tendría que calentarse tanto la cabeza.

Porque esto nos sucede a menudo, escuchamos que las cosas solamente pueden ser como son y no de ninguna otra manera. Pero ante esta afirmación podemos preguntarnos si esto es realmente así. Volviendo a nuestro ejemplo de la familia, podríamos plantearnos: ¿tiene una familia una única manera de organizar sus asuntos económicos? ¿Pueden diversas familias organizar de diferente manera su día a día económico? Por supuesto que sí. No existe un único modo de organizar la economía. Existen muchos, todos con sus ventajas e inconvenientes (volveremos a esta cuestión en la premisa 3), pero diferentes y posibles. Lo mismo que se puede decir para las familias se puede afirmar para las personas y para las sociedades. Podemos organizar nuestra economía de muy diversas maneras; de hecho, lo venimos haciendo así a lo largo de los siglos. La organización económica actual no es la misma que la que existía hace treinta años, ni hace cien, ni hace mil. La organización económica en España no es igual que la francesa, ni que la argentina, ni que la tailandesa (aunque sean parecidas y similares en algunos aspectos).

Alguien podría pensar que esta afirmación es de cajón, que está claro que siempre se pueden hacer las cosas de otra manera, que no existe un único modo de estructurar la economía. Sin embargo, esto no parece tan evidente en el campo económico. Fue Francis Fukuyama quien, en su famoso libro de 1992 El fin de la historia y el último hombre 2, apuntaba su tesis de un sistema económico y político que supera a todos los demás y que se plantea como el culmen de la organización económica y política que se había dado a través de la historia. Esta idea de que estamos en el único sistema que se puede considerar correcto y que las cosas solamente se pueden hacer de una manera subyace en aquellos que afirman con asiduidad que «no tenemos otra opción».

Ante una realidad compleja, afirmar que no se tiene otra opción parece un atentado contra la verdad (por no decir simple y llanamente que es mentira). Siempre hay otras opciones, siempre hay otras maneras de hacer las cosas. Podemos afirmar que creemos que nuestra opción es la mejor e intentar demostrar por qué lo es, pero decir que no tenemos otra es, simplemente, faltar a la verdad. No existe una única posibilidad, podemos hacer las cosas de diferentes maneras, que pueden ser mejores o peores, según dónde queramos llegar o qué valores queramos aplicar, pero existir, existen varias opciones. Se puede sospechar con cierto fundamento que esta afirmación es una estrategia para eludir dar explicaciones acerca de lo que se está haciendo, para bloquear la posibilidad de diálogo o para desacreditar a aquellos que pueden discrepar, pero nunca responde a la verdad.

Por todo ello, y aunque parezca una perogrullada, es necesario insistir en que no existe una sola manera de organizar la economía; de hecho, existen varias maneras de hacerlo. La economía no puede entenderse solamente de una manera, no es una ciencia sin alternativas, no hay caminos inequívocos para afrontar las situaciones económicas. Como toda realidad humana, puede ser afrontada de diversas maneras y existen diferentes modos de responder a los mismos desafíos. Tendremos que dialogar sobre cuáles son mejores o peores, pero no liquidar la discusión de entrada.

3. No existen medidas ni sistemas perfectos

Era una de las personas que más sabía sobre esa materia. Había dedicado largos años de estudio, de análisis y de debate con otras colegas, de sacrificios, escritura y reflexión en pos de saber más sobre ella. Cuando le pidieron que colaborase en buscar una solución para aquella cuestión social, aceptó sin dudarlo. Ella había construido el modelo perfecto al que no había más que ajustarse para mejorar la situación. Pero no lo consiguió, su idea de lo mejor chocó y chocó contra una realidad que se negaba a subordinarse a sus teorías, no supo afrontar con éxito el desafío que le habían planteado, y la invitaron a abandonar. Lo peor para ella fue que su sustituta, intentando ser realista, logró importantes mejoras a pesar de no ser tan brillante ni haber elaborado nunca complejas teorías sobre la materia.

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