Calos Bastidas - Serenata para una rana

Здесь есть возможность читать онлайн «Calos Bastidas - Serenata para una rana» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Serenata para una rana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Serenata para una rana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En esta bella historia, dos niños llegan a visitar a sus abuelos, y en ese lugar se desarrollan muchas aventuras mágicas que dejaran una imborrable huella en los niños. Un bello libro de literatura infantil, lleno de fantasía e imaginación, en el que dos hermanos visitan la casa de sus abuelos, y se encuentran viviendo una gran cantidad de aventuras, con personajes tan diversos pero tan comunes en los cuentos infantiles como duendes, brujas, sapos y cazadores.

Serenata para una rana — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Serenata para una rana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Más arriba de donde se bañan los hermanos hay un duende joven estirado en la - фото 6

Más arriba de donde se bañan los hermanos, hay un duende joven estirado en la orilla del riachuelo; con las manos en el agua, juguetea con un cangrejo pardo que le atenaza la ramita con la que lo está toreando.

Se aburre el cangrejito, suelta la ramita y se mete en su cueva; después de un rato, saca los ojos, los mueve en todas direcciones y, al no ver por ahí al genio, los recoge y se duerme mecido por el azul campaneo del agua.

El duende está de pie, mirando al sol, sin pestañear.

Se dirige a él en un idioma indescifrable.

Se toca con la mano derecha abierta el lugar del corazón y, como si se arrancara de allí un pájaro invisible, se lo lanza al astro colmado, a su vez, de aves de fuego.

El duende tendrá unos setenta centímetros de estatura.

Barbilampiño, de tez sonrosada, nariz fi­­na y larga, ojos grandes, vivarachos e intensamente azules; su cabello negro sobresale debajo de un sombrero alón hecho de cuero; calza sandalias; el pantalón amarillo y el saco verde le quedan grandes; un morral lleva a la espalda y, en el cuello, lu­ce un pañuelo rojo.

De atrás de unas ramas coge un tamborcito, cruza la correa sobre el hombro y bajo el brazo, del morral saca dos palillos y golpea primero con uno de ellos el cuero del tambor:

¡Tan, tan!

Ahora en el borde del tambor, jugando:

¡Toc, toc, tac!

Con los dos palillos, ya en el parche:

¡Ta, ra, ta, ra ta, ra, ta, ra

ta, ra, ran tan, tan

taran, tan, tan tan, tan, tan!

Y sigue sonando el tambor con aguda y alegre cadencia, y a su son baila el duende loco.

Abajo, los bañistas oyen el tambor y creen que viene de la marimba del pueblo.

Suena que suena el tambor, y es tan frenético el son que el duende danza en la tierra, danza en el aire en la copa de un árbol sobre los matorrales, entra a un mundo y sale por otro: patas arriba, patas abajo horizontal…, siempre tocando.

En una de las volteretas que da, de su morral sale una moneda de oro que brilla un instante en el aire, cae al riachuelo y se va rodando sobre las ondas del agua como sobre un pulido plano de cristal.

Asustado, abriéndose paso por entre los matorrales de la orilla, el duende la sigue corriente abajo, hasta cuando ve que la moneda llega al vado donde están los bañistas, y cae al fondo sin que ellos la vean.

El duende está tranquilo viéndola allí.

Sabe que ellos podrán ayudarlo.

Va a presentárseles.

Pero ya lo han visto correr desesperado por la orilla.

Ahora lo ven sobre la roca grande del río, temeroso, nervioso, y como a punto de darle al tambor o echarse al agua.

—Es un gnomo —dice la niña, sin la más leve extrañeza.

—Y le tiene miedo al agua —le responde el hermano, como si hubiera hecho un gran descubrimiento.

Y los dos buscan las mejores posturas, los más confiables ademanes y los gestos más amables, para mostrarse amistosos.

Para no asustarlo, como cuando se está frente a un pajarito y se contiene la respiración para que no se vuele.

Con todo, Malena le advierte a Sebastián:

—Los duendes no son de fiar. Tengamos cuidado.

—Mejor, vámonos de aquí —le responde el hermano.

Y como si el duende los hubiese oído:

—No voy a haceros daño, amigos míos;

pero por la Luna y por el Sol,

prestadme ayuda en mi aflicción.

Les suplica y, aunque ellos ya saben quién es, solo para que siga hablando, le pregunta Sebastián:

—¿Eres un duende?

—No lo niego, esa es mi natura,

y toco tambor por afición.

