Pero unos y otros deberán coincidir en que se trata de una juventud que, tal vez como pocas otras antes de ella, está condenada a inventar mañana, sin grandes ilusiones ni personales ni colectivas, el futuro.
Pablo Francisco Di Leo y Ana Clara Camarotti
Como sintetiza Rossana Reguillo (2004), hoy existen en América Latina dos grandes tipos de discursos académico-políticos dominantes en torno a los jóvenes: 1 por un lado, continuando con el mandato clásico a constituirse como individuos en las instituciones modernas –la familia, la escuela y el trabajo–, se postula que deben incorporarse a las mismas “a como dé lugar”, sin problematizar las condiciones que reproducen y/o profundizan las desigualdades sociales; una segunda posición genera una sobreatención en el “carácter tribal” de las identidades juveniles, en detrimento de sus dimensiones sociales e institucionales, invisibilizando o negando su capacidad de agencia reflexiva y política, contribuyendo también a la naturalización de sus actuales condiciones de vulnerabilidad. Frente a estas posiciones reduccionistas y negativizantes de las juventudes, las ciencias sociales de nuestra región vienen generando valiosas herramientas analíticas y datos empíricos que contribuyen a los procesos de problematización y disputa alrededor de su definición, comprensión y abordaje desde las políticas públicas (Margulis, 1996; Balardini, 2000; Reguillo, 2000; Margulis et al. , 2003; Islas, 2006; Saintout, 2009; Bendit, Hahn y Miranda, 2008; Chaves, 2010; Trejo Sánchez, Arzate Salgado y Palermo, 2010; Hopenhayn, 2011).
En esta línea, desde el Área de Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos (UBA), desde hace varios años venimos estudiando distintas experiencias y problemáticas de jóvenes en diversos contextos urbanos de la Argentina, buscando generar insumos analíticos y prácticos para su abordaje desde investigaciones sociales y políticas públicas, principalmente desde los campos educativo y de promoción de la salud (Kornblit, 2007; 2008; Camarotti, 2010; Mendes Diz et al. , 2010; Di Leo, 2010, 2011a, 2011b). Profundizando en esta búsqueda, en 2010 iniciamos dos proyectos de investigación, 2 partiendo de las siguientes preguntas:
¿Cómo conforman, sostienen y proyectan sus vidas los jóvenes en barrios populares?
¿Cómo construyen sus identidades individuales y colectivas en estos escenarios sociales? ¿Cómo inciden las condiciones estructurales en esas construcciones? ¿Con qué posibilidades de agenciamiento cuentan estos jóvenes?
¿Cuáles y cómo son las principales instituciones sociales y políticas con las que se relacionan en sus historias y vidas cotidianas? ¿Qué significaciones, prácticas y estrategias despliegan los jóvenes en torno a las mismas?
¿Cuáles son, cómo significan y cómo afrontan sus principales problemáticas vitales?
¿Qué características y vinculaciones tienen las vulnerabilidades –en sus dimensiones individual, vincular y estructural– que atraviesan en sus trayectorias biográficas?
¿Cómo se configuran sus trayectorias y temporalidades biográficas, en la tensión entre la reproducción y el cambio?
Estos interrogantes nos impulsaron a la búsqueda y adaptación de diversas herramientas teóricas y metodológicas que nos permitieran desplegar el problema y construir nuestro objeto de investigación, contribuyendo tanto a la reflexividad epistemológica como a lograr una mejor aproximación –tanto en términos éticos como sociológicos– a las experiencias de los jóvenes que habitan en barrios populares. A continuación, presentamos brevemente las herramientas conceptuales más relevantes que retomamos en nuestro estudio, la estrategia metodológica utilizada para la construcción de los datos y la manera en que organizamos la presentación de los resultados en este libro.