—Ah, eras tú el del tambor de hace rato —observa Malena, y agrega—: cómo te llamas y en qué quieres que te ayudemos.

—Mi nombre cierto no lo digo

para no trabaros la lengua;

pero ponedme el que queráis

que, si es de mi gusto, me lo quedo.

—Gaspar… ¿Te gusta?

—Txklzmo.

—¿Qué dices?

—Que sí.

—Entonces, dinos ahora en qué podemos ayudarte.

—Sacándome una monedita que se me ha ido al fondo del río.

Desde aquí la miro brillando.

Donde mi dedo señala, ahí.

Los chicos la ven en el punto indicado por el duende.

—Allí, Sebastián, sácasela, pobrecito —le pi­de la niña a su hermano, en tono de súplica.

El chico se zambulle, bucea como rana y, al rato, sale mostrando la moneda que relumbra al sol.

—Aquí está. ¿Nos dejas verla un rato? —le pregunta Sebastián al duende, después de tomar aire.

—Claro, pero que sea deprisa,

que es de aquellos que miran miran

quedarse siempre con algo.

—Es un doblón español del tiempo de la Conquista —dice Malena, admirada—. Vimos uno en el Museo Nacional, ¿te acuerdas?

—Cierto, aunque este es mucho más bello y está como recién acuñado.

—¿Dónde lo hallaste? —pregunta Sebastián.

—No lo hallé. Lo trajeron de España mis antepasados. A cada uno de nosotros, al nacer, se le entrega uno que nos identifica ante la comunidad. Si lo llegamos a perder, tenemos que pasar por muchas pruebas para que nos entreguen otro.

—Con razón estabas tan preocupado por él.

—Y no era por poca cosa, Malena —indica su hermano.

—Gaspar, Gaspar, aclárame esto —pide Malena—: ¿En estas tierras hay duendes de otros países? ¿Es lo que dijiste con eso de que tus antepasados eran españoles?

—Y hasta de otros mundos, Malena. No os extrañéis. Nosotros, los de esta colonia, vi­nimos con el adelantado don Sebastián de Belalcázar. Mis an­te­pa­sados se embarcaron en las Islas Afor­tunadas. Somos de origen bereber…

—Luego nos explicas sobre tus orígenes españoles o bereberes; lo de “otros mundos”… ¿quieres decir extraterrestres?

—No hablo de otros planetas, sino de otros mundos que están en este. Hoy mismo entré danzando en un par de ellos, diferentes de este. Pero dadme la moneda ya. Que no estoy para daros clases.

Sebastián pasa el doblón a Gaspar, y este, colocándolo entre el índice y el pulgar, lo impulsa al cielo, a tal altura que el duende loco alcanza a dar dos volteretas en la roca antes de recibirlo en la palma de la mano; lo lanza luego en dirección a los chicos, y la moneda desaparece en el aire.

—Allí, amigos, en el agua —les grita.

Y ellos la ven brillando en el fondo del vado.

—Ahora yo voy a sacarla —dice Malena, y se zambulle.

Desde la orilla, el hermano la ve coger la moneda y salir con ella.

—Aquí está, Gaspar. No vuelvas a tirarla al agua, se te puede perder y no siempre habrá quién te la busque —observa la niña, echándose el cabello hacia atrás.

Mas, al abrir la mano, Malena halla una piedra.

—Pero si los dos lo vimos, Sebastián. Yo cogí el doblón de oro.

—¡Mírenlo acá!

Se vuelven para ver cómo Gaspar se saca el doblón de la oreja y lo lanza de nuevo al aire.

La moneda está suspendida sobre el río, arriba de las cabezas de los chicos y, cuando se cree que va a caer a la corriente, se mul­tiplica en decenas de moneditas de oro re­­fulgen­tes en el cielo mientras descienden sobre ellos que levantan las manos para cogerlas; pero, al llegar cerca del agua, se transforman en libélulas doradas que se posan en las manos y se dispersan entre los arbustos, las piedras y el cielo que se colma de argentinos rumores con el batir de sus alas de oro y cristal irisado de colores.

—¡Acá! ¡Acá!

Se vuelven hacia la voz y ven cómo el duende guarda la moneda en el morral.

—¡Ah! —exclamaron a la vez los chicos, asombrados y sonrientes.

—¿Cómo haces eso, Gaspar?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Serenata para una rana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Serenata para una rana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Serenata para una rana»

Обсуждение, отзывы о книге «Serenata para una rana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x