La sociedad a escala de los individuos 3
En el contexto de las transformaciones recientes de la denominada “segunda modernidad”, se profundizan las tensiones en los procesos de constitución de las subjetividades juveniles. A diferencia de la relativa previsibilidad que otorgaban a las biografías sus vinculaciones con las instituciones en las sociedades salariales, en las actuales sociedades de riesgo los sujetos se encuentran, como nunca antes, “obligados a individualizarse”. Los jóvenes, hijos de la libertad , practican una moral de búsqueda, de experimentación, que une cosas que parecen excluirse mutuamente: el egoísmo y el altruismo, las experiencias personales y los sentidos colectivos. Ya no creen en los proyectos institucionales que giraban en torno a la socialización de ciudadanos para un espacio público abstracto, totalmente ajeno a sus vidas privadas. Permanentemente demandan, desde sus prácticas y sus reflexividades, que las instituciones socializadoras den razones acerca de sus normas y sentidos, incorporando a las mismas sus experiencias individuales y colectivas de construcción identitaria (Beck y Beck-Gernsheim, 2003; Reguillo, 2000; 2004).
A partir de la crisis de integración social que vivió la Argentina durante las últimas décadas del siglo XX como consecuencia de las políticas neoliberales, se multiplicaron y acentuaron las distancias entre las diversas experiencias vitales de los jóvenes, atravesadas por profundas desigualdades e inequidades socieconómicas, étnicas, de género y territoriales (Kessler, 2006; Urresti, 2008; Chaves, 2010; Hopenhayn, 2011). Como sintetiza Juan Carlos Tedesco (2008), la paradoja de la situación actual reside en que, por un lado, la segunda modernidad amplía efectivamente la capacidad de elección de los individuos, que pueden construir mucho más libremente sus identidades, pero, simultáneamente, como este proceso va acompañado de enormes desigualdades, exclusión y fragmentación, si todo queda librado a la capacidad de demanda de los sujetos, éstos obtienen sólo aquello que están en condiciones de pedir y no lo que necesitan. Así, para muchos jóvenes que viven en barrios ubicados en los márgenes de nuestras sociedades existen necesidades que no logran ser expresadas como demandas, ya que el salto de las primeras a las segundas requiere una fuerte capacidad de expresión y de organización.
Por otra parte, muchos de los jóvenes en contextos de gran vulnerabilidad social también pueden resolver sus problemas cotidianos de trabajo, educación, salud y, a pesar de todo, logran “salir adelante”, “soñar”, “planificar un futuro”. Es en esta tensión en la que buscamos centrar nuestra investigación, otorgándoles un papel preferencial a los jóvenes, a sus experiencias y a sus reflexividades, lo que nos permitirá encontrar las heterogeneidades, sus distintos modos de actuar y sus múltiples posibilidades de individuación, producto del encuentro entre la agencia y la estructura. En las experiencias de estos jóvenes hay estructuras que se encarnan en los cuerpos, así como también sujetos que seleccionan, con diversos grados de libertad y autonomía, sus modos de realización.
Estas transformaciones estructurales y tensiones en las experiencias subjetivas exigen a las ciencias sociales de nuestra región un cambio en su mirada. Si bien las representaciones clásicas de lo social siguen teniendo un lugar importante, cada vez más investigaciones en ese campo se centran en los individuos, sus experiencias, reflexividades y construcciones identitarias. En esta línea, Danilo Martuccelli (2006; 2007a; 2007b; Araujo y Martuccelli, 2012) viene desarrollando durante los últimos años diversos trabajos de investigación teórica y empírica en torno a una sociología de la individuación , cuyo objetivo central es “describir y analizar, a partir de la consideración de algunos grandes cambios históricos, la producción de los individuos. La cuestión no es entonces saber cómo el individuo se integra a la sociedad por la socialización o se libera por medio de la subjetivación, sino de dar cuenta de los procesos históricos y sociales que lo fabrican en función de las diversidades societales” (Martuccelli, 2007b: 30).
